nº8 | ¿hay gente que piensa?

Cada hombre tiene una manera de traicionar a la revolución

Cada hombre

tiene una manera de traicionar

a la revolución.

Esta es la mía.

Leonard Cohen

Uno: finales de 2014. Mientras en la calle hay una manifestación contra la Ley Mordaza, D intenta escribir un texto para una revista. En el cuaderno, como casi siempre, varios principios interrumpidos. Uno dice: «Cada hombre, cada mujer, tiene una manera de traicionar la revolución». Hay un tachón y luego: «…estas infidelidades y traiciones de andar por casa; este sueño de que, algún día, las cosas cambiarán para mejor…». Otro principio abandonado: «…Hacer tu tarea como uno de los justos del poema de Borges, confiando en que hacerla sostenga el mundo, ayude a cambiarlo…». Una cita en el margen del cuaderno: «Yo no puedo decirte en qué influye el arte ni mucho menos cómo influye, pero sí sé que a menudo el arte ha servido para juzgar a los jueces, para vengar a los inocentes, para mostrar al futuro lo que fue un pasado de sufrimiento, algo que no puede ser olvidado. Sé también que el poder teme al arte…».

Dos: años 50 del siglo XX. Al abrigo del macarthysmo, el director de cine Cecil B. De Mille convoca una reunión de la Liga de Directores para desacreditar a Joseph L. Mankiewickz por sus supuestas simpatías comunistas. La jornada se desarrolla entre larguísimos discursos que John Ford escucha en silencio. Tras ellos, Ford dice: «Me llamo John Ford y hago películas del Oeste». Prosigue: «No creo haya nadie en esta sala que sepa mejor lo que el público quiere que Cecil B. De Mille y, desde luego, sabe dárselo. Pero no me gustas, De Mille, y no me gusta lo que has estado haciendo aquí hoy. Propongo que le demos a Joe (Mankiewickz) un voto de confianza y luego nos vayamos a casa a dormir un poco». Y eso fue lo que hicieron.

Tres: 1927. Un hombre que odia viajar, viaja en tren de Sevilla a Barcelona. Le acompaña su hermana. Mientras anochece, piensa quizá en el dinero que le pagarán al llegar o en la absurda manía moderna de registrar las voces y los rostros. Allí graba unas placas en las que se oye su voz cantando mientras su hermana le jalea con frases como: «ole los hombres ahí, con alma y ánimo ahí» (sic). Una de las coplas que canta dice: «Te tienes que quedar / con el deo señalando / como se quedó San Juan».

Cuatro: el 16 de marzo de 1930 Vladimir Maiakovski estrena su obra teatral El baño, una crítica de la burocracia estalinista. La obra es la culminación del enfrentamiento del poeta con el sistema soviético que lo acusa de traidor y antirrevolucionario. Un mes más tarde, Maiakovski se quita la vida. Este es el final de su carta de despedida: «Como se dice / el incidente está zanjado, / la barca del amor / se rompió contra la vida cotidiana. / Estoy en paz con la vida. / Inútil recordar / dolores / desgracias / y ofensas mutuas. / Sed felices».

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