Es una época oscura para el pueblo gitano. El ascenso de la extrema derecha en Europa ha hecho que el discurso de odio se expanda. El antigitanismo es hoy más visible y agresivo y los ataques racistas se multiplican. En este escenario debemos analizar cómo las distintas expresiones de la cultura popular reflejan al pueblo gitano, en tanto que el folclore, el cine o el cómic perpetúan creencias y pueden condicionar la agenda política. Analicemos la narrativa para combatirla y así, al cambiar lo fantástico, quizás podamos cambiar nuestra realidad.
Siglos de racismo preñaron el folclore occidental de tópicos reduccionistas sobre lo romaní. Por pura decantación, el arte y la literatura nos han mostrado dos espejos rotos: uno abiertamente racista y criminalizador, y otro romántico y místico, pero no por ello menos descontextualizado. En uno, un relato fuertemente estereotipado cargado de valores antisociales y de hábitos criminales, de manera muy similar a como se ha representado históricamente al pueblo judío. El otro, una representación de las y los romaníes menos peyorativa que resalta exótica y hasta eróticamente su misticismo y su amor por una vida sin ataduras al margen de la sociedad.
No es difícil encontrar a estos «gitanos-cliché» en El sueño de una noche de verano de Shakespeare, La gitanilla de Cervantes, El jorobado de Notre-Dame de Víctor Hugo o Carmen de Mérimée, o en productos más actuales como los cómics estadounidenses o el cine de Emir Kusturica. En el folclore, esta cosmovisión estrábica es hegemónica y está plagada de maldiciones zíngaras, de triquiñuelas de negociantes o de niños díscolos que acabarán raptados por clanes gitanos ambulantes. Ambas representaciones se entremezclan en el mundo de lo fantástico: productos audiovisuales, literatura fantástica o cómics de superhéroes.
LA PEQUEÑA PANTALLA
En la serie infantil Fraggle Rock nos encontramos al personaje Montaña de Basura: sabia gitana y consejera mística de los protagonistas. En la norteamericana Carnivàle, ambientada en un circo ambulante, dos de las protagonistas son de ascendencia gitana, adivinas y dotadas de poderes mentales. En productos mayoritarios como Los Simpsons, Futurama o Buffy, cazavampiros siempre se asocian
personajes gitanos con maldiciones o comportamientos antisociales. En el anime japonés vemos a las gitanas de Fullmetal Alchemist: Conqueror of Shamballa como poseedoras de poderes mágicos; o a la guerrera Sailor Pluto, capaz de manipular el tiempo y comunicarse con el inframundo en la serie Sailor Moon. Si buscamos en productos más actuales, llegamos a What We Do in the Shadows, donde la única protagonista femenina, Nadja, es una vampiro calí; a His Dark Materials, donde nos encontramos con los Gyptians, un grupo étnico nómada y amigable; o a la serie británica Peaky Blinders, protagonizada por la familia Shelby, gánsteres de ascendencia gitana.
GITANOS DE NOVELA
En la literatura fantástica tenemos al Drácula de Bram Stoker, donde
el conde homónimo es protegido por una aguerrida guardia zíngara. En Maleficio, de Stephen King, el patriarca centenario de una caravana gitana usa su magia para maldecir al protagonista —y de paso, al juez y al sheriff que habían expulsado a su clan—. Aunque no siempre se representa así a lo gitano en la cultura pop. En las novelas Nueva Orden Jedi, del universo expandido de Star Wars, encontramos a la raza Ryn, clanes de nómadas espaciales con una fuerte organización familiar.
EL NOVENO ARTE
En el mundo del cómic la representación distorsionada del pueblo romaní se nos muestra en todo su desesplendor. Desde los gitanos nómadas que aparecen una y otra vez en Tintín —especialmente en Las joyas de la Castafiore—, hasta Corto Maltés, el personaje de Hugo Pratt. Aventurero errante, hijo de un marinero británico y de una
gitana gibraltareña, bruja y prostituta, criado en la Judería cordobesa.
O en el torturado Robin —el compañero de Batman—, de ascendencia gitana, criado en un circo ambulante (y siempre interpretado en la pantalla por actores blancos). En la misma editorial del hombre murciélago, DC Comics, encontramos a la superheroína Gipsy. Sus poderes, sorpresa: la invisibilidad, la precognición y el ilusionismo. Su uniforme: una indumentaria casi de carnaval, mezcla de zíngara y hippie.
En la competencia, Marvel Comics, tenemos a los hermanos Mercurio—dotados con supervelocidad— y Bruja Escarlata —poderes mágicos—. Nacidos de madre gitana, Magda, y de padre mutante, Magneto, tras una infancia y una adolescencia de persecución y racismo en Europa del Este acaban uniéndose al grupo súper americano Los Vengadores, aunque sus personajes han oscilado de supervillanos a superhéroes y viceversa, siempre marcados por la falta de estabilidad vital y mental. Al igual que Robin, en el cine han sido interpretados por actores caucásicos, a la vez que se ha eliminado su origen romaní. Otro ejemplo central es Rondador Nocturno, mutante y miembro de La Patrulla X, con el poder de la teletransportación y una agilidad sobrehumana, de apariencia demoníaca, pero bondadoso y socarrón. Debido a su aspecto físico fue abandonado de niño por sus padres, siendo recogido por gitanos alemanes que lo criaron, otra vez, en un circo ambulante.
Cerramos este análisis con el supervillano por antonomasia —dicen que George Lucas se inspiró en él para «crear» a Darth Vader—: el Doctor Muerte, archienemigo de Los Cuatro Fantásticos. Nacido en un imaginario país del Este (del que acabará siendo dictador) en el seno de una tribu romaní, hijo de la hechicera y del patriarca y curandero, creció atormentado por la persecución de su pueblo y el asesinato de sus progenitores. Marginado y maldito, decidió vengarse del mundo usando la magia negra y alta tecnología.
«El pueblo romaní no es un personaje de ficción, un ser místico y efímero creado exclusivamente para rellenar un hueco en un cómic americano de 24 páginas». Son palabras del colectivo Roma Pop, organización internacional que lucha por los «derechos narrativos» de los gitanos en la cultura pop y el mundo del cómic. Toca cambiar el relato para cambiar la sociedad.
Originalmente publicado en 2016
en ‘Amarí’, revista cultural gitana.