nº8 | política global

El reto kurdo

Los kurdos constituyen el pueblo más numeroso del planeta sin estado propio. Un grupo humano de unos 40 millones de personas de los que un 45% vive en Turquía, un 25% en Irán, otro 25% en Irak y un 5% en Siria. Este pueblo, tradicionalmente de pastores y agricultores, tiene su territorio natural en una cadena montañosa denominada Kurdistán donde serpentean los ríos Tigris y Éufrates y se encuentran los valles más fértiles y las principales reservas de hidrocarburos de la zona.

Para entender las actuales demandas kurdas hemos de remontarnos a principios del siglo XX, cuando el colonialismo europeo inició el trazado de las fronteras de Oriente Medio tal y como las conocemos hoy.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, se desmoronó el Imperio otomano y sus vencedores —Francia, Inglaterra y Rusia— repartieron su territorio por medio del Tratado de Sèvres (1920), en el que se acordó la creación de un Estado llamado Kurdistán en la península de Anatolia. Ante las presiones de Turquía, este tratado sería invalidado y sustituido por el Tratado de Lausana (1923) que estableció las fronteras de la Turquía moderna y alejaba el sueño kurdo de contar con un Estado propio.

La creación de la República Turca marcó el comienzo de la pesadilla kurda. En su constitución se especificaba que solo eran reconocidas como minorías las «minorías no musulmanas» (armenios y griegos), procediéndose a la turquización de los kurdos que serían menospreciados y considerados turcos de segunda categoría o llamados despectivamente «los turcos de las montañas». En Iraq y Siria se procedería a la arabización de los kurdos y en Irán a su persianización. A partir de este momento, los kurdos —con una lengua propia de origen indoeuropeo y con un gran número de alevitas o yazidis (religiones sincréticas)— serán colonizados culturalmente y ampliamente perseguidos. Muestra de esta barbarie fue la prohibición de hablar kurdo, la eliminación de la palabra «Kurdistán», la prohibición de sus expresiones culturales y el desplazamiento forzoso de numerosas poblaciones kurdas. Ante esta situación, las insurrecciones se convirtieron en un fenómeno endémico en la región, que se caracterizó por levantamientos armados en Turquía, combinados con periodos de enfrentamientos en Irán e Iraq a lo largo de todo el siglo XX.

En este contexto revolucionario hay que destacar el proceso de liberación nacional de los kurdos de Turquía. En 1978 se constituye el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán). Entre sus fundadores destaca Abdullah Ocalan, un estudiante de ciencias políticas que basa su ideario en el antifascismo y que se convierte en el motor de una organización de amplia base universitaria en la que conviven estudiantes kurdos y turcos. Durante la dictadura militar, el PKK logra una rápida implantación, con una gran influencia del marxismo-leninismo. Pasa de realizar actividades culturales de ámbito universitario al inicio de la lucha armada, que se producirá el 15 de agosto de 1984.

El PKK promulga la regeneración de la sociedad de Oriente Medio en base a la autogestión de las comunidades locales donde la multiculturalidad, la ecología y el feminismo serán los pilares fundamentales

En poco tiempo, el conflicto se extiende por todo el territorio del Kurdistán turco y los primeros 15 años de guerra arrojan unas cifras espeluznantes: más de 30 000 muertos y 2000 aldeas kurdas quemadas, lo que provocará una importante diáspora kurda hacia Estambul, Ankara y el exilio europeo.

A pesar de la dureza del conflicto y de la contrapropaganda del Estado turco, Ocalan —llamado popularmente «Apo» (tío, en kurdo)— se convertirá en el líder indiscutible para los kurdos de Turquía y Siria y su imagen en un fetiche omnipresente.

Frente a la represión del Estado turco y el poderío militar de su ejército (el segundo más numeroso de la OTAN), el PKK consigue desplegar a miles de combatientes entre el sudeste de Turquía y el norte de Iraq. Se trata de una guerrilla compuesta por unos 8000 guerrilleros de los que 3000 son mujeres con organización propia. El Partido de la Liberación de las Mujeres en Kurdistán (PAJK) no solo lucha por la constitución de un Estado kurdo, sino también por una sociedad libre de patriarcado, igualitaria y con justicia social, como reza su juramento de ingreso.

En 1999, Abdullah Ocalan fue detenido en la embajada de Grecia en Kenia por los servicios de inteligencia turcos, con la colaboración de la CIA y el Mossad. Ocalan, narcotizado, fue exhibido por sus captores de forma burlona ante los medios de comunicación internacionales y recluido en la isla-prisión de Imaril (Turquía) donde es condenado a pena de muerte, pena conmutada a cadena perpetua por la presión internacional.

Tras su detención, el PKK realiza un debate interno a partir del cual declara que la independencia no es su único objetivo, da por superado el marxismo-leninismo de sus orígenes y se decanta por un socialismo de influencia libertaria denominado «confederalismo democrático». De esta manera, el PKK promulga la regeneración de la sociedad de Oriente Medio en base a la autogestión de las comunidades locales donde la multiculturalidad, la ecología y el feminismo serán los pilares fundamentales.

Este pensamiento ha sido bien acogido por las mujeres de las aldeas kurdas, donde el patriarcado, los crímenes de honor y los matrimonios forzados están muy extendidos. Es interesante destacar que un buen número de las mujeres que componen el PAJK han llegado a la montaña buscando un refugio, después de haber abandonado a maridos maltratadores o haber sido víctimas de violencia sexual en sus comunidades.

El Partido de la liberación de las mujeres en Kurdistán (PAJK) no solo lucha por la constitución de un estado kurdo, sino también por una sociedad libre de patriarcado, igualitaria y con justicia social, como reza su juramento de ingreso

Durante el conflicto desatado en Siria para derrocar a Bashar-al-Asad, grupos yihadistas empotrados en la Coalición Nacional Siria ejecutaron públicamente a mujeres acusándolas de «delitos morales». Esto motivó que un gran número de milicianas kurdas del PAJK bajaran de sus bases en las montañas del Kandil (Iraq) para establecerse en el Kurdistán sirio y proteger a la población. Poco a poco, el PKK comenzó en Siria la formación de las milicias del YPG (Unidades de Protección Popular) responsables de mantener el orden y organizar los municipios. En la actualidad, es la fuerza más efectiva en Oriente Medio para frenar la expansión del denominado Estado Islámico (ISIS), una organización muy poderosa apoyada por Turquía y los Emiratos Árabes.

El pueblo kurdo desempeña hoy un papel fundamental en la reconfiguración política de toda la región. La resistencia y organización mostrada en Kobani —que ha sido portada de los medios internacionales con imágenes de mujeres kurdas armadas defendiendo a la población civil— ha unido a diferentes sectores kurdos de Turquía, Siria, Iraq e Irán. Es la primera vez que las principales fuerzas kurdas se unen en un frente común, de forma clara y contundente, para frenar el genocidio puesto en marcha por el Estado Islámico. Esto debe servir a la comunidad internacional para reconocer al pueblo kurdo la capacidad de autogestión de su territorio bajo principios democráticos y pluralistas.

Sin duda, hoy los kurdos se enfrentan a dos grandes retos: expulsar a ISIS del Kurdistán y aprovechar la oportunidad histórica que se les brinda para tomar el control de su territorio y gestionarlo por sí mismos.

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