nº27 | entrevista

«Hay un uso perverso del sistema jurídico para atacar derechos fundamentales»

Helena Maleno, activista de la organización Caminando Fronteras, sigue pendiente de la causa abierta en su contra por la justicia marroquí. El proceso se inició a instancias de una denuncia de la policía española después de que el caso fuera archivado por la Audiencia Nacional. En la investigación judicial se la acusa de asociación de malhechores y de favorecer la inmigración irregular. Maleno, que ya ha declarado en dos ocasiones ante el Tribunal de Apelación de Tánger, ciudad en la que vive desde hace 16 años, podría ser condenada a cadena perpetua. Sobre este episodio de su vida y sobre otras muchas cosas estuvimos hablando con ella allí, en su casa, rodeada de parte de su familia y de llamadas y mensajes constantes de las muchas personas que cuentan con ella para hacer un poco menos difícil el tránsito migratorio.

¿En qué momento se encuentra el proceso judicial?

El juez de instrucción ha terminado la investigación y tiene que decidir si archiva el caso o continúa y abre el juicio. En ese caso, no sabemos que pasaría. Esperamos que archiven como archivó la justicia española, porque no hay razones para el delito ni pruebas que puedan vincularme a ningún delito. El problema es que esto ya ha dejado de ser una cuestión jurídica para convertirse, sobre todo por el lado español, en una cuestión política. Se criminaliza la solidaridad para poder poner en práctica ciertas políticas, como ya hemos visto con la ley mordaza. Es decir, hay un uso perverso de las leyes y del sistema jurídico para atacar derechos fundamentales.

¿Qué crees que hay detrás de esta acusación?

Creo que las fronteras se han convertido en un gran negocio para las empresas armamentísticas y las industrias criminales vinculadas a esas empresas. Estas políticas de la Unión Europea, como el resto de las políticas relacionadas con las fronteras que se están llevando a cabo en el mundo, tienen como objetivo la defensa de los intereses de grandes lobbys empresariales y económicos, no los derechos de la ciudadanía. De hecho, nuestra situación como defensoras en fronteras se ha deteriorado desde que los intereses económicos de estas industrias han entrado en juego. Lo vemos en  Latinoamérica con las empresas extractivas. ¿Por qué muere Berta Cáceres? ¿O por qué juzgan a los bomberos de Proem Aid y a mí? Pues porque evidentemente no se trata solo de políticas. Se trata de grandes intereses económicos. La industria armamentística mueve muchísimo dinero, son industrias criminales que luego vinculan y alimentan otras industrias criminales como el tráfico de órganos, el tráfico de seres humanos, la trata de personas, etc. No es nuestra solidaridad la que alimenta las mafias, es su sistema económico el que las alimenta y las necesita. Cuando las mujeres esclavas sexuales van a Europa es porque hay demanda, Europa quiere esa esclavitud. Esas industrias criminales y esa industria de la guerra están seleccionando las esclavas y esclavos que llegan a Europa. Tenemos esclavas sexuales, tenemos esclavas en el servicio doméstico, tenemos todos los esclavos laborales, etc. Al final es un sistema que se repite a lo largo de la historia: el Imperio romano era un sistema parecido, el colonialismo era un sistema de esclavitud y este es también un sistema de esclavitud. 

El proceso judicial ha generado un gran revuelo mediático centrado en tus llamadas a Salvamento Marítimo, que han sido la excusa para la denuncia de la policía española. Sin embargo, eso es solo una pequeña parte del trabajo que hacéis en Caminando Fronteras. ¿Cuál es vuestra labor?

Lo que se hace es acompañarlxs en el acceso a una serie de derechos básicos que se les niegan porque les despojamos de la condición de personas. Puede ser ayudarles en la inscripción de un crío en el registro civil para que no desaparezca en la frontera con Argelia y acabe en el tráfico de órganos, por ejemplo. Ese es nuestro trabajo fundamental y, entre esos derechos que se les niega, está el derecho a la vida, sobre todo en los momentos del cruce, en los momentos de tránsito migratorio, en el desierto, pero también en el Mediterráneo. En esa defensa del derecho a la vida se inscribe nuestro sistema de alertas que lo único que pretende es que no se muera nadie porque hay medios para que no ocurra. Por otro lado, queremos implicar a la ciudadanía en esto, queremos que los pueblos se encuentren. Lo bonito de lo que ha pasado, si hay que sacar cosas bonitas, es ese encuentro. Creo que después de 15 años de discurso de racismo, odio y xenofobia, es la primera vez que la ciudadanía le está diciendo a las autoridades que el derecho a la vida debe estar por encima del control migratorio. Pero hay muchos más derechos que queremos recomponer, no solo por la dignidad de esas personas, sino por nuestra dignidad democrática. No son solo ellxs los expulsadxs del sistema, lo dice Saskia Sasen en su libro Expulsiones. Ella explica muy bien cómo el Sur global está expulsado del sistema, pero es que en el Norte global está ocurriendo con los desahucios, por ejemplo. Fíjate lo grave que es la situación, que tenemos que recuperar el sentido del derecho a la vida. A los mínimos que hemos llegado.

Ese mínimo tan mínimo es lo que ha facilitado la casi unanimidad en el apoyo social que ha suscitado este proceso. ¿Y cómo funciona en el día a día ese acompañamiento?

Pues, por ejemplo, esta llamada que acabo de tener es de un chico que ayer sufrió una agresión racista. Ha llamado desde el hospital para contar que ayer lo atacaron cuando entraba en casa por la noche y cuando ha llegado le han hecho una radiografía y le han consultado si va a denunciar. No va a hacerlo porque no tienen documentación, pero nos ha pedido ayuda para la farmacia, para poder ponerse una vacuna contra el tétanos porque la agresión ha sido por arma blanca. Sabemos que hay derechos a los que no puede acceder, pero hay otros a los que sí. Registrar a lxs niñxs es otro de los trabajos que hacemos que a veces es bastante complicado porque tiene un componente transnacional. El otro día en España había una chica que llegó y a un fiscal se le ocurrió separarla de su hija pequeña hasta que salieran las pruebas de ADN. Hicimos un informe enviando toda la documentación que teníamos —porque con esa madre y esa niña ya habíamos hecho un trabajo de acompañamiento— pidiendo que hicieran rápido el test. Son informes que hacemos para chavalas que sabemos que ya han cruzado, que a veces son víctimas de trata. Nosotras nos ponemos en contacto con otras organizaciones para que sepan que la chica en cuestión a lo mejor no va a salir de la red en ese momento, pero va a necesitar apoyo si decide dar el salto, para que pueda hacerlo. En fin, este tipo de cosas.

Todas las personas que conocemos tu trabajo desde hace años hemos admirado tu nivel de compromiso, de entrega. ¿De dónde viene esa conciencia y esa decisión de dedicarte en cuerpo y alma a la lucha por los derechos humanos?

Yo lo que me pregunto muchas veces es por qué la gente no lo hace. No entiendo como puedes vivir de espaldas a una realidad. No entiendo la falta de humanidad, de empatía. Vengo de una familia de El Ejido, pobre, jornalera, anarquista, con unos valores muy fuertes. Era una familia muy humilde, pero recuerdo a mi abuela metiendo en casa a personas a darles de comer si lo necesitaban, aunque fuera nuestra comida la que le daba. Una hospitalidad que es habitual en Andalucía. Por eso me chocó mucho que, viviendo esa vida de explotación, cuando cobraron fuerza los invernaderos y llegaron lxs migrantes, los excluyéramos, los negáramos y los utilizáramos por su rentabilidad económica. Yo estoy muy en contra de esa visión mercantilista de las migraciones, ese: «necesitamos nosecuantos migrantes para pagar las pensiones». Hay muchas organizaciones que usan ese discurso, sobre todo para justificar la llegada de migrantes ante la opinión pública, ante el fuerte racismo institucional; pero yo estoy en contra de eso, un ser humano no puede ser medido en cuotas de mercancías. Y en cuanto a mi compromiso… No sé, yo tengo una vida además de esto, soy mamá, tengo dos hijos, un perro, una gata, dos tortugas… Tengo una vida normal. Lo que quiero decir es que todo el mundo puede lanzarse a hacer cosas, que no hace falta ser nadie especial, yo no soy especial.

Eso es cierto, pensar que alguien debe ser especial para comprometerse puede ser una excusa para no hacer nada. En cualquier caso, tu entrega supera la media. Has contado muchas veces que has sufrido amenazas e incluso han intentado matarte. Se acude a ti desde hace muchos años porque vives de primera mano lo que ocurre en la Frontera Sur. Lo que haces no es fácil. ¿Cuándo y por qué viniste a Marruecos y decidiste quedarte?

A Marruecos me vine harta de la situación en España. Llegué en 2001 para unos meses en principio, conocí a otras compañeras que ya vivían aquí y trabajaban con migrantes. Vine un poco para descansar de toda la mierda que se estaba produciendo en España que no entendía: ese recorte de libertades, la situación en El Ejido… Crucé para verlo todo desde la distancia y, efectivamente, desde aquí vi las cosas más claras. Estamos metidos en nuestra burbuja de Norte global y cuando tomas distancia y ves el Norte desde el Sur entiendes muchas cosas y son más explícitas las contradicciones. Yo he aprendido mucho a tener otra mirada de las cosas. He aprendido con los compañeros y compañeras con los que estoy cada día. Es muy importante conocer otras miradas, te hace sentirte menos el ombligo del mundo. A veces también reconozco que el discurso de las compañeras y compañeros racializados puede resultar muy duro; sobre todo cuando entramos en los feminismos y hablan de ser euroblanca o no. Yo no me siento representada con ese concepto, por ejemplo, pero también les entiendo. Somos tan mierda, hay un racismo tan institucional, hay un neocolonialismo tan fuerte, que nos atraviesa a nosotras también. Es nuestro privilegio y nosotras hacemos uso de nuestros privilegios como un tío lo hace de los suyos. Es lo mismo. Yo soy una privilegiada, al fin y al cabo, pero intento que los privilegios no me alejen de la otra persona. Es decir, que el privilegio no te impida ser solidaria. Que el privilegio no te ciegue o no lo tengas porque estén pisoteando a otra gente. Eso hay que reformularlo y eso es lo que desde aquí yo he aprendido a mirar

¿Qué ha supuesto lo ocurrido en Tarajal en 2014 en cuanto a la toma de conciencia de lo que ocurre en la Frontera Sur?

Tarajal ha sido y es una vergüenza para nuestra democracia. Es una vergüenza que no haya nadie en la cárcel cuando pasan estas cosas en cualquier punto de la frontera por la única razón de que es la frontera y se busca la protección del territorio. Estoy segura de que cuando miremos desde la historia, ese episodio será considerado uno de los más vergonzosos de esta época. Sin embargo, también ha sido un punto de inflexión en el trabajo con las familias y con las comunidades. Tarajal podía haber pasado sin pena ni gloria porque querían ocultarlo, pero algunos compañeros que estuvieron allí a pie de playa —a quienes acompañamos desde Caminando Fronteras en esa búsqueda de derechos de la que hablábamos antes— nos lo contaron y nosotrxs nos peleamos para que esa información saliera. En ese sentido creo que fue un triunfo político de las comunidades inmigrantes. El hecho de que se haya mantenido el caso abierto con el enfoque que se ha mantenido o que se ganara ese primer recurso en la Audiencia Provincial, ante el archivo del caso por parte de la jueza, estaba empapado del trabajo con las familias, de ese intento por transformar el dolor en justicia. Con Tarajal se ha iniciado el proceso de búsqueda de la verdad, de la recuperación de la justicia y de la no repetición, que eso ya en otras fronteras del mundo como Latinoamérica es algo que había empezado hace mucho tiempo. Tampoco hay que olvidar que España es un país donde no hay reparación, donde sigue habiendo gente en las cunetas. Entiendo que es muy difícil cuando todo lo que te han dicho es que tienes que olvidar, que puedas entender que debería iniciarse un proceso de reparación sobre lo que ocurre en las fronteras de tu país. En cualquier caso, es importante sacar este discurso y Tarajal lo está logrando.

¿Cómo vives esta repercusión mediática de lo ocurrido El Intermedio, TV3, personajes públicos diciendo que su única bandera en este momento es Helena…?

Es un poco abrumador. Lo mediático lo hemos cuidado mucho porque hay un procedimiento judicial en medio y yo tenía que cuidarme, porque hablar constantemente de lo ocurrido me revictimiza y me he expuesto menos de lo que los medios hubieran querido. Lo que sí es cierto es que ha habido un desarrollo de pensamiento que no se ha producido porque yo salga en muchos sitios, sino por la conciencia que ha generado el conocimiento del trabajo que hacemos. No es que Helena sea la bandera de nadie, sino que lo es el derecho a la vida que defendemos. Se han escrito textos de reflexión sobre la situación que vivimos, sobre la historia del Estrecho, sobre política, a partir de mi caso y eso es lo importante. De hecho, creo que eso también falta en el Estado español: discurso, pensamiento, reflexión. Sí, es gracioso que yo era muy conocida por lxs africanxs desde hace tiempo, sin embargo, ha sido ahora cuando me han conocido en la otra orilla.

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