La civilización humana se descompone y usted ahí como si nada. El equipo de Lisergia predica hoy el advenimiento del fin del mundo tal y como lo conocemos. Desglosamos ocho elementos de nuestra era que van a dejar de existir en un muy breve lapso.
Los sindicatos y las huelgas generales. El que fuera el instrumento de cambio social más importante de la era industrial vive sus horas bajas. Qué locos años entre 2010 y 2012 en los que hubo cuatro convocatorias de paro nacional. O las tres huelgas que hubo en los 80. ¿Y ahora? Os dan un 15M y en vez de paros masivos queréis estar en el parlamento. Las reformas laborales y sus dinámicas de mercado dejan el ámbito laboral como una playa para la explotación, con comités de empresa raquíticos y un «espíritu de trabajo» auto esclavizador. El miedo funciona. Aunque tus condiciones sean malas, siempre puedes ir a peor. Si no a emprender, que es el axioma moderno para dejar en tus manos las responsabilidades del capitalismo.
España. No es culpa de Cataluña. Ni siquiera de Marta Sánchez. Podría ser Madrid, que es un lugar al que siempre apetece echarle la culpa de todo, pero creemos que es el devenir natural de las estructuras institucionales en sana descomposición y decadencia. Viene un mundo nuevo, libre, una república de inspiración libertaria fruto de la suma de la voluntad de los pueblos ibéricos. Por encima de patriota, España es… es consumidora… cainita… y mal votante… Y racista. Y machista. Y homófoba. Socorro. Aquí no hay nada que hacer. Esto va para largo. Siguiente punto, por favor.
Pillar en parques y plazoletas. Dealers, móviles, clubes cannábicos con cartas de hierba, I+D aplicada al colocón, pillar «eme» por Silk Road a cambio de unos bitcoins…. Esto es un no parar. Adquirir estupefacientes en la plazoletas y jardines es un arte ancestral, extinto, marginal y peligroso. El juego de miradas; saludar con un gesto que se hace verbo; un ¿cuánto quieres?; la humilde aceptación de que te están tangando; chistar para llamar al incauto; porros cortados a dentelladas… Todo eso es leyenda urbana, antología del menudeo para contar a los millenials alrededor de la chimenea 3.0.
Los carnavales de Cádiz. El showbussines de la televisión autonómica, la nuestra, la de Guan y medio y María del Monte Sinaí; va modelando los contenidos de las coplas para garantizar share y audiencia allende los mares. La autocensura surge abrazando el humor inofensivo. La tramoya del Falla es peor que el Sálvame. Las ilegales se multiplican, pero su público colapsa en un parque temático del folclore gaditano. Cuando algo es masivo su identidad se difumina. La Viña desalojada como un estadio cualquiera y un vecindario balconetti que arroja agua porque las coplas molestan. La gente no respeta ni que estamo en cannavá, blam, blam.
Melendi. Bueno, en realidad está en esta lista como un deseo expreso, por si cuela, pero no existe ninguna certeza ni percentil estadístico que nos permita decir que le vamos a perder pronto de vista.
La ciencia. Los excesos y la mercantilización de las ciencias modernas arrojan a la gente al desamparo. El resurgimiento del terraplanismo como corriente global, los misterios de la naturaleza como gasolina para religiones new age, las energías frente a la materia… Son todas señales de la fragilidad de la ciencia en el mundo hiperconectado. Aquí no hay remedio para el cambio cultural. Que cada cual se cobije donde pueda.
Internet. El devenir deprimente de la neutralidad de la red puede llevar al traste las esperanzas que hemos puesto en internet como el ágora «open access» que traerá la revolución. Más bien nos vamos a merendar un nuevo orden mundial. ¿Y si en lugar de esta jungla electrónica solo accediéramos a una especie de internet por catálogo, con distintos niveles y servicios en función de la cuota del abonado? Hay gente que está pensando en ello. Y nosotros aquí escribiendo chorradas. Batalla perdida.
La libertad de expresión. Las condenas recientes a raperos y la censura de exposiciones y libros ponen de manifiesto la tendente desaparición de la libertad de expresión. Sus límites se estrechan a gran velocidad. En cualquier ámbito ideológico se constriñe la crítica. Ni siquiera se salva El Topo, cuyo Consejo de Redacción de caracteriza por ███████ y hablan de █████ pero ████ y ████████████. Nos consta que sus integrantes son una gente ██████ sin ████. De todo esto, si nos dejan, hablaremos en nuestra próxima entrega.