nº65 | andaluza política

MENOS ROLLOS DE VERDES MARES

En el pasado número 62 de este periódico escribí una columna de opinión titulada «It’s Shite Being Andalusian!» en la que traté de resumir una compleja reflexión sobre por qué no me considero andalucista actualmente. Agradezco la oportunidad que me ofrece esta madriguera de continuar con la argumentación, porque de verdad siento que no solo hemos caído en la trampa de enorgullecernos y celebrar nuestra pobreza, si no que nos estamos distrayendo de una mirada más global de los conflictos que afectan al pueblo andaluz y al resto de la humanidad.

La identidad andalucista de sindicalismo, ocupaciones de fincas, expropiaciones, resistencia de un pueblo fiero que ocupa fincas, expropia a los ricos, resiste contra los opresores, lucha, trabajo duro, revolución y diversidad ha quedado como un recuerdo idealizado. Me gustaría seguir pensando que esa lucha por las que tantas personas han dado su vida, su tiempo y su libertad siguiera igual de viva y fuerte, pero ya podemos comprobar que el capitalismo ha resignificado de nuevo el nombre de una lucha necesaria en una corriente estética, carente de rumbo y vida y toca asumir responsabilidades. Por ello invito a todas las personas que estos últimos años hemos contribuido a envasar el andalucismo en lo simbólico sin ser conscientes de las consecuencias reflexionemos, pidamos perdón si es necesario, entreguemos las planchas y nos remanguemos para redimirnos dignamente: luchando, pero por todos los pueblos, no solo por el nuestro.

Y es que más allá de la desvirtuación de lo que fue el andalucismo y lo que es ahora, debate que doy por superado, añado que cuando digo que no me considero andalucista, lo digo porque no puedo identificarme como anarquista con un solo territorio, un solo pueblo, una sola cultura. Tenemos otras luchas pendientes mucho más urgentes que nos atraviesan más que la tierra y nuestra propia identidad. Maldito el momento en el que nos queremos encerrar en fronteras. A ver si nos enteramos que la libertad y la solidaridad no caben en esa jaula llamada nación. Al menos a mí me duelen de la misma manera otros pueblos que me son ajenos, que desconozco y a la vez siento iguales, porque compartimos sufrimientos. Los problemas de los demás son nuestros problemas. Pienso en pueblos donde bombardean a civiles como nos bombardearon en La Desbandá, en la esclavitud, en el racismo, la represión, la precariedad, el capitalismo voraz, en cómo la religión nos envenenó de servidumbre, sumisión y conformismo. No quiero apartar los ojos para centrarme en un solo territorio o un solo pueblo que me tocó y no he elegido, quiero complicidad con quienes comparten nuestros mismos dolores, quiero unión y solidaridad. Me niego a encerrarme en lo que hace mucho tiempo alguien delimitó como Andalucía, porque eso me coloca a otro lado de todo lo que no es Andalucía, y ahí fuera tengo también a mi gente. No quiero muros, fronteras, ni barrotes, ni en forma de pegatinas y memes ni tampoco en forma de nación con su bandera. Así que, ya sabéis; «Menos rollos de verdes mares, de campiñas y de olivares, que así luego nos luce el pelo.»

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