nº67 | ¿hay gente que piensa?

MI COMPROMISO ES MÍO

Cuando asistí por primera vez a una asamblea tenía trece años, fue en mi barrio, con los colegas y en el aula de música del instituto. Se trataba de un proyecto participativo y comunitario. Cuando cumplí los dieciocho llegué a la península a estudiar mi carrera y, desde entonces, el número de asambleas a las que he asistido se me hacen incontables, como a todas las que me leen ahora, imagino. Acción estudiantil, feminismo, colectivo lgtbiqa+, okupación, CSOA´s y hasta un colectivo que regentaba un local nocturno y que autogestionábamos entre todas las socias, incluyendo turnos de trabajo.

Algo que las identificó a todas siempre, y que me lleva inquietando ya un tiempo, es la fijación por controlar el compromiso de cada una de las integrantes. Desde un control de faltas al más puro estilo colegial hasta expulsar a personas del colectivo, pasando por una serie de castigos o pagos en especias. Y siempre me he encontrado en la misma postura, ¿de verdad creemos que el compromiso personal es algo que llegaremos a controlar?

Comprendo la necesidad de las asambleas de autorregularse, de medir las fuerzas para las acciones y, sobre todo, para que aquellas personas en las que siempre recae mayor carga de trabajo no se sientan  solas, pero, si algo aprendí en estos veintidós años es la importancia de la escucha entre compas. Saber preguntar y saber expresar nuestros límites, nuestros momentos de ausencia, nuestros momentos de mayor implicación porque quizás nuestros trabajos remunerados, nuestros estudios o cargas familiares se encuentran en un momento más tranquilo.

Una herramienta muy valiosa que aprendí de las okupas, CSOA´s y Prisma (club de música electrónica, autogestionado, asambleario y con moneda social), es aquella en la que se establece el grupo base y la red de apoyo para momentos puntuales. Quizás, en vez de intentar imponer o fiscalizar el compromiso de nuestres compañeres, que generan situaciones incómodas donde muchas personas prefieren retirarse al sentir que no llegan a lo necesario para pertenecer a nuestro colectivo, podríamos plantear las necesidades de este y charlar sobre la disponibilidad de cada une desde un inicio. Si algo sé es que el compromiso es algo muy personal que varía en base a muchísimas variables no tenidas en cuenta en los estatutos de los colectivos y lo dolorosísimo que puede llegar a ser sentir que te cuestionen por ello.

Nos apoya

Las comadres somos la comadre Vanesa y la comadre Begoña, dos amigas que nos conocemos desde hace ya varios años y que hemos tenido la suerte y oportunidad de emprender este camino juntas. Contando con que las dos tenemos una capacidad innata para relacionarnos con todo aquello que se mueve, sabíamos que teníamos que trabajar de cara al público y si estábamos sintiendo el proyecto como algo nuestro, mejor que mejor. Un proyecto que fuera una forma de vida y una apuesta por un futuro saludable y responsable. Para llevarlo a cabo y sentirlo aún más nuestro decidimos quedarnos en el barrio y así ha sido. Gracias al apoyo de familiares y amigos hemos podido “poner en pie” nuestra frutería – verdulería, un espacio que nos gustaría que lo sintierais como vuestro y que lo disfrutarais cada vez que os acerquéis. En Las Comadres no sólo queremos ofreceros productos de gran calidad, a buen precio; sino que nos gustaría aprender, intercambiar saberes y convertir nuestro local en un espacio de encuentro en el barrio.