nº25 | sostenibili-qué

Resiliencia en el abismo de los límites

Nos encontramos a las puertas de una gran oportunidad, un momento de cambio histórico que puede llevarnos a un nuevo modelo más acorde con los ritmos humanos y de la naturaleza. Un gran reto que, más que nunca, precisa de la mayor de las articulaciones: se requieren acciones colectivas de fuerte impacto, que el tiempo apremia y la ventolera es fuerte. Escribimos desde ahí a varias manos, haciendo un collage de textos recientes, queriendo dar vida y fomentando una red de alianzas, que invocamos como antídoto contra los males que padecemos y los que están por venir.

¿Que a qué nos referimos? ¿Que qué retos se ciernen sobre nuestras vidas? ¿Que por qué urge ese frente común? Pues porque ¿habrá algo de mayor envergadura que el declive de la civilización industrial?

Mucho hemos leído y oído en los últimos meses sobre cuestiones como el cambio climático o, lo que es peor aún, lo hemos vivido en nuestras carnes, en nuestros sudorosos poros: el pasado verano, ese que en Sevilla dura desde abril a ¿noviembre? y que aún acecha cuando escribimos este texto, ese que tanto ha dado que hablar en medios y calles y que tantos riesgos y peligros vaticina.

Cambio climático, pero no solo: pico del petróleo y otros recursos fósiles y materiales, pérdida de la biodiversidad, sobrepaso de los límites planetarios… Es preciso atender a los signos que nos revelan a gritos que vivimos en la frontera de dos tiempos, entre la fantasía del progreso material ilimitado y la certeza de los límites biofísicos del planeta. Y urge interconectar estos síntomas aparentemente desconectados, para entender la magnitud del momento en el que nos encontramos.

Porque, si no conseguimos estabilizar la concentración de CO2 atmosférico y frenar las peores consecuencias del cambio climático, se nos presentarán escenarios muy duros de escasez alimentaria y agua, fenómenos meteorológicos extremos, plagas y enfermedades, desplazamientos humanos en masa, etcétera.

Y no solo hemos transformado las características meteorológicas hasta un límite altamente peligroso para la vida en el planeta, sino que estamos presenciando la sexta gran extinción, que supone, junto a la desaparición de millones de especies y hábitats, una grave amenaza para el equilibrio de la inter- y la ecodependencia que sustenta nuestras vidas.

La explotación de materiales no energéticos y recursos esenciales como la tierra y el agua también ha traspasado sus límites: vivir en un mundo de recursos finitos que han alcanzado sus techos de explotación, disponibilidad y acceso, nos conduce a un escenario de escasez. En él, la reducción del consumo y la distribución justa de los recursos se plantea como el gran reto y la mejor de las apuestas, pues mantener la espiral de producción y consumo propia del capitalismo no hará más que acelerar el colapso.

En efecto, no solo está en profunda crisis la biosfera, sino también el capitalismo global, que está tocando techo. Así, el PIB, su fetiche, crece y crece, a pesar del desempleo, el precio de la vivienda, la destrucción de la economía local, la precariedad, la desigualdad, la exclusión… Y a cuenta de la privatización y mercantilización de lo público y de lo común, de la degradación de los ecosistemas y del agotamiento de los recursos naturales. El modelo económico-financiero capitalista sobrevive para el beneficio de unos pocos, gracias a una economía extractivista, clasista, patriarcal y colonial, que se sostiene bajo una democracia de baja intensidad y mediante la corrupción, la represión, los conflictos armados, los desplazamientos forzosos, las formas de producción esclavas o el acaparamiento de tierras, agua y otros recursos.

La disyuntiva se plantea entre un decrecimiento justo y otro injusto. Ante esto, las élites se atrincheran en viejos y nuevos dogmas: mantras que sostienen que la economía puede seguir creciendo, mientras se reduce el consumo de energía y el impacto ambiental, gracias al aumento de la eficiencia y a la innovación tecnológica, como si estas no dependieran de recursos escasos y finitos. Y, más aún, se nos emplaza a una cuarta revolución industrial que nos invita a seguir depositando nuestra fe en la ciencia y la tecnología en vez de afrontar la complejidad que supone impulsar un cambio cultural.

Frente al empoderamiento de esas élites que, ante los límites ambientales, se manifiesta con carácter ecofascista, esta crisis civilizatoria también nos da la oportunidad de transitar hacia nuevas formas de organización basadas en valores alternativos que pongan en el centro el desarrollo de una vida buena para todas las personas, en equilibrio con los límites ecológicos del planeta y el bien común. Una transición que va a resultar decisiva en las décadas venideras, a medida que la producción industrial, el comercio global y los Estados nacionales, de los que dependemos, se deterioren hasta el agotamiento en su imposible negación del colapso.

Disponemos de paraguas teóricos y experienciales como el Decrecimiento, la Transición, el Buen Vivir, la Resiliencia Local o la Vía de la Simplicidad. Ahora necesitamos articular una masa crítica a partir de la diversidad de iniciativas de transformación política y económica que estamos recreando. Son muchas las experiencias y gentes que promueven otras realidades, a partir del empoderamiento económico, la soberanía alimentaria, energética y tecnológica, la autoorganización política, la defensa y cuidado del territorio, la cultura libre, el comercio justo de proximidad, la defensa de los bienes comunes, la movilidad sostenible y un largo suma y sigue, mediante las que se está construyendo ese collage colectivo de resistencias y alternativas.

Es hora de visibilizar el proceso de colapso de nuestra civilización industrial y de deslegitimar las lógicas de la modernidad capitalista por su incompatibilidad con la sostenibilidad de la vida. Construyamos un nuevo relato cultural entre las mayorías sociales que nos permita transitar hacia sociedades más democráticas, justas, solidarias, sostenibles y diversas; potenciando, fortaleciendo e impulsando en nuestros campos, barrios, pueblos y ciudades toda una diversidad de movilizaciones, iniciativas y políticas capaces de disputar, de forma no violenta, una vida buena que construya las alternativas que precisamos para lograr una ciudadanía resiliente que cuide de la Tierra y sus gentes.

* El presente texto es una mezcla del manifiesto Por una ciudadanía Resiliente, elaborado por Solidaridad Internacional Andalucía, y del informe Caminar sobre el abismo de los límites. Políticas ante la crisis ecológica, social y económica, elaborado por Ecologistas en Acción con la colaboración de La Transicionera.

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