nº61 | entrevista

Del dolor a la ternura

Entrevista a ANITA DOINEL

Ana es Andaluza, ilustradora, escritora del libro «Me lo merezco», superviviente y pura ternura

¿Cómo surge Anita Doinel?

Surge en 2020, durante el confinamiento, empecé a ser más introspecitva después de leer mis primeros libros de psicología. Ahí me di cuenta de que había sufrido abuso infantil y, a raíz de eso, que había vivido un montón de violencia sexual a lo largo de mi vida. Tenía síntomas de estrés postraumático. Empecé a trabajarlo en terapia y es ahí cuando comienzo un recorrido artístico, más dedicado a temas de salud mental, que eran, al fin y al cabo, los temas que yo iba aprendiendo, mediante viñetas, y las subía a Instagram. Anita Doinel, en concreto, viene de la peli de Truffaut Los 400 golpes, donde el protagonista, el niño, Antoine Doinel, se escapa de la autoridad de sus padres, del colegio y de la sociedad en general para ser libre y ver el mar.

¿Y por qué él?

Creo que representa muy bien mi historia. El cómo he crecido en un ambiente extremadamente opresivo, rígido, violento…, y de cómo, poco a poco, he salido de ahí, desde mi niña interior hasta ser libre y tocar el mar de Asturias.

También apuesta este proyecto por la ternura, ¿no?

Surge de una necesidad que yo percibía en el activismo, especialmente en internet. Veía constantemente lo que no se debe hacer, lo que te convierte en un psicópata peligroso, las red flags. Pero nunca un solo ejemplo de lo que está bien hacer, de lo que realmente le va a sentar bien al resto de personas, sobre resolver los conflictos, acercarse a las relaciones personales no desde el punitivismo, la crueldad o la hostilidad, sino desde la ternura y la comprensión. Y es desde ahí, también, desde donde nace nuestro proyecto. Pongo tanta atención en la ternura porque, durante mucho tiempo, la rabia, el enfado y la ira han sido algo superimportante en mi recuperación y han permitido que no me suicidara, y que saliera de la cama, que hiciera cosas. Si que es verdad que ha pasado un tiempo que pesa demasiado. Para mí, ha sido necesario volver a la ternura. Saber que nadie me quitó la dulzura y la ternura, que forman parte de mi naturaleza, como pintar o jugar, y que nadie puede robarme eso. De ahí, sale un poco el lema «Las personas somos complejas, la ternura es simple».

Hablas también de las relaciones, y no solo de las sexoafectivas, sino también de la amistad, la familia…

Al final, me doy cuenta de que parte de la violencia sexual que he sufrido, evidentemente, es culpa de mis agresores, pero yo he empezado a tirar del hilo de dónde venían esos comportamientos autodestructivos. Venían, a su vez, de una falta de autoestima brutal. Me di cuenta de que estaban muy presentes las voces de mi padre, la de los niños del colegio, la de novios que se fueron, y la de un montón de gente diferente que había sido significativa en relación a cómo soy y cómo han ido conformando mi propia personalidad, mis traumas o mi apego. Ya no es solo sanar la violencia sexual, sino que hay una base que he ido inventando desde que tengo uso de razón, incluso antes, y que necesitaba sanar. Necesitaba mejores formas de relacionarme con la gente.

Y cuéntanos tu proceso creativo a la hora de diseñar el libro, las viñetas, y posteriormente la imagen…

Cabe mencionar que el libro empezó como un proyecto de fanzine de treinta páginas. Normalmente, se me ocurría una conversación en la cabeza, de dos personas o una sola reflexionando, que era yo, y una vez que tenía visualizado eso, dibujaba la ilustración. Al principio, era algo bastante icónico (sic), pero con el tiempo fue más denso el texto y ahogué la ilustración, que pasó a un cuarto o quinto plano. Me di cuenta de que realmente tenía mucha más necesidad de expresión escrita de lo que yo creía. Decidí que además de ilustraciones, mi fanzine también llevaría texto y se convirtió en un libro de quinientas páginas, al que hubo que bajarle el tamaño de la fuente para que no fuera un tocho infumable.

¿Y cómo ha sido el proceso sanador?

El proceso ha sido muy duro pero muy sanador. Al principio, es como que siempre hay… Yo digo que es como una carrerilla, como que baja un montón. Cuando empiezas un proceso que, de hecho, has estado evitando, tomas conciencia de él y aprendes cómo es el primer paso para sanar, pero como no tengas apoyo, ayuda psicológica o de gente a tu alrededor, es muy complicado salir de ahí. Te das cuenta de toda la violencia que has sufrido, de todo el daño que te has inflingido a ti misma. Caes a un pozo superhondo del que solo puedes subir. Yo, una vez, fui saliendo de ahí coincidiendo un poco con la escritura del libro. Aunque, evidentemente, hubo un montón de altibajos, comprendí un montón de cosas, tanto en MDR como en terapia, o con lo que escribía. Escribir sobre toda la violencia que he sufrido para mi mente ha sido superdesgarrador. Sufría episodios de estrés postraumático. Pero también me ha permitido asimilar e integrar de verdad lo que me ha ocurrido, de forma que ya no vuelven una y otra vez a mi mente las caras de mis agresores o la violencia que he sufrido para recordarme que tengo que sanarlo, que estoy en peligro. Esto ya ha quedado en el pasado, no tiene por qué volver a pasar e, igualmente, no es mi culpa. Ha sido un proceso el del libro superlargo y superduro. Tuve que ponerme una fecha final de entrega porque casi me muero haciéndolo.

¿Qué te hacía no abandonar el proyecto?

Me encantaría decirte que soy una cabrona supercabezona y que me dije que tenía que terminar el puto libro de quinientas páginas. Pero lo que me sale decirte es que es porque mi madre estuvo ahí. Pienso que mi entorno me sostuvo porque mis amigues estaban ahí. Sobre todo, mi madre es la que más estuvo, para bañarme, para hacerme la comida, para ayudarme a pasear, para obligarme a hacer cosas que no quería y también mi pareja de aquel entonces, que era mi principal herramienta de corregulación y lo que más me calmaba esa desazón diaria con la que casi no podía convivir. Y también las pastillas, las drogas ayudan bastante.

Las drogas, terapia, amigas, ¿qué más te ha ayudado a sanar?

Estrategias para sanar… Claro, digamos que tenemos los traumas, cada persona, siempre recomendaría la ayuda de un profesional. Entiendo que…

Si digo: No te lo pregunto como profesional, para ti, ¿qué te ayudaba o te ayuda?

Primero, ayuda profesional. La terapia era algo complicada y me ha ayudado a sanar. Yo llevaba ya siete años yendo a terapia y no había tratado eso. Lo había mirado con pinceladas, pero verlo por fin con un patrón de gente a la que me acercaba, comportamientos autodestructivos que permitía… Eso me ayudó mucho. A parte, leer libros de personas que han pasado por lo mismo que yo o por cosas parecidas, supervivientes que te cuentan cómo han salido adelante, cómo en momentos de superación se agarraron a que las cosas tenían que ser mejores, a que Dios estaba ahí. Al final, cada una le da un signficado, pero la cuestión es que me parece superimportante ver supervivientes que han salido adelante y son felices o que, por lo menos, su vida no gira en torno a la violencia sexual. A día de hoy, mi vida no gira alrededor de la violencia sexual y esa es la realidad de muchas supervivientes.

A parte de esto, me parece muy importante el tema de «la niña interior». No le sirve a todo el mundo, pero a mí sí como concepto. Que al final, no existe una niña pobrecita en mis jugos gástricos, pero es una metáfora que ayuda mucho. La mayor parte del tiempo somos capaces de darle a una niña, a nuestra niña concretamente, cosas que no le daríamos por nosotras mismas. Es como cuando yo soy capaz de darle la pastilla al perro de dos meses, pero yo no tengo cojones de tomarme las putas pastillas todos los días. Un poco lo mismo con la niña. Es importante reconectar con la infancia porque muchos de los traumas que se desarrollan ocurren ahí, principalmente porque tu cerebro se está desarrollando. También para mí es importante la espiritualidad, sea de la forma que sea. Ojo, hay que tener cuidado con no caer en manos de gente que se aprovecha de tu desesperación. Pero si hay ciertos rituales que te sirven, hacerlo; o conectar con Dios o con la persona que necesitas ser o con la madre que te gustó tener. Conectar con la naturaleza me parece superimportante; abrazar arboles, hablar con los arbustos, pisar el césped, poner los pies y las manos en la tierra. Darte cuenta de que la gente lleva millones de años viendo la silueta de árboles y del cielo, y de la misma forma, lleva miles y miles de años padeciendo los dolores que padecemos. Y no eres la única ni estás sóla. Me sirve mucho para relativizar, y aparte, en general, conectar con todo aquello que no puede abandonarme, ya sea el arte, la lectura, la pintura, cualquier tipo de cosa que siempre va a estar ahí porque no se va, porque no puede irse.

Lo más dificil es poder hablar, en el caso de la violencia sexual, y me parece importante poder hablarlo entre nosotras. ¿Qué les dirías a las personas que han vivido este tipo de violencia o trauma y que no han dado el paso de hablarlo?

Lo primero, que son seres humanos. Que lo que les ha pasado no les define, que es una parte de su identidad, que son muchísimas más cosas que la violencia que han sufrido, que las personas somos muy complejas y tenemos muchas capas de complejidad, y que ese miedo de que la gente les vea como personas sin valor, objetos rotos, no es cosa suya. Son proyecciones de la gente, entiendo que es doloroso, pero cuando los niños sufren abuso infantil no les decimos que lo cuenten a una persona y si no les creen que se callen. Les decimos que sigan contándolo sin parar hasta que alguien quiera oírlo, pues es lo mismo. Puede que te encuentres por el camino a gente que no te crea, a gente que se ofenda con tu historia, a gente que reaccione mal, que reaccione lastimosamente de una forma en que te duela, pero eso no quiere decir que nadie te vaya a entender. Hay redes feministas, hay redes de apoyo… Y espero y deseo de verdad que todas las supervivientes puedan encontrar espacios y personas seguras porque con encontrar una ya es mucho, ¿sabes? Porque es que pesa mucho esa necesidad. Siempre vas a tener a una profesional, si es una profesional de verdad, siempre la va a escuchar de manera totalmente compasiva y la va a ayudar y va a mejorar.

Ya para acabar, ¿qué es lo que te toca el coño? Pero, alegando también a esa búsqueda de ternura, quiero saber qué hace que te toques el coño, qué es lo que te hace que estés bien, tierna.

Me tocan el coño los conflictos donde solo ellos ganan. Que sigamos cayendo en vez de en la solidaridad, en la diferencia, que no tengamos compasión. Seguir teniendo bajones y decirme a mí misma que no voy a estar mejor, cuando en realidad sí estoy mejor. La mente no asimila los bajones, son parte de sanar, porque sanar no va de que se vaya el dolor, sino de saber cómo gestionarlo. Eso es lo que me toca el coño.

Luego, cosas que hacen que me toque el coño… Bueno, ¡hay tantas cosas del día a día! Cualquier persona que muestra afecto. El anciano que me saca conversación y me dice qué le pone triste. La maternidad, en cualquier contexto, siempre hay señas de amor que se comprenden en cualquier idioma. Me pone tierna ver a gente a la que se le ilumina la cara al ver a Charco, mi cachorrito. Y de pronto es como si fuera una persona diferente. Me pone tierna subir a las cinco y media de la mañana al monte y bajar dando los buenos días setenta veces y que las setenta veces las personas no se lo esperen y me los devuelvan… No sé, muchas cosas. Me ponen tierna mis amigas y cómo mejoran mi calidad de vida de forma que nunca hubiera imaginado. Consiguen cosas que inadvertidamente lo cambian todo. Me pone tierna tener los símbolos, todas las cosas que para cualquier persona no signfican nada, para mí son superimportantes por aquello de que me recuerdan lo que no quiero olvidar. Y no sé, podría seguir así indefinidamente, la verdad.

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