nº62 | andaluza política

It’s shite being andalusian!

Hace poco me preguntaron si yo soy andalucista. Suspiré, me salía humo de la cabeza solo al intentar dar una respuesta. Me siento andaluz, en lo que a identidad cultural se refiere, pero no sé qué motor tiene el movimiento andalucista, qué rumbo tiene y mucho menos si yo quiero llegar a ese destino. Respondí con un «no» por descarte, ya que yo no creo en el nacionalismo ni en los estados, las banderas suelen darme urticaria y vivir en Andalucía es una condena.

Acceder a la vivienda, a un salario digno y recursos básicos es toda una odisea en un territorio dominado por el capitalismo, el conservadurismo cultural y político y la idiosincrasia desmovilizadora que tanto nos caracteriza. Yo, que pienso que en política hay que meterse en el fango, no entiendo cómo es posible posicionarse de boquilla, quejarse de una realidad que nos ahoga y no hacer nada por luchar.

Eso sí, hemos acumulado una enorme producción cultural comerciable que se ha etiquetado como una nueva ola del andalucismo. Es indiscutible que toda corriente política necesita una cultura potente, y en ese terreno tenemos mucho talento y un elevado nivel de producción, hasta llegar a un síndrome de Diógenes con la simbología, el folclore y una peligrosa adicción a la iconodulia.

Y si, a todo esto, las manifestaciones apenas cuentan como actos simbólicos y las acciones directas cada día son menos frecuentes, aisladas y pasan desapercibidas, entonces ¿en qué queda el andalucismo?

La realidad es que esta nueva ola está muy lejos de ser un movimiento político o revolucionario, ya que no está suponiendo ni un mínimo cambio en la realidad de ninguna de las millones de personas que malviven en esta tierra. Entre toda esa cantidad de contenido cultural —que también es política— no termina de encender aún la mecha de una lucha que ya viene tarde. ¿Acaso el andalucismo está autolimitado? ¿Es simplemente una moda? ¿Es que nos vamos a conformar con esto?

Pues si esto es así, si el andalucismo son memes, vírgenes, vender camisetas y flamenquito con autotune mientras nos morimos de frío y hambre, a la mierda: yo me bajo.

Si el andalucismo no se traduce en lucha de acción directa, que se muera. No necesitamos nacionalismos, soñar con nuevos Estados ni instituciones autonómicas; no necesitamos discutir si es de izquierdas o no el mundo cofrade; no necesitamos más pintadas reclamando el tomate aliñao; necesitamos cambios sociales, necesitamos organización y lucha en los barrios y pueblos. Amar a tu tierra es luchar por ella, no llevar su bandera colgada como una medalla, porque si caemos en lo contrario, seremos como el obrero que ama su trabajo, que es el esclavo que ama su cadena. Blas Infante incluyó en el himno aquel lema anarquista de «Tierra y Libertad»; hagamos honor a ello, en nombre de Andalucía o de todos los pueblos, pero hagámoslo y dejemos de una vez de ser el pueblo que aplaude a los señoritos, se mata por tocar a una virgen y pinta de oro sus cadenas.

Nos apoya

Entidad para la defensa, revitalización y rehabilitación de la Casa-Palacio del Pumarejo.

En su seno esta el centro vecinal Pumarejo, espacio autogestionado por el vecindario en el que tienen acogida muchas asociaciones, colectivos y actividades varias.