Cuando falla la tecnología que nos alumbra e hipnotiza, nos damos cuenta de cuán frágiles somos, pero también de cuán capaces de organizarnos desde abajo. Todo depende de la marca de tu móvil.
Si algo nos enseñó el apagón del pasado abril, aparte de lo ventajoso de contar con velas y una radio a pilas, fue que nuestra abusiva dependencia energética nos puede jugar una mala pasada. Para muchas personas, aquello fue como cuando el camello no te coge el teléfono y te quedas a dos velas. Una guantá de realidad con la mano abierta. Como se dice en estos casos, nadie podía imaginar que pasaría, hasta que pasa. Y no es que no estuviéramos avisadxs. Desde Fernando Arrabal, siguiendo la tradición apocalíptica de corte judeocristiana («¡el milenarismo va a llegar!»), hasta científicos como Turiel o Valladares lo advirtieron. Pero estamos advertidos ya de tantas desgracias futuras que perdemos la cuenta, hacemos oídos sordos y nos aferramos al presente. Hasta Joliwud sacó una película donde unos astrónomos prevenían al mundo de la proximidad de un cometa que destruiría planeta y los medios y los gobiernos se lo tomaban a coña.
Hay quienes prefieren creer que la vida humana será diezmada por una horda de zombis que pensar que será nuestro estilo de vida el que nos lleve a la extinción. Y conste, que no nos gusta caer en el discurso acusica de que todxs somos igualmente responsables, que, cuando hay problemas, la responsabilidad es lo único que a los de arriba les encanta compartir. Por mucho que nos empeñemos, el olor a mierda no desaparece por más que nos tapemos la nariz.
En cuanto se fue la luz la gente empezó a especular, lxs de abajo buscando explicaciones y lxs de arriba beneficios. ¿Se trataría de un ataque zombi, nieve radiactiva, extraterrestres, illuminati? ¿Sería obra de un imberbe pajillero ruso? ¿De un ataque del Mossad contra Perro Sanxe? ¿De un sabotaje posmodernista reivindicando el fin del Siglo de las Luces? ¿Cableado eléctrico roído por las ratas? ¿La caló sumada al levante? ¿La altísima demanda de patinetes eléctricos repostando, el pico de chateo con ChatGPT? ¿La Siesta haciendo prácticas en Endesa?
Pensar que fuera un error de Red Eléctrica Española o que la responsabilidad recayera en las megaempresas energéticas fue lo último que se nos pasó por la cabeza. Y eso que ya sabemos cómo se las gastan las eléctricas (ay, esas facturas chivatas). Que sabemos también que lo pequeño siempre es más sostenible y resiliente que lo mastodóntico. Que la escala pequeña siempre va a beneficiar las estrategias de supervivencia autónomas y equilibradas mientras que las escalas grandes son atrocidades prometeicas destructoras de vida y construidas con brutalidad para beneficio de cuatro listos y que arrastran mucho sufrimiento, tanto cuando existen como cuando caen. Pero no por mucho saber amanece más temprano.
Ese pequeño momento en el que las telecomunicaciones medio funcionaban tampoco ayudó a mantener la calma: el grupo del cole, el del gimnasio o cualquier otro horror en forma de grupo de wasap en los que te ves metidx, propagando memes y bulos a todo meter entorpeciendo la comunicación con tus familiares más vulnerables. Incluso esos seres vulnerables: compra agua, la NASA dice que una nube de tropotrones galácticos bloquea el campo magnético, la gente huye al campo en masa, ya vienen los menas a invadirnos y a quitarnos el jamón, etc…
Como contrapartida, las calles bullían de gente relacionándose, en las grandes ciudades algunas plazas parecían quincemeñas, peña sentada en círculo, bailando la conga, jugando, compartiendo comida… Claro que muchas personas no tenían más remedio que estar en la calle: las que viven en bajos en los que debes tener la luz todo el día encendida si no te quieres convertir en un topo mutante; las que no pudieron entrar en sus casas por tener la apertura de la puerta eléctrica; las que no se quieren perder nada…
Justo después del momento en que te reías de la presidentísima Ursula von der Leyen y su kit de superviviencia te cagas en dios por no tener pilas, ni velas ni una pistola escondida debajo del colchón. «Preparados para cualquier cosa: este debe ser nuestro nuevo estilo de vida europeo», afirmaba Hadja Lahbib, comisaria europea, siguiendo la doctrina del shock. Y qué mejor que un apagón eléctrico para hacer escarmentar a la ciudadanía. Que hay gente que no tiene redes sociales, ni ve los telediarios. ¿Cómo se iba a enterar si no?
Y hay que ver lo romántico que es todo en la ficción. En las pelis sobre desastres, todo el mundo es la mar de apañao, a lo MacGyver, como en las okupas de los noventa. Quienes aquí firmamos seríamos el típico gafa pedante que muere de manera ridícula y banal, en medio de la peli para mostrarte la inexorabilidad de la hecatombe a venir.
Peeeero, las cosas son como son. Como dijo Gandhi, «qué hambre tengo» y «en la tierra hay suficiente para alimentar a toda la población pero no para satisfacer la avaricia de algunos». Junto a la solidaridad, el egoísmo es una cualidad notable del ser humano. Somos tan capaces de compartir, como de acaparar. Y educadas en un sistema basado en la rapiña y la competitividad, normal que las masas se den de hostias por la última lata de atún del supermercado, papel del culo o agua embotellada. O comes o te comen. O cagas o te cagan.
Es verdad que en momentos difíciles, después de una catástrofe o de perder en Eurovisión, aflora la ayuda mutua, el altruismo, el bien común… Pero también puede emerger la desconfianza, la ecpatía… como un mojón flotando mientras te bañas en la playa. Es interesante cómo la población reaccionó al colapso del Estado en Argentina 2001. Mientras en las zonas desestructuradas socialmente, sin apenas tejido asociativo, lo que sucedían eran saqueos y violencia, en los distritos donde había una sociedad civil presente organizada, el barrio se reunía, se hacía una lista de necesidades de las familias, un comité acudía al supermercado de marras y, sin violencia, recibía la lista de productos demandados. El futuro será o del caos o de la anarquía. Ta claro.