¿Se ha vuelto la derecha punk y la izquierda powerpop? ¿Ha sido el Cojo Manteca reemplazado por los putodefensores de España? ¿La Bola de Cristal por los fachatubers? ¿Es el punk actitud o acritud?
Si eres joven y rebelde, la nueva derecha te comprende. El duro inconformista sin civilizar lleva hoy una gorra de MAGA y una camiseta con el lema: «Trump is Punk». Milei es el nuevo Johnny Rotten, con su pelo alborotado y su «Anarchy in Argentina». El auténtico Johnny Rotten se declara, a la vejez, partidario del trumpismo. La alt-right inventa conceptos como «derechita punk», se autodefine como «la nueva contracultura» y reivindica que «ser conservador es el nuevo punk».
La derechita punk se caga en el papa, a quien considera un comunista bolivariano antiespañol. La derechita punk critica a las fuerzas de seguridad del estado socialcomunista, califica a la guardia civil de «putos sacamultas» y corea: «si tuviera un hijo subnormal lo metería a policía nacional». Derechita punk es Esperanza Aguirre dándose a la fuga cuando la iban a multar o Aznar diciéndole a la DGT de Zapatero que iba a beber lo que le saliera de los huevos. Derechita punk es esa «¡Libertad, carajo!», o su versión ayusiana, «Comunismo o Libertad».
La derechita punk no okupa, desokupa. No forma parte del black block sino de la caye-borroka. No es ecowarrior, es ecofascista. No es del DIY sino del Házmelo tú mismo. Es anti-muchascosas, escandalosa, provocadora, «una fuerza nihilista, peligrosa y despreciable», según el mismísimo Financial Times. «La ultraderecha posmoderna reivindica la desobediencia, la guerrilla comunicativa y lo políticamente incorrecto», leemos en El País. «El punk se lo ha robado la derecha», dice el cómico Ignatius Farray. Por su parte, el actor Omar Shanaa se pregunta: «¿Cómo va a nacer el punk de la derecha si la derecha es la estructura? Ayuso no es una punk, Ayuso es una fascista». Nuestro estimado Mauro Entrialgo remata: «Han empezado por los de la derecha suave, que se han llamado liberales; luego han robado lo de libertario, han robado lo de anarquista, y ahora quieren robar también el punk».
Nos exploited la cabeza. Por favor, que suba Iosu y lo vea. ¡Pero si les punkis éramos nosotres! Es verdad que no nos es difícil imaginar a la nueva derecha bailando pogo con alguna que otra canción de Eskorbuto o simpatizando con la idea de llevar cadenas. O a ese punk destroyer, malote rollo Naranja mecánica, suscribiendo el discurso neocon. Pero aunque el punk tuvo sus cositas y, visto con los ojos del presente, su parte de cuñadismo, fue en esencia libertario. El punk fue a la anarquía lo que los porros a la heroína. Puerta de entrada.
Entonces, ¿qué es eso de la derechita punk y qué punki muerto? ¿El punk no había muerto? ¿Ha resucitado en forma de muerto viviente? ¿Podemos entonces considerar a Millán Astray como protopunk?
Antes de cortaros la cresta, tened en cuenta que el punk, en su origen, no suponía de por sí ningún posicionamiento político. Como otras modas (el jazz, el pop, el rock o el flamenquito apaleao) buscaba romper con lo anterior, escandalizar a la sociedad viejuna, martillear sus oídos, hacer sangrar sus ojos, provocar lipotimias, arcadas, caras de indignación… La rebeldía juvenil tiene muchas maneras de expresarse: lo mismo nos regala a los Crass que a Taburete. Y, como dice María Galindo, las modas, al igual que el resto de identidades, cambian sus significados en cada época. «El significado se disputa y se redefine continuamente en función de quién lo utiliza y de cómo lo hace», explica Café Kyoto.
Aunque la mayor parte de la punkarrada tiró hacia posiciones libertarias e izquierdistas, no todo el monte era orégano. El uso irónico y provocativo que el punk hacía de la iconografía fascista (recordemos la esvástica en la camiseta de Syd Vicious y en el brazalete de Siouxsie Sioux o el flequillo y bigote hitlerianos de Iñaki Glutamato), perdió la gracia en cuanto algunes se lo tomaron literalmente y la extrema derecha empezó a colarse en los conciertos para liarla. Como decía el bueno de Joe Strummer, para las mentes simples era fácil no captar el matiz antirracista de la canción White Riot. Lo de Nazi Punks Fuck Off de los Dead Kennedys era por algo.
Así pues, no es una novedad que la ultraderecha trate de pescar en el río revuelto de las subculturas juveniles y asaltar el sentido común, como tampoco lo es que el Poder intente fagocitarse to lo que se mueva. «Van por las crías, para hacerlas soldados y policías», cantaban Rosa y Chicho en sus Coplas retrógradas. Ahora que la derecha está empeñada en dar la batalla cultural no debe sorprendernos que se vista de punki ni que los gurús de la alt-right parezcan haber leído el Manual de guerrilla de la comunicación. Reciclarse o morir.
Como el boomer que dice lol o pec, como cuando el alcalde enrollado Tierno Galván dijo aquello de «el que no esté colocado, que se coloque… ¡y al loro!», como Mr. Burns disfrazado de Jimbo, la ultraderecha adopta la pose gamberra y anticonformista, se pone la máscara de V de Vendetta y se presenta «como una contestación de protesta de los de abajo contra las “élites corruptas y globalistas”». Gota a gota han conseguido hacer un charco. «Han utilizado nuestras armas en contra de nosotras», dice Samantha Hudson. Y no es por ponernos punktillosos, pero con una izquierda caricaturizada como inquisitorial y mojigata, una progresía institucional domesticada y asimilada por el sistema, el latifundio lo tienen ya abonado. Lo de La clase baja atada de pies y manos es abandonada por la supuesta izquierda en las garras de la puta ultraderecha, título lacónico de un tema de Evaristo con Tropa do Carallo, será por algo.
Así que, muchachada confusa en busca de identidad, ¡no dejéis que os camelen! Aunque el facha se vista de punk, facha se queda. El espíritu antiautoritario, autónomo y autogestionario del punk —y por lo tanto antiestatista y anticapitalista— resistirá «como el yonki que se dobla pero siempre sigue en pie», como dice el cuarteto del irreductible Gago Punk y Circo. ¡El punk no está muerto! Está metiéndose pichu y tomando cañas. O kombucha. O parando desahucios. Sea como sea, punkarrismo no es malismo. LoL.