nº4 | entrevista

Victorias desde abajo

Crónicas del estallido es un libro que muestra la influencia de los movimientos sociales en muchos de los cambios vividos en América Latina en los últimos años. Sus autores, Martín Cúneo y Emma Gascó, han recorrido durante 15 meses los 10 000 kilómetros que separan Argentina de México recogiendo testimonios de cientos de activistas que en cada país han sido capaces de  frenar privatizaciones, expulsar multinacionales y crear alternativas.

El Topo: ¿Cómo surge la idea?

Martín Cúneo: La idea de escribir sobre la victoria surge desde Diagonal, donde trabajábamos. Fue una reacción a las críticas a la escasez de noticias positivas sobre las luchas de los movimientos sociales. Entonces decidimos contar lo que se puede conseguir desde abajo.

ET: Y la financiación… viene del Banco de Santander, ¿no?

Emma Gascó: [risas] El viaje lo pagamos de nuestro bolsillo, el trabajo posterior lo hicimos en una casa que nos dejó mi madre y la publicación  ha sido posible gracias, por un lado, a la colaboración de Diagonal, Omal (Observatorio de multinacionales en América Latina) y Coopi (Coordinación por los derechos de los pueblos indígenas) y, por otro, al crowfunding. Hubo unos 400 mecenas que compraron el libro antes de publicarse.

ET: ¿Funciona el crowdfunding?

EG: En nuestro caso funcionó como venta directa. Necesitábamos 2500 € y conseguimos más de 7000 €

MC: Queríamos que se distribuyera el libro, más que obtener beneficios, y así pudimos enviar ejemplares a Latinoamérica al mismo precio que aquí.

EG: Nos parecía interesante que un libro que esperamos que tenga utilidad, tuviera un precio razonable. Por eso, el trabajo de maquetación y corrección lo hemos hecho nosotros o gente cercana. Y se ha hecho con licencia copyleft.

EG: El crowfunding también ha permitido que enviemos libros a muchas de las personas que han participado. Suelen quejarse de que no saben qué se hace con sus historias y esto lo ven como otra forma de colonización.

ET: Antes de comenzar el trabajo, ¿hicisteis un viaje previo o fue todo sobre la marcha?

EG: Habíamos estado  allí antes. Martín, además, es argentino y había sido coordinador de Global, la sección dedicada a Latinoamérica en Diagonal, y eso le propició muchos contactos con los que empezamos a trabajar.

ET: ¿Y a quién va dirigido este libro?

MC: Hay varios niveles. En primer lugar, a la gente que ya está movilizada tanto aquí como en América Latina. Es un poco «libro de autoayuda para activistas».

ET: Cómo ser activista y no morir en el intento…

MC: Sí [risas]. Este libro posibilita mirar la situación con un poco más de perspectiva y confirmar que la acción de los movimientos sociales siempre tiene alguna consecuencia positiva.

EG: En otro nivel, también hemos intentado llegar a gente que no está tan convencida y por eso hemos utilizado un lenguaje más claro.

MC: Al final nos ha salido un libro de «historias de abajo» que puede interesar a cualquiera que se haya preocupado alguna vez por América Latina o quiera conocer qué efectos tuvo allí el neoliberalismo y cómo se le hizo frente. Un proceso que se vive aquí ahora.

ET: «Crónicas del estallido». ¿Por qué ese título?

EG: El sentido que le damos ahora es, por un lado, el estallido de la gente que dice: «Basta. Hasta aquí hemos llegado»; y, por otro, el estallido del sistema que se devora a sí mismo.

ET:De todas las experiencias que habéis conocido, ¿cuál sería la que más os ha llegado?

EG: A mí, en concreto, una de las que más me ha llamado la atención es la de las Madres de Soacha que destaparon uno de los casos más terribles del gobierno de Uribe. En 2008, siendo ministro de Defensa el actual presidente Juan Manuel Santos, se aprobaron dos leyes que permitían al ejército recibir primas por los muertos en combate; para ganarlas, llegaron a secuestrar a numerosos chicos de procedencia humilde a quienes asesinaron haciendo pasar por  guerrilleros. Algunas madres de estos jóvenes se asociaron para denunciar y reclamar justicia. Su lucha, a pesar de las amenazas, logró la condena de algunos altos cargos y la destitución de otros. Además, llevó el asunto a terreno internacional haciendo pública una historia que apunta tanto a Uribe como al actual presidente, considerado como uno de los artífices de la paz en Colombia.

MC: A mí, el que más me impresionó fue el movimiento indígena ecuatoriano. En 1990, cientos de miles de indígenas llegaron a Quito sorprendiendo a los propios quiteños. Lanzaban lemas como «Fuera las multinacionales» o «El indio unido jamás será vencido». Dos años antes de la Expo 92, ellos se movilizan y consiguen ya algunos de sus objetivos. Logran, por ejemplo, que no se firme el Tratado de Libre Comercio (TLC). No son los únicos, pero sí son la punta de lanza de otros sectores y crean un polo social que derrumba un sistema político y permite que surja una figura como la de Rafael Correa. Son un ejemplo de cómo los movimientos son capaces de cambiar un país.

ET: Aunque habláis de un espacio muy diverso y complejo, ¿os habéis encontrado con lugares comunes en las movilizaciones?

EG: La organización horizontal se repite. A raíz de la caída del Muro y la descomposición de la URSS, en América Latina los partidos comunistas pierden peso y al crecer la precariedad y los niveles de desempleo, los sindicatos tradicionales también se debilitan. En ese contexto, mezclado con el movimiento indígena cuya base es la organización horizontal, surgen fórmulas menos jerárquicas.

MC: Otra cosa en común es que la mayoría se organiza y lucha por cosas muy concretas. Quieren expulsar a una empresa o quieren más ayudas sociales.  No tienen un bloque ideológico  claro detrás.

ET: El papel que desempeñan las mujeres en estas luchas es fundamental.

EG: Es cierto, pero en realidad, aquí también, lo que ocurre es que la práctica periodística y la construcción del relato las esconden.

MC: Sobre todo porque tanto aquí como allí los portavoces y los líderes son los hombres. Aunque ellas son mayoría, es difícil que hablen.

EG: Buscábamos movimientos feministas como los de aquí pero en muchos lugares las mujeres se definen como feministas y en otros no. No se organizan al margen de los hombres sino dentro de la comunidad y critican el feminismo occidental al que tachan de colonial, neoliberal e individualista. La lucha por el territorio y la lucha por el derecho a decidir sobre su cuerpo están muy unidas.

ET: ¿Cuál es el peso del movimiento indígena en estas luchas?

MC: Varía mucho en función del país. En Bolivia y en Guatemala, constituyen la mayoría de la población. En el resto de países, es difícil saber el número exacto.  La manera en la que se ven a sí mismos, también cambia muchísimo entre unos lugares y otros.  Hay quienes reivindican la  identidad indígena con orgullo y quienes no. Por otra parte, el indigenismo  ha influido en la forma de funcionamiento de numerosos movimientos sociales dentro y fuera de Latinoamérica. Las huellas del zapatismo han sido evidentes en el movimiento antiglobalización y en el 15M.

ET: ¿Cómo es la relación con criollos y mestizos?

EG: Sigue habiendo racismo entre unos y otros. Sin embargo, también hay avances. En Guatemala, el movimiento indígena es el que está rehaciendo el tejido social a través de las llamadas «consultas de buena fe» en las que preguntan a la población (incluyendo ladinos y blancos) sobre cuestiones como la implantación de una mina o una represa. Desde 2005, se han hecho hasta 74 consultas con mucha participación.

MC: El mestizo siempre ha intentado ignorar su parte india, pero ahora muchos de ellos también han recuperado su identidad indígena

ET: ¿Hay más conciencia de clase o de etnia?

MC: Yo creo que se suman. Esa es una de las riquezas que tiene el movimiento indígena, que consigue enriquecer el análisis marxista. El  enfoque que falta es el de género.

EG: Ha habido muchos ejemplos de partidos comunistas o movimientos de liberación nacional que no tuvieron en cuenta el enfoque de etnia y eso causó muchos estragos. En Guatemala, uno de los problemas de la guerrilla es que no tuvo en cuenta que la mayoría de la población era indígena.

MC: Algo parecido ocurrió en Nicaragua con los sandinistas, que no tuvieron en cuenta que toda la parte atlántica era indígena y acabó produciéndose un conflicto armado entre ellos. Rectificaron a tiempo y concedieron una de las primeras autonomías indígenas.

EG: Luego hay ejemplos, como el de Sendero Luminoso, que no se han conocido bien aquí y que fue una guerrilla mesiánica y racista que acabó con el 54% de los 70 000 muertos de todo el conflicto interno de Perú.

ET: ¿Cuál ha sido el papel de la teología de la liberación?

EG: El historiador José Antonio Aguirre Rojas nos contó que Mayo del 68 supuso tal revolución cultural que fue capaz de romper las bases hasta de una institución tan conservadora como la Iglesia. Ahí surge la teología de la liberación y se extiende por toda América Latina. En Centroamérica, ha jugado un papel muy importante. En el Cauca (Colombia), la teología de la liberación es una de las semillas junto al partido comunista y el movimiento indígena.

MC: Y en el zapatismo, igual. Hay una herencia de los movimientos indígenas, los partidos comunistas y la teología de la liberación. En casi todos los movimientos indígenas encontramos esas tres patas.

EG: Ahí hemos tenido que desmontar algunos prejuicios. A veces, desde aquí, no somos conscientes de que hay otra Iglesia.

ET: ¿Qué restos hay de la colonización española?

MC: A todos los entrevistados les preguntábamos: «¿qué queda de la colonia? ». Y siempre respondían: «todo».

Sigue presente la desvalorización de lo propio y la admiración de lo blanco, lo extranjero, lo europeo. Los grandes apellidos europeos continúan dominando la economía.

ET: La crisis de la deuda y el laboratorio de pruebas del neoliberalismo en Latinoamérica. ¿Qué paralelismos hay con la situación actual aquí y cómo consiguió combatirlo la gente?

MC: Eso es el libro entero [risas]. La crisis empezó en el 82 cuando México declara que no puede pagar la deuda externa. En ese momento, se acaba el crédito barato tras  una etapa con mucho dinero en el mercado por el auge del petróleo. Después de eso, los países que quieren dinero deben agachar la cabeza y vender todo lo vendible al servicio del capital internacional. Ahora, dos décadas después, todos los presidentes que vendieron sus empresas públicas a empresas españolas han sido encausados o están proscritos en sus países.

Las consecuencias de la crisis fueron las mismas que aquí: despidos, subidas de IVA, bajadas de impuestos a las grandes rentas, rescates de bancos… Es decir, nacionalización de las pérdidas y privatización de las ganancias.

EG: Lo llamativo es que, viendo que allí no funcionó, se deje que ocurra aquí

ET: La memoria histórica es muy corta

MC: La ciudadanía está un poco en estado de shock porque en cuanto se opone a una cosa hacen otra aún más bárbara.

ET: ¿Qué habría que hacer para cambiar la situación aquí?

MC: La legitimidad tiene que ganar a la legalidad. Hay que dar pasos (como parar los desahucios) que fuercen al gobierno a cambiar o a irse.

Gamonal ha sido un ejemplo. Ahí se fue acercando la legalidad a la legitimidad y se contaba con el apoyo de la gente. No se trata de que el movimiento tenga que ser siempre pacífico pero sí debe tener siempre apoyo social detrás.

EG: Allí hemos visto casos en los que ha sido importante la creación de partidos, pero esa institucionalidad solo sirve cuando hay mucho movimiento en la calle. Sola no funciona.

ET: ¿Habéis tenido contacto con movimientos armados?

EG: Hemos hablado con personas que ahora no están movilizadas pero que formaron parte en el pasado de alguna guerrilla. En Perú, por ejemplo. A día de hoy, suelen criticar la jerarquía en la toma de decisiones y su lejanía de la población.

MC: Son distintas épocas. Bajo una dictadura, es lógico que haya movimientos armados. En cambio, cuando tienes otras herramientas no conviene porque se implica menos gente, limitas la influencia del movimiento. Es una cuestión de inteligencia política. Aunque cada sitio merece un debate detallado.

ET: ¿Qué pensáis sobre la autogestión de fábricas? ¿Podría ser una opción aquí?

MC: Allí, es una opción que ha demostrado ser válida no solo cuando hubo un cierre masivo de fábricas, sino también ahora que el desempleo ha bajado. Las fábricas ocupadas y autogestionadas funcionan incluso mejor que con el patrón. Evidentemente, ha habido casos que han fracasado, pero hay muchos ejemplos de éxito.

ET: ¿En qué países se han producido ocupaciones además de Argentina?

MC: Brasil, Uruguay, Venezuela… Pero sobre todo en Argentina porque allí ha habido apoyo del gobierno,  aunque también haya metido la zarpa y haya generado división.

ET: Y para acabar, decid algunas palabras de ánimo.

MC: «Animarsus » [risas].

EG: Que se puede. Las cosas no ocurren de un momento a otro, no son fáciles y a veces no se ve el horizonte. Son procesos que requieren formación, que requieren tesón, que conllevan sacrificio y conflicto, pero se puede.

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