nº49 | mi cuerpo es mío

Bisexualidad, en tierra de nadie

No soy una línea divisoria. No soy 70-30. No me gustan las personas. No tengo doble identidad. Soy 100% bisexual. Y eso significa que me siento atraída por gente de distintos géneros. Supone también tener que escuchar que soy una traidora porque me acuesto con el enemigo. Que estoy cayendo en el binarismo. O que le hago el juego a la heteronorma.

A todas estas críticas, las personas bisexuales tenemos que responder de forma periódica: ¿Por qué darle mayor importancia al vínculo sexoafectivo con un hombre cis que al familiar, el laboral, el de amistad? ¿No es tremendamente patriarcal afirmar que lo más importante es el amor romántico? Y además, ¿son también las compañeras heteros feministas con las que formamos colectivos el enemigo? ¿O solo las mujeres bisexuales? ¿No será eso un poco de bifobia que te ha caído en las pestañas?

¿Por qué es más binarista mi forma de ver el mundo que la del resto? ¿No lo es  relacionarse sexualmente solo con un género? ¿Y por qué entonces bisexualidad y no pansexualidad? nos dicen. Y yo escucho al cuñao de turno preguntar «¿y por qué entonces feminismo y no humanismo?» Y se me quitan las ganas de contestar. Y solo digo, lee Resistencia bisexual de Elisa Coll, que ahí está bien explicadito (un secreto: todo lo que digo aquí lo he aprendido de ella. Perdónenme el plagio, pero es que también nos faltan referentes y corpus teórico).

Sentir la desconfianza desde los propios colectivos feministas y lgtbq+ hace que nombrarse bisexual dé miedo. Asumes que no estás legitimadx y que formas parte de la mayoría opresora. Interiorizas el discurso bífobo y sientes que eres unx traidorx. Hay quienes prefieren dejar cerrada la puerta del armario por no hacer daño al resto del colectivo. No consideran que su sexualidad sea disidente o que sufran algún tipo de discriminación. Da tristeza y rabia ver cómo esas dudas hacen tanto daño. Y por eso repito: no, no somos una raya que separa lo hetero de lo homo. Nuestras relaciones no van de un lado a otro del espectro según nuestras prácticas y deseos.

La identidad bisexual, como las demás, no solo la conforma la orientación del deseo. La identidad abarca tu trayectoria vital y las violencias recibidas y las perpetradas hacia unx mismx. Es política, es memoria individual y colectiva. La identidad te permite un lugar en el mundo, entender que eres válidx, que no traicionas a nadie por ser, que tus experiencias y sentires son legítimos.

Y que el daño debe ser reparado. Que tu yo de la infancia y la adolescencia merece respuestas. Saber que no estaba equivocadx y que es posible ese otro lugar en el que sentía que estaba. Un lugar que no es negro, ni blanco, ni algún tipo de gris. No está en esta u otra acera.

DEL MONOSEXISMO TAMBIÉN SE SALE

Pero, entonces, ¿dónde estamos lxs bisexuales? Responder a esto es difícil porque, como el resto, tenemos que hacer un esfuerzo constante por sacarnos el monosexismo y el binarismo de la cabeza. Es muy complicado ubicar algo que no se concibe, casi como imaginar un color que nunca se ha visto. Quizás por eso, entre otras cosas, la edad de salida del armario de las personas bisexuales es mucho más tardía que la del resto.

A pesar de que nuestra sociedad sigue siendo tremendamente homófoba y tránsfoba, una parte de ella puede llegar a entender el que haya personas que se sientan atraídas por otras de igual género, siempre que el deseo vaya dirigido solo a uno de los dos géneros admitidos. Igual, pueden llegar a concebir sin que les de un jamacuco que haya quien transite de un género a otro. Pero algo les explota por dentro cuando hablamos de género no binario. Eso rompe todo sus esquemas. Destroza su mapa mental.

Creo que algo parecido ocurre con la bisexualidad: ¿atraídxs por más de un género? ¿Cómo ordeno eso en mi visión del mundo? No entramos en las categorías establecidas. Pero el error es pensar que solo existen dos lugares posibles. Y de ahí nace también uno de los más manidos estereotipos sobre nosotrxs: que somos traidorxs, que saltamos de un cajón estanco a otro a nuestro antojo. Somos tránsfugas por romper con la dicotomía hetero/homo y crear nuevos espacios. Eso es difícil de integrar. También para nosotrxs.

PRIVILEGIOS, VIOLENCIAS, SALUD MENTAL

Es de esta forma de entender el género y los vínculos sexoafectivos de donde nace el famoso passing del que se supone que nos beneficiamos lxs bisexuales. La idea es que cuando mantenemos una relación con alguien (leído como) del género opuesto al nuestro podemos hacernos pasar por heteros y vivir con los privilegios que ello conlleva.

En primer lugar, esta situación queda negada para las personas bi no binarias o trans o con parejas que lo son . Así que de entrada no podemos decir que sea algo de lo que disfruten todxs lxs bisexuales. Pero además supone otros conflictos.

No voy a negar que el que te lean como hetero (y cis) puede salvarte de peligros en momentos concretos, como de que te den una paliza en la calle (siempre que seas blancx, neurotípicx, sin discapacidad, etc.) Pero parecer hetero no significa sentirte así. Puede ser un refugio en ocasiones. Pero tú sigues sabiendo que eres bi y que mejor ocultárselo al que está enfrente con cara de nazi.

Ser leído como hetero supone una invisibilización de nuestra verdadera identidad y se convierte, así, en una violencia bífoba. Supone no parar de salir del armario todo el tiempo, porque con cada nueva relación intentarán encasillarte de nuevo en sus dos únicas realidades posibles. Y tú repitiendo una y otra vez a tu gente, o en el trabajo, o en clase, que no, que eres bisexual como lo eras hace un año. Estas situaciones en las que ni se tiene en cuenta la bisexualidad como posibilidad consiguen que te sientas aisladx, confundidx, sin saber quién eres. Y pueden producir angustia, ansiedad, conductas autodrestuctivas… Ninguna persona hetero pasaría nunca por este proceso de autocuestionamiento tan duro. Y no solo eso: siguen existiendo las violencias en espacios privados, la institucional, lxs profesionales sanitarios y de la psicología banalizando tus problemas de salud, etc. Y hay datos que demuestran sus efectos, como este del estudio The Bisexuality Report (Reino Unido, 2012): de entre todos los grupos de identidad sexual, las personas bi tienen el indice más alto de problemas de salud mental, incluyendo tasas altas de depresión, ansiedad, autolesión y suicidio. Y ello se relaciona estrechamente con las experiencias de bifobia e invisibilidad bisexual.

COMUNIDAD Y BI-SIBILIDAD

Afortunadamente, a pesar de todo, las cosas mejoran poco a poco gracias al activismo. En los últimos años se han creado colectivos bisexuales que ayudan a que estos temas se debatan y se visibilicen. Aparecen referentes, textos en los que buscar respuestas y compañerxs con lxs que crear comunidad. Esto es tremendamente necesario. Tenemos que seguir levantando la voz porque nos va en ello el bienestar, la salud mental, e incluso la vida.

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La moneda Puma comenzóa gestarse en septiembre de 2011 a partir de un Taller organizado por la Red de Decrecimiento de Sevilla, e impartido por Julio Gisberten la Casa Grande del Pumarejo.

A partir de este momento y hasta marzo de 2012, fecha en que comienzan a circular y funcionar los pumas, se constituyó un grupo motor que impulsó diferentes encuentros y talleres y diseñó de manera abierta, horizontal y participativa con su entorno cómo sería la moneda Puma.