nº60 | política local

El turismo en los barrios pobres

A nadie debería sorprenderle que si el gobierno de un municipio se realiza a base de políticas extractivistas de corte liberal y conservador, el voto de esa misma población gire hacia partidos más conservadores. Este país sigue siendo, en gran medida, el país del ¡Vivan las caenas!

«Amplia y luminosa casa […]
Barrio popular […]
Calle tranquila de fácil acceso»

Vivienda de alquiler
en la barriada de la Bachillera


En Sevilla, la industria más influyente es sin duda la relacionada con el turismo. Aunque lo cierto es que, hasta la fecha, no se cuenta con datos oficiales de la influencia de este sector sobre el PIB, ni su impacto directo o indirecto en la generación de empleo. Todo son estimaciones que indican entre un 4,6 y un 20% del PIB, según la fuente. No ha sido hasta finales del año pasado, 2022, que el Ayuntamiento junto con la Universidad de Sevilla se hayan planteado estudiar seriamente estas cifras. Sin embargo, desconozco si se ha publicado algún informe oficial.

Igualmente, vislumbrar el gasto público en este sector no es del todo fácil. La empresa Congresos y Turismo de Sevilla SA (Contursa), que sustituyó al Consorcio de Turismo de Sevilla, presenta informes anuales de cuentas en los que el ingreso siempre iguala al gasto, hasta el último céntimo. Sin embargo, parte de esos gastos provienen de los presupuestos generales del Ayuntamiento, y no parece que vengan de vuelta. De hecho, el recién nombrado teniente alcalde, Juan Bueno, ha declarado que la empresa Contursa tiene una deuda de más de catorce millones de euros. Además, habría que sumar la inversión que se desprende de otras partidas y que acaba recayendo en empresas turísticas, ya sea a través de subvenciones locales, autonómicas o nacionales.

En definitiva, nadie sabe decir cuánto nos cuesta mantener el turismo y nadie sabría decirnos cuánto nos aporta. Sin embargo, durante décadas, el mensaje hegemónico en la ciudad ha defendido las bondades del turismo y su directa relación con la creación de empleo. Tendríamos que reconocer que mientras este fenómeno solo afectaba a barrios como el de Santa Cruz, donde la presión turística supera ya el 60% del parque de viviendas, no existía apenas resistencia. No ha sido hasta que esta industria ha entrado en los barrios más populares que se han creado núcleos y grupos de resistencia organizados para combatir la desaparición del tejido social de estos territorios.

Aunque esto, una vez más, nos da señales de que las que estamos abajo tenemos una mayor capacidad de organización y respuesta que aquellos que viven en la comodidad de las clases altas de la sociedad, también nos indica que estas formas de organización carecen de la fuerza suficiente para detener el avance del progreso burgués capitalista. Habría que reconocerle el mérito a los colectivos que formaron el Cactus (Colectivo-Asamblea Contra la Turistificación de Sevilla) el combatir la dialéctica de un turismo sostenible que mejora las condiciones de la clase trabajadora repartiendo las riquezas que genera. Pero también habría que recapacitar sobre el efecto tangible y material que esta asamblea de colectivos (y otros grupos) han tenido en la vida cotidiana de la mayoría social. No es cuestión de desautorizar lo hecho por otras compañeras, sino de avanzar, aprender de los errores y seguir construyendo un poder capaz de contrarrestar las políticas liberales y conservadoras que van en contra en nuestros intereses más inmediatos.

En apenas una década, la industria del turismo ha desplazado
a una gran parte de la población de los barrios del casco antiguo. La subida exponencial de los alquileres ha provocado un éxodo hacia los barrios de la periferia, y somos muchas las que seguimos en retirada hacia zonas cada vez más alejadas de nuestras redes de apoyo. La turistificación de los barrios colindantes al casco histórico lleva un lustro amenazando la vida de estos territorios. Ya en 2019, San Pablo fue señalado como el barrio de moda por la plataforma AirBnB. Hoy, los candados que inundan barriadas como la Alfalfa o la Alameda ya pueden verse en las zonas más alejadas del distrito Macarena Norte. Y les turistas ya pueden habitar unos días viviendas en la Bachillera o el Polígono Sur.

Todo esto ocurre a la par que la sociedad despierta del ensueño del buen turismo. Cada vez son más las voces que se alzan en contra de la barbarie a la que esta industria tiene sometida a casi la totalidad de la ciudad. No hay diario, físico o digital, que se precie que no publique alguna noticia relacionada semanalmente. Y es que la situación ha llegado ya a tal punto que muchas vecinas empiezan a boicotear directamente los sistemas de recogida de llaves de estas viviendas turísticas. Cansadas ya de la ineficiencia de los controles y leyes que se dictaminan desde las altas esferas de la política, incapaces de frenar este fenómeno neocolonial.

Pero pequeños focos de rebelión no podrán hacer retroceder el avance del progreso burgués. La acción ha de ser organizada, desde abajo, masiva y capaz de asumir la responsabilidad de construir un nuevo modelo de ciudad. Los movimientos por la vivienda que empiezan a tomar fuerza deben aprender a luchar por la inmediatez de las necesidades de personas en situaciones vulnerables mientras construyen redes de acción directa y agitación. Pero, sobre todas las cosas, debemos comenzar a imaginar un mundo nuevo y allí donde sea posible ponerlo en práctica, pues será la experiencia la que nos guíe por ese camino nuevo.

Si la industria del turismo desplazará a la inmensa mayoría social de la ciudad, como ya ocurre en otros núcleos, como Venecia, antes de que un colapso energético o ambiental dé al traste con las aspiraciones capitalistas es algo que no podemos saber. Pero que tampoco podemos dejar en manos del azar. Si la presión turística se instala en nuestros barrios más desfavorecidos, es nuestra obligación boicotear su avance haciendo uso de todas las herramientas de las que dispongamos.

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