nº44 | se dice, se comenta

Silencios

No toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido

Siguiendo los pasos del olvido, con un detector de sonidos de baja frecuencia, doy vueltas en círculo y sigo las migas de pan que me llevan a un trágico final. Es una historia interminable, un planeta mal llamado Tierra, en la que ya solo queda una isla desierta donde se destierra a los que no quieren olvidar, ya no hay nadie a quien gritar, salvo al infinito horizonte, que se aleja cada vez más de la realidad tal y como la conocíamos antes. Las personas, convertidas en peces, surcan el inmenso y casi omnipresente mar, donde se puede sobrevivir en una aparente paz, aunque rodeada, salpimentada de depredación y autocanibalismo, y amparada por el silencio sin memoria. Y en medio de este estado policial, la posmodernidad nos engulle y nos legitima como masa y mayoría y lo que eres, lo que piensas y lo que aportas se va transformando poco a poco en una individualidad que atenta contra la diversidad y el librepensamiento, pero que te acerca de lleno a la felicidad, criminaliza la intensidad y parece ralentizar el tiempo, aunque en realidad vivimos a ritmo de semifusa.

Siguiendo los pasos del olvido, cada vivencia, cada acontecimiento, cada sensación se convierten en una hipnosis regresiva, que te desgarra el «alma» en dos, una horribilis tesitura. Por un lado, el complejo presente del aquí y el ahora, que bordea la superficie de la realidad y sacrifica cápsulas del tiempo y sueños multifruta; y, por el otro, el pasado y el futuro, que viajan al centro de la Tierra o a los confines del universo, abrazando a muertos vivientes y a humanos aún inexistentes.

Siguiendo los pasos del silencio, aumentan las horas de terapia y las realidades consteladas, biodescodificadas, psicoanalizadas. Pero el mundo no para ni para dejarse observar, hasta tengo que escribir mientras camino para poder ir al unísono, porque parar significa escuchar, pero también sufrir; significa recordar, pero también morir en algún rincón de ti; significa gritar, pero también estallar y salpicar metralla. Levanto la mirada y salgo de mí mismo y de lo primero que me acuerdo es del Sáhara, y empiezo a aterrizar rodeado de luces que no iluminan y de ruidos que no dicen nada, parece que la oscuridad y el silencio lucen y hablan más que nada en estos tiempos.

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