nº66 | se dice, se comenta

Menos floclore…

…y más guerrilla de la comunicación. Aunque podría escribir esto en Semana Santa, en feria o en otras tantas festividades, aprovecho la maldita Navidad para reflexionar, que no juzgar, sobre cómo se convierten en tradición, en perverso folclore o incluso en una mal llamada cultura, las prácticas y estéticas impuestas por algún imperio, por el invasor, por el invasor del invasor, por el statu quo o el paradigma que somete a la población en un momento de la historia, en un lugar del mundo, a veces en todos, y se inmortaliza con el paso del tiempo, como un hábito aparentemente intrínseco, que se vuelve susceptible de ser monetizado, exportado como producto o convertido en city branding.

Es curioso cómo muchas de estas costumbres y prácticas, aparentemente inofensivas, suelen estar relacionadas, en su origen, con eventos sangrientos, bélicos o abusivos en algún sentido o con el consumo feroz de recursos a gran escala y grandes beneficios económicos, o con «pegarse la fiesta», es decir, con más consumo y small talks (comunicación fática), y con una forma de existir envolvente y arrolladora donde lo disidente se interpreta poco menos como un insulto a las buenas costumbres, a tu tierra, como si fuera nuestra, y como si la única forma de divertirse y ser parte de esta sociedad fuera hacer lo mismo que los demás, cuando los demás y, por supuesto, de la misma manera.

La presión social llega a tal nivel, que hasta quienes piensan diferente o las sufren (las festividades), reproducen estas costumbres y sus códigos, en una suerte de reapropiación cultural, que en muchos casos esconde la comprensible pero cierta evidencia de que, en última instancia, si quieres contar con la gente y no quedarte sola, tienes que hablar el lenguaje del poder que nos somete. Quizás ese sea el inicio de lo diferente, reconocer aquello que nos somete y subvertir sus códigos, su gramática cultural, socavar la pretendida naturalidad del orden imperante. Todas las personas nacemos diferentes, pero es la última vez que lo somos, no porque nos volvamos iguales, sino por homogéneos.

Nos apoya

Nuestro nombre pretende ser un humilde homenaje a Syd Barrett, fundador y líder de Pink Floyd, que posteriormente tuvo que dejar la banda por los problemas mentales derivados del consumo de LSD. Un genio que pasó como un rayo por el mundo de la música. Al igual que él, muchos libros pasan por el mundo siendo rayos fugaces, cuando su interés no debería haber desaparecido nunca.

Desde Editorial Barrett no nos olvidamos de esos libros y queremos que todo el mundo los conozca, que se hable de ellos, que formen parte de nuestras vidas y de nuestras futuras mudanzas.El logo de Barrett hace referencia a Bike una de las canciones más surrealistas de Syd y que define nuestra línea de trabajo. «Tú eres la clase de persona que encaja en mi mundo. Te daré cualquier cosa. Lo que sea, si tú quieres cosas».

Queremos sorprenderte, si lo que tú quieres es que te sorprendan.

Esperamos que como lectores os apasione caminar junto a esta panda de locos.