Sabemos que Andalucía es como un país: grande, con una cultura rica y con su propia idiosincrasia. Dentro de esta existe un debate sobre la Andalucía oriental y la occidental. Mis primeros seis años en esta tierra los pasé en Granada (Andalucía oriental), donde esa diferenciación apenas la escuché. ¡Qué esperáis del último gran reinado árabe! Esa cultura en la que se basan ciertos andalucistas, omitiendo otras y exotizando lo árabe, dejando fuera una vertiente actual antirracista y antiislamófoba. Se quedan con lo bonito y lo político ya para otro rato.
El debate occidental-oriental es interno de la comunidad, pues fuera de ella no se sabe que existe un oriente y un occidente. Suponiendo que esto fuera un debate, en estos años en la Andalucía occidental (Sevilla) lo he escuchado más propio de un debate televisivo entre políticos bipartidistas, donde se generan rivalidades, que de un debate para crear algo rico y sólido.
Cuando he preguntado por Málaga, aunque la geografía dice que pertenece a la oriental junto con Jaén, Granada y Almería, hay quien me ha contestado que es un poco occidental (por cultura dicen). Pero no me extraña que quieran para elles una de las zonas con más poder adquisitivo cuya capital va de camino a convertirse en una ciudad más global que Sevilla. Y es que a ese punto quería yo llegar: me da la sensación de que esa dicotomía, ficticia (como son todas las construcciones sociales), va de la mano de una lucha de poder. Hay una especie de batalla cultural que sí que tiene ganada la occidental.
Como ya sabemos, el franquismo fagotizó muchos elementos culturales de Andalucía occidental principalmente, dándoselos a una España rancia. Esos elementos culturales los ha reivindicado Andalucía de vuelta para sí, como tantos países al Museo Británico. Sin embargo, se han olvidado de las partes más orientales, donde además no se sesea ni se cecea. Esa batalla cultural siempre la saca la occidental, la que la tiene ganada, la que es el centro del cliché andaluz y se enorgullece de ello. No se plantean el centralismo dentro del debate de las dos Andalucías.
Los lugares más olvidados son los más orientales, los que cuando tienen que pedir al gobierno de Juanma sillas y mesas para un aula en Vera (la orientalísima Andalucía) tardan meses o ni llegan… Las mesas, estén donde estén, pasan por Sevilla primero. Todo pasa por Sevilla primero. Mientras, la gente que habla de las dos Andalucías a veces te suelta que Almería no es Andalucía. Olvidamos a quienes tenemos lejos y premiamos a los que están cerca, los que culturalmente o económicamente nos convienen. Las provincias con capitales feas no las queremos; no queremos a quien no sesea o cecea. Se siguen reproduciendo dentro de vuestras propias fronteras aquello que tanto renegáis de España. La historia nos ha enseñado que las dicotomías solo crean bandos y realidades a medio contar donde si no te arrimas a uno de los dos lados estás fuera. Ya lo dijo Carmen Xía: «Andalucía es diversa como un patio de vecinos».