“Si el Ejército israelí sigue asesinando periodistas a este ritmo, pronto no quedará ningune en Gaza para informarte”
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nº58 | se dice, se comenta

Otra modernez más

Hablar del sufrimiento y la explotación animal sigue siendo hoy un poquito tabú en ciertos entornos politizados. Mientras, el capitalismo que siempre lo fagocita todo antes de que se le haga bola, va sumando opciones de hamburguesas veganas en su grandes cadenas, dándole a quienes no quieren hacer el esfuerzo de mirar al otro lado de la jaula la excusa perfecta: «el veganismo es una modernez». Como si la dieta de nuestras abuelas no se hubiera conformado en un 80% de verduras y legumbres. Como si no existieran pueblos tradicionalmente vegetarianos sobreviviendo desde siempre, sorpresa, más allá de las fronteras occidentales donde creemos que todo se inventa. O como si algunas de las figuras del anarquismo más reconocidas (por apuntar cerquita ideológicamente) no fueran ya veganas hace siglo y pico.

Yo misma durante mucho tiempo cuestioné a las compañeras que hacían el esfuerzo de intentar politizarme en este aspecto. Una tarea dura e ingrata, como lo es hacer pedagogía con cualquier macho de turno (lo siento mucho, amiguis, y gracias por marcarme el camino con vuestras jornadas antiespecistas de La Revo). Lo que pasa aquí no es ningún secreto, se llama antropocentrismo y todas adolecemos de ello. Nos negamos a afirmar que un animal siente, sufre, se comunica, quiere seguir vivo. Pero si la lucha es contra el poder, ¿cómo seguir creyendo que tenemos el poder de hacinar cuerpos, torturarlos, intoxicarlos, porque sí? ¿Cómo no vemos la estructura, y a nosotras en la cúspide justificando toda explotación y sufrimiento? Seguir sirviendo comida vegana en las cafetas no nos exime de nada. Se siguen trasladando cientos de cuerpos cada día a los mataderos, siguen en jaulas sin espacio para moverse, los atropellamos en las carreteras, siguen siendo torturados en laboratorios como Vivotecnica, su piel es el cuero de nuestros zapatos… La lista es infinita. Quizás merezca la pena pararse a pensar cuánto es responsabilidad nuestra y si es posible organizarse para denunciar y boicotear este otro sistema de opresión.

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