nº39 | otras

Vigilancia permanente

En 2013, un analista de las agencias de inteligencia estadounidense hizo una de las mayores filtraciones de la historia, la cual dibujaba un panorama desolador de control masivo. Gracias a estas terminamos de entender cómo el impacto del 11S y la convencionalización de las tecnologías digitales habían funcionado como catalizadores de una serie de programas de espionaje de alcance global: programas indiscriminados sin intervención judicial y efectivos, en parte, gracias a la connivencia de grandes gigantes corporativos. Edward Snowden adquiría así el linaje de whistleblower (denunciante), que es representado en el imaginario colectivo por Julian Assange o Chelsea Manning.

Pero, como todas ellas, Edward Snowden merece un análisis específico, en este caso por la escala de sus filtraciones; porque estas apuntalaron como lugar común el «carácter sistémico y cotidiano» del espionaje, y —un punto que merece la pena destacar— porque, a diferencia de los anteriores, tuvo, de algún modo, éxito. Edward Snowden es uno de los pocos que le ganó la partida a las agencias que le habían entrenado. Gracias a decisiones valientes que le permitieron construir la legitimidad y eficacia de su acto desobediente y, en cierto modo, su calado político más allá del contenido específico de las filtraciones en sí: que no parece que hayan permeado en el inconsciente colectivo más allá de vaguedades.

Es por ello que Vigilancia permanente, autobiografía escrita desde su exilio en Moscú, es un libro interesante. Tal vez algo afectado, a ratos, en su defensa de unos valores americanos que probablemente nunca han existido como tales, pero un libro honrado e inteligente, bien construido, y sumamente esclarecedor en sus detalles sobre el funcionamiento de las agencias de inteligencia americana y el factor humano que las sostiene. En suma, un libro valioso y recomendable. Porque una sociedad insensibilizada ante la aparente inevitabilidad de su vigilancia permanente es una sociedad condenada a un totalitarismo descarnado.

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Las comadres somos la comadre Vanesa y la comadre Begoña, dos amigas que nos conocemos desde hace ya varios años y que hemos tenido la suerte y oportunidad de emprender este camino juntas. Contando con que las dos tenemos una capacidad innata para relacionarnos con todo aquello que se mueve, sabíamos que teníamos que trabajar de cara al público y si estábamos sintiendo el proyecto como algo nuestro, mejor que mejor. Un proyecto que fuera una forma de vida y una apuesta por un futuro saludable y responsable. Para llevarlo a cabo y sentirlo aún más nuestro decidimos quedarnos en el barrio y así ha sido. Gracias al apoyo de familiares y amigos hemos podido “poner en pie” nuestra frutería – verdulería, un espacio que nos gustaría que lo sintierais como vuestro y que lo disfrutarais cada vez que os acerquéis. En Las Comadres no sólo queremos ofreceros productos de gran calidad, a buen precio; sino que nos gustaría aprender, intercambiar saberes y convertir nuestro local en un espacio de encuentro en el barrio.