Zurko es una asociación anarkocultural de El Saucejo (Sierra Sur sevillana) que nace a partir de la experiencia de otros muchos proyectos previos de sus integrantes. Un proyecto cargado de memoria y de futuro. En este número nos cuentan su historia.
Había algo que nos comía por dentro, de forma silenciosa y casi imperceptible, cuando imaginábamos proyectos culturales. Sin saberlo, reproducíamos mecanismos de acumulación y expansión propios del capitalismo, aunque nuestros fines fueran públicos y colectivos. Siempre pensábamos en llegar al mayor número de personas posible: a veces por un cuórum mínimo, otras por asegurar recursos que permitieran seguir creciendo. El emprendedurismo trasladado a lo colectivo generaba una carcoma, que acababa devorando a quienes llevamos otro mundo nuevo en nuestros corazones hasta destrozar proyectos o ser detonantes de derribos.
Por primera vez en treinta años de iniciativas culturales en un pueblucho a los pies de las cordilleras Penibéticas, en la encrucijada de caminos llamada El Saucejo, dejamos de sentir la necesidad de convencer, crecer o multiplicarnos. Desde que partimos aquella lápida llena de números tallados a cincel en nuestra piel, aprendimos a mirar el fondo del agua acumulada mediante surcos en el aljibe común: el depósito de tiempo, esfuerzo y dedicación de toda una vida. Y son muchas las veces que volvemos al aljibe para llenarnos de esos recuerdos que construyeron otro modelo de cultura, otro modelo de pueblo y hasta de comarca, y que dieron otro sentido a nuestras vidas. Uno de los principales motivos de tanta vuelta al aljibe es que, en su momento, no pudimos disfrutar de la mayoría de esos proyectos porque estábamos centradas en la reproducción.
Hubo un tiempo en que la palabra «surco» se usaba habitualmente en las labores de la tierra. Generalmente, el surco servía para modificar el curso natural del agua con herramientas como azadas o picos, derivándola hacia el lugar deseado. Eso, precisamente, es lo que pretendemos hacer con la cultura: llevarla al lugar que queremos, para que, una vez allí, decidamos qué hacer con ella. Pero sin emplear la letra s, porque por estos lares es signo de haberse ido a la capital de la provincia a estudiar o, peor aún, a la capital del Estado y haberse juntado con el pijerío rancio. Cosa que ninguna de nosotres hizo. Zurko se escribe y se pronuncia con z y con k, para que le pique a quien le tenga que picar.
En un lugar de cuatro mil quinientos habitantes es raro no coincidir en algún colectivo cultural con un mínimo de pensamiento crítico. Así, quienes formamos parte de lo que se autodenomina «asociación anarkocultural» venimos de proyectos anteriores como la revista Malojavio, el Poca Vergüenza Rock, la Asociación Juvenil Zajo, el KAI (Kolectivo Alternativo Independiente), el Ateneo Andaluz Carlos Cano, las chirigotas del Porrúo y de Navarredonda, el Zapatiesta Rock, la Asociación Feminista Buganvillas y la gestión asamblearia durante ocho años del Ayuntamiento, que consideramos uno de los ejes vertebradores del proyecto de gestión municipal.
Sin ese legado de cultura crítica y transformadora sería difícil entender los cambios sociales y políticos que permitieron una gestión distinta del Ayuntamiento entre 2011 y 2019. En un pueblo sin movimientos sociales y con un sindicalismo burocrático, la cultura fue el único contrapoder. Publicábamos revistas cuando la prensa llegaba con días de retraso por las infracarreteras (de Osuna a El Saucejo se tardaba una hora por una tortuosa carretera de sierra hasta 1999), organizábamos festivales de rock que moldeaban conciencias juveniles, levantábamos barras populares y alternativas en las fiestas, carrozas abiertas en romerías casi privadas, semanas andalucistas en torno al 4 de diciembre, huelgas del SAT/SOC convocadas por el Ateneo y chirigotas cuyas letras el pueblo entero tarareaba durante meses, multiplicando sentidos.
Antes de que Mark Zuckerberg inventara Facebook, creamos una web con un archivo fotográfico municipal de miles de fotos, que incluía un archivo histórico mediante recolección popular, un foro con opiniones que ya quisiera el del caralibro y una agenda cultural comarcal actualizada. El carnaval de día nació cuando la chirigota del Porrúo ocupó la calle principal y detuvo el tráfico cantando con «lxs viejxs verdes», o con la difusión en medios internacionales de la performance contra los feminicidios organizada por Buganvillas. Ahora sí, ya estamos dentro del aljibe.
Con la pérdida del Ayuntamiento tras un empate electoral y el posterior pacto de gobierno entre PSOE y PP —con su particular «asalto al Capitolio», en el que se retiraron algunas obras pictóricas del edificio adquiridas en las exposiciones programadas—, el espacio cultural crítico local quedó desahuciado, con su propio tiempo de duelo y casi de luto, necesario para cualquier actividad donde se deposita tanto esfuerzo y tiempo.
Y así nació Zurko, de una necesidad común. Porque la programación institucional ni siquiera nos abría el apetito y porque, por primera vez en mucho tiempo, no sentíamos la responsabilidad de ofrecer cultura para un público amplio, ni siquiera para quienes sabíamos que eran aliades. Nos bastaba con autosatisfacernos culturalmente y en formas colectivas —lápida hecha añicos—.
Había que limitar maderxs y redactar una declaración de intenciones en los estatutos, donde quedara claro que somos rojeras, feministas, antifascistas, antirracistas, antipatriarcales, anticapitalistas y defendemos la libertad sexual de cada persona y de cualquier colectivo.
Fue en un jolgorio en el otoño de 2023, en la biblioteca pública Juan Sánchez, como no podía ser de otra manera —lugar físico donde se fraguó la inmensa mayoría de proyectos y que nos dio cobijo en los largos inviernos de soledades rurales—. Allí corrió el vino de Tagua entre una exposición de cuadros y esculturas de Juanito Alfredo, los Cantes y Poemas para Helios Gómez, con el estreno de unas colombianas que aún tarareamos: «Tatiro tiro tiro tiro, todas somos Palestina», donde retoñamos, y los microorganismos culturales que llevamos dentro empezaron a generar funciones asamblearias y simbiosis. Porque, al contrario del imaginario común, en otoño empieza de nuevo la vida.
En cuanto a lo del apetito, tiene doble sentido, porque una de las cosas que caracterizan a Zurko es que todo acto debe terminar en torno a la mesa, para que nada termine y todo se prolongue —si comer es una necesidad, hay que colectivizarla—. Casualmente, la primera película proyectada en una de las actividades fijas, el cinefórum, fue El viejo roble, de Ken Loach, donde, en uno de los diálogos, se decía: «Quienes comen juntes permanecen juntes». Entendemos la cocina como una forma cultural más, y de las más importantes: cocinar para las demás y gozar en común.
Con Underground, de Emir Kusturica, mezclamos cine con un proyecto de recuperación de cereales de variedades antiguas de Ronda y entramos a formar parte de una red de agricultores, panaderías familiares y consumidores que prospera en estas sierras, altera modelos económicos, y fomenta economías locales y más sociales. Por eso decidimos que en nuestra mesa solo se sirviera cerveza Bandolera, porque, aunque sea de Transformando S.C.A., es más nuestra que todas las marcas, por más anuncios y gastos en publicidad que hagan intentando apropiarse de la cultura andaluza. Lo mismo con el vino de Tagua, que recupera variedades de uva tradicionales en una pequeña finca en La Puebla de Cazalla.
Estaba claro que una de las actividades principales iba a ser el cinefórum, porque, con tanta plataforma audiovisual, había que ofrecer una alternativa común que diera otro sentido al cine, que no fuera el de meras consumidoras con el trasero postrado en el sofá, y también para ver obras que serían difíciles de encontrar, porque están descatalogadas o no son tendencia. Tenemos la inmensa suerte de contar con un amplio rango de edad entre nuestrxs integrantes más habituales, lo que suma una gran riqueza humana y de conocimiento.
Somos autogestionarias en las formas y no recibimos ningún aporte económico institucional. Así, nos libramos de cumplir con compromisos que podrían alterar nuestra filosofía. Entre la cuota de les socies y la venta de cerveza Bandolera y vino en los actos, nos financiamos con un modelo basado en la confianza, en el que cada cual se sirve y deposita lo consumido en una caja de caudales común, derribando otro muro: el de sentirnos eternamente sirvientes y generadoras de jerarquías. Muchas de nosotras, durante una parte importante de nuestras vidas, no pudimos disfrutar de nada porque, mientras se desarrollaban las actividades, teníamos que estar descorchando botellines.
Estamos orgullosxs de ser el único grupo humano que ha realizado acciones contra el genocidio en Gaza en nuestra localidad. No por ser nosotrxs, sino porque, en un pueblo de estas características, no hay quien lo haga, y existe una necesidad humana de mostrar rechazo y solidaridad. La historia de nuestro colectivo coincide con el plan final de destrucción de los territorios ocupados por el ente sionista, y también ha estado presente en nuestros actos, como lo ha estado en la inmensa mayoría de colectivos críticos y transformadores del mundo. Este pasado verano realizamos un mural en el que participó la zagalería de lxs socixs del colectivo, tomando prestada una obra de @javirroyo basada en una parte del Guernica de Picasso. Ya en su día, con la colaboración de la asociación feminista del vecino pueblo de Los Corrales, Pueblo Unido, organizamos la exposición de J. Kalbellido Pazlestina.
Ahora, con el otoño y el paisaje cambiando del amarillo pajizo inflamable al verde esperanza —como alumbrado natural que fija CO₂ en lugar de emitirlo—, hemos celebrado el Zarao, la fiesta con garbanzos de la cooperativa de Marinaleda —productos locales y de temporada— y la presentación de nuestra revista, gestada durante más de un año.
En ella se abordan temas como soberanía alimentaria y digital, desmemoria histérica, viajes solidarios, autocuidados, recuerdos a un herrero artístico, música, propuestas alternativas para Halloween y el Día de les Muertes, y reflexiones de nuestros gurús Juan Dorado y Óscar García.
Para 2026 queremos darle una vuelta de tuerca y plantear actividades donde lo colectivo esté presente desde el inicio: talleres de elaboración de camisetas, concurso de contracarteles de feria, talleres ambientales y artísticos con el AMPA y otros jaleos.
Zurko son sus socies y las micorrizas con las que podemos contar: Óscar García, Sara Holgado, Gorka Julio, José Peral Scotta, Juan Kalbellido, Jno, Coral García, María Moliner y su diccionario, Juan Dorado, Antonio Orihuela, Juan Antonio Pavón…
Nos acabamos de enredar con El Topo, haciéndonos suscriptores, porque, si llegamos a salvarnos de este atroz sistema capitalista —en cualquiera de sus formas—, solo será de manera colectiva.
Aquí, en la sierra, ya se ve tierra en la parte de atrás.
¡Aquí tenéis un lugar para seguir ahondando en la madriguera y ser parte de este Zurko!

