nº19 | política andaluza

Salvemos Doñana (una vez más)

Doñana vuelve a estar de actualidad, esta vez por un proyecto de almacenamiento de gas natural en marcha que amenaza su integridad y que pretende usar espacio público para fines privados. Detenerlo es el objetivo de la Plataforma Salvemos Doñana, formada por más de cien organizaciones y casi cinco mil personas hasta la fecha.

Doñana ha vuelto al foco mediático en un escenario y con unos actores concretos: hay una empresa privada, Gas Natural, cuyo objetivo es hacer un depósito de gas donde dice que no hay ningún riesgo; unos políticos y una institución, la Junta de Andalucía, que están legitimando por vía legal este afán de lucro empresarial; y, por supuesto, está la «joya», Doñana, en teoría un patrimonio que hay que proteger.

«La empresa, Gas Natural Fenosa, asegura que ellos llevan ya cavando desde los años 80, algo que es cierto, han tenido durante los últimos 30 años la concesión de la extracción de gas natural del yacimiento Marismas, que se encuentra en el subsuelo de Doñana», explica Juan Romero, miembro del Consejo de Participación de Doñana por Ecologistas en Acción. «Pero una cosa muy diferente es que ahora, una vez agotan los pozos y el gas, intenten utilizar esos depósitos naturales del subsuelo público para inyectar el gas importado procedente de Qatar, Nigeria y Argelia, al sistema de Doñana, sobre todo cuando hay lugares distintos y hacerlo ahí es una auténtica barbaridad». Se ahorran, eso sí, las inversiones necesarias para construir depósitos en zona industrial, además de sacar las reservas suficientes para soportar la fluctuación de precios en el mercado del gas.

Los riesgos

«Hasta ahora, el gas baja de una forma integrada perfectamente en el subsuelo con unas características específicas y de momento no ha supuesto ningún daño. Cuando sufre una serie de transformaciones sí puede suponer en riesgo», asegura Romero. «Por ejemplo, ha habido un proceso reciente, en 2012, en el yacimiento Castor, frente a las costas de Tarragona y de Castellón, en zonas donde históricamente se había sacado con perforaciones metano y gas. Tuvo que ser finalmente cerrado, con la conclusión del Instituto Geográfico Nacional de que había relación directa entre los 400 seísmos registrados en el Mediterráneo y el proyecto. La empresa, cuando hace una declaración de impacto, resulta que dice que no había este riesgo sísmico; y, sin embargo, existía».

No en vano, el escenario geológico de la Comarca de Doñana es la falla Azores-Gibraltar, recuerdan los ecologistas, zona tectónica activa con alto riesgo sísmico. Un punto que fue ratificado por el geólogo de la Universidad de Huelva, Antonio Rodríguez, en la jornada informativa en Almonte en octubre, sobre la compatibilidad del almacén de gas con la conservación de Doñana.

«También dicen que no puede haber incendios ni contaminación por la mezcla de residuos químicos que se usan en la perforación. La empresa afirma que está todo controlado y que tiene un programa de vigilancia muy estricto», explica Juan Romero. «Pero el caso es que cuando se producen casos similares en el sector, y se desestiman por el Estado de la nación, en su caso por el Gobierno del PP, después de haberles dado el beneplácito, es porque hay riesgos y hubo riesgos. Es más, hay hasta una indemnización a esas tierras con dinero público que hemos pagado todos los contribuyentes, donde le dieron un carpetazo definitivo a los proyectos y los desestimaron. ¿Por qué? Porque había riesgos. Y estamos hablando de sitios que no gozaban de ningún tipo de protección, no eran una joya de la naturaleza como es el caso de Doñana».

El yacimiento Marismas ha sido dividido en cuatro partes para presentar cuatro proyectos diferenciados y que tuvieran que hacerse los informes de impacto ambiental por separado, según Ecologistas en Acción. Dos de los proyectos —Saladillo y Marisma Oriental— se encuentran dentro del Espacio Natural Doñana, mientras los otros dos —Marisma Occidental y Aznalcázar— afectan a la Red Natura 2000. Pero tanto el Comité de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como el Comité de Patrimonio Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza indican en sus informes que las evaluaciones de impacto ambiental de todos los proyectos deben incluir los efectos sinérgicos. Es decir, hay que evaluarlos en conjunto como un todo y disipar cualquier duda científica razonable sobre su inocuidad para el agua, la tierra y los ecosistemas.

Algo que no se cumple en este caso, según Ecologistas, que denuncian además que las evaluaciones están incompletas puesto que adolecen de un estudio riguroso y suficientemente exhaustivo de la hidrología y las aguas subterráneas. Los almacenes donde se inyectaría el gas estarían a unos 800 o 1000 metros, es decir, por debajo del acuífero Almonte-Marismas, que abastece de agua a los cultivos de la comarca y de agua potable a los municipios del Condado de Huelva. Lo que podría suponer una contaminación de las aguas debida a los productos químicos utilizados en los trabajos de sondeo y la posterior inyección de gas.

Entonces, según Juan Romero, «si hay dudas científicas y no hay un cien por cien de garantías de que no van a existir riesgos de ningún tipo, la propuesta es principio de precaución, principio de prevención y monte usted almacenes de gas alternativos, que existen. Doñana, como todos los parques naturales de España, supone menos del uno por ciento del territorio nacional. Venir a Doñana para montar un almacén de gas es, cuando menos, rizar el rizo. ¿La opinión pública no definiría como un disparate, por ejemplo, abrir el subsuelo de la Hermandad del Rocío? El grito llegaría al cielo. ¿La gente no llevaría el grito al cielo si Gas Natural quisiera hacerlo debajo de la mezquita de Córdoba o de la Giralda de Sevilla? Auténticos disparates. Porque son joyas de nuestro patrimonio cultural que hay que conservar y lo que importa es preservar ese monumento. Busquen un emplazamiento alternativo y no monten esa infraestructura que, también hay que decirlo, sería a perpetuidad en el tiempo. El almacenamiento no es para uno o dos años, sino indefinidamente».

A todo gas

El proyecto Marisma Occidental es el único de los cuatro puesto en marcha por Gas Natural hasta ahora. La empresa asegura en su página web tener ejecutadas las perforaciones en un 95 por ciento. Los trabajos están en marcha, «porque tienen mucha prisa, porque hay un gobierno en funciones que ya les ha dado el visto bueno. Hay un ministro implicado en los papeles de Panamá —que serán legales y todo lo que quieran, pero son paraísos fiscales— que firma la carta de reconocimiento de utilidad pública al proyecto y después dimite. Tienen mucha prisa y lo que pretenden es una política de hechos consumados. Lo van a parar cuando esté hecha toda la infraestructura y sea algo irreversible».

El proceso es el siguiente: «Traen el gas en barco desde Vitoria. En el puerto de Huelva lo meten a presión con compresores y de ahí al sistema de Doñana. Eso sí, tiene que tener, según ellos, la misma presión. Y ese es otro de los riesgos, aunque digan que no pasa nada: como te pases en la presión puede haber un desplazamiento de las aguas subterráneas, del acuífero de Doñana del que tanto hablamos. Hay que tener en cuenta que el acuífero hay que perforarlo, meter la tubería e inyectar el gas a presión. Si no está a la presión que tenía el subsuelo puede provocar una deformación del subsuelo y del suelo».

Por qué en Doñana

Juan Romero lo tiene claro: «Porque quieren ahorrarse muchísimos millones de euros sin tener que buscar emplazamientos alternativos. Doñana es un parque nacional, la empresa dice que ha adoptado almacenamientos de esa naturaleza en otros parques. Hemos entrado a bucear por internet a ver si es verdad o es mentira y no hemos encontrado ninguno. Y Doñana, además de ser parque nacional, está declarado como Patrimonio de la Humanidad. Así que sería un crimen poner el interés privado de unos pocos por encima del interés público general de toda la humanidad. Algo éticamente muy discutible. Y, cuando menos, tendrían que haber permitido más participación y transparencia. Nuestros políticos, los que tienen en sus manos toda la tramitación, tendrían que haber descartado esa posibilidad en Doñana y haberlos obligado a buscar una alternativa en otro lugar».

Presentadas alegaciones y recursos y con una plataforma ciudadana en contra, se está exigiendo la paralización urgente de las obras y la ejecución de las proposiciones no de ley aprobadas en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento andaluz, donde se pidió la comparecencia del consejero de Medio Ambiente. Según Romero, «él dice que no comparte la decisión de que este proyecto se implante en Doñana, pero que no tiene más remedio que darle los permisos a los que está obligado por ley porque de lo contrario prevaricaría y él no va a hacerlo. Salvo tres, el PP dice que el proyecto es legal, el resto de los partidos se han manifestado radicalmente en contra del proyecto. Ahora, las asociaciones ecologistas, todas, junto al mundo científico, de la cultura, a título individual y personal, hemos constituido la plataforma ciudadana y estamos dispuestos a juntarnos con todos. Como la que hicimos hace 25 años para frenar un proyecto urbanístico frente a las costas de Matalascañas y que, afortunadamente, fuimos capaces de ponernos de acuerdo y de paralizarlo. Después, el tiempo nos ha dado la razón». La empresa, por su parte, ha anunciado de forma pública que si la Junta parase el proyecto, esta le tendría que indemnizar con más de 350 millones de euros.

No es la única amenaza para Doñana

«La principal amenaza ahora es la falta de agua; se escapan las aguas del acuífero. Doñana era un gran humedal debido tanto a las aguas subterráneas como superficiales y como sigamos así vamos a tener un desierto a la vuelta de la esquina. Hay que buscar aguas superficiales, hay que ordenar la agricultura, reubicarla, para que se recuperen las lagunas. Lo saben las administraciones y estamos discutiendo cómo hacerlo. Pero hay muchos más problemas que resolver, como por ejemplo la recuperación de los cauces públicos, los ríos como el Guadiamar».

También hay que batallar contra la falta de concienciación y de valor de un espacio único. «Doñana es algo distinto cada mes. Pasa del cuarteamiento veraniego a ser un vergel en invierno con más de medio millón de especies, algunas muy simbólicas en peligro de extinción. Las administraciones tendrían que ser más exigentes a la hora de ordenar y clarificar el territorio. Si fuera así, la mayoría de las amenazas no existirían. El dragado del Guadalquivir, por ejemplo, necesita una rehabilitación integral, y no tanto un debate sobre el dragado en sí; sucede lo mismo con lo de mantener una agricultura intensiva y sin límite: eso no puede ser, porque el agua es limitada. Doñana tiene que ser recuperada, conservada, tanto por nosotros como por los que vienen detrás».

Firma el manifiesto: http://www.salvemosdoñana.es/

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