Tan importante es mirar las cosas con detalle, observándolas una por una, como elaborar un mapa general, que te permita verlas todas juntas o agruparlas por atributos o características.
Normalmente, y debido a la tendencia matemática a infinito de la idea de realidad, que no de los recursos, casi nadie tiene tiempo de observar de tantas maneras y, menos aun, de analizarlas con cierto rigor. Esta comprensible carencia nos lleva a mirar las cosas según nuestra propia conveniencia, justificando lo que nos atraviesa, o a mirarlas desde alguna posición sesgada, ya sea académica, ideológica, partidista o mediática, naciendo así el archipiélago de islas que somos: separadas, desmovilizadas, enfrentadas e incomprendidas entre nosotras. Mientras, el destino de la humanidad y las consecuencias de su huella, dependen de un falso aquí y ahora, que puede quizás fluir, pero seguro nunca confluye.
Las cosas pasan, nos pasan, y se pueden mirar desde muchos puntos de vista, pero lo que no puede entenderse es que se analicen de forma aislada, obviando la experiencia directa de las partes o su interconexión con otros sucesos, ya sean pasados o futuros, ya sean contrarios, cercanos o aparentemente irreconciliables. Me pregunto si hay alguna relación entre las cosas que me pasan a mí por dentro; las que me pasan con lxs otrxs; las que suceden en el barrio; en la política; las que viven los árboles y los acuíferos supervivientes del holocausto; los animales que aún quedan libres; los ya domesticados; la aparición de basura y plásticos en los mares; de alergias y enfermedades modernas; lo que pasa en las mentes o con los sentimientos, que ya no son formatos, pero que aún están formateados. Me pregunto cuánto tiempo más tendrá que pasar, cuántas víctimas más, cuántos victimarios más, cuántxs soñadorxs reprimidxs más, psiquiatrizadxs; cuántos más pases de público irresponsable, obreros incansables de la ficticia cuarta pared; cuántos más tropiezos que duelenaños; cuánta más estética en el cambio.