nº30 | está pasando

Lo que no se ve, ¿no existe?

«Que no son, aunque sean.» 

Los nadies, Eduardo Galeano

No se puede comprender el área del Pumarejo sin atender a su devenir histórico. Fue corazón del «Moscú sevillano», y necesitamos sentir-pensar que algo de esa esencia queda. Fue barrio obrero y fabril olvidado durante años. Aún recuerdan las vecinas nativas del barrio el «respetito» que daba en los sesenta pasar por sus calles aledañas de noche. Como en cualquier barrio con esencia de cualquier ciudad medianamente atractiva ha sufrido el proceso de gentrificación correspondiente. Durante este proceso, las personas residentes de ingresos más bajos se vieron obligadas a abandonar el barrio, a desplazarse hacia otros periféricos perdiendo en numerosas ocasiones sus redes de apoyo y confianza. Y en los últimos años, la gentrificación mutó a turistificación, proceso que, en pro de favorecer el turismo, está acabando con la poca esencia que queda y terminando de desplazar a las personas con menos ingresos, los pequeños comercios, los talleres artesanos…

La Plaza del Pumarejo es una suerte de aldea gala en la que aún resisten y coexisten diferentes formas de vida en continuo equilibrio dinámico y no sin tensiones entre las personas que la habitan con o sin casa. Queremos aclarar que reconocemos la dificultad de la situación. Las personas sin hogar se encuentran la mayoría de las veces en situaciones de medicación, de extrema precariedad y sin recursos para asearse o satisfacer sus necesidades más básicas. Esto provoca que en ocasiones presenciemos peleas violentas o encontremos excrementos y orines en las zonas cercanas a la plaza. Es una zona con una alta concentración de personas sin hogar debido, imaginamos, a la presencia del comedor de las monjas o del albergue. Por otro lado, consideramos que la propia estructura de la plaza ofrece cierta disposición a la seguridad socializada y genera una menor sensación de vulnerabilidad en las personas que duermen a la intemperie que en zonas más periféricas. Esto es herencia del barrio popular que fue, donde la convivencia se caracterizaba por la vida reconocida como interdependiente y comunitaria, donde el apoyo mutuo era la base para la supervivencia. Bien es sabido que en los populares patios de vecindad, la solidaridad con quien pasaba necesidades estaba a la orden del día, que la palabra exclusión no se conocía y que las alegrías y las penurias eran vividas de manera común.

Las que vivimos día a día esta plaza, sabemos que las personas sin hogar (además de lo anteriormente mencionado) conviven con los veladores del Umbrete, con las vecinas que nos apropiamos de ella como espacio de relación espontánea, con los colectivos vecinales que practican intervenciones de carácter político-cultural-festivo. Es, además, recurrente escenario de protestas y reivindicaciones, y cada sábado —sin falta— se monta el mercadillo cultural Pumarejo. Todas estas personas aportan su energía, práctica y saberes para generar un espacio de convivencia autónomo, diverso y humano. Sin embargo, parece que queda invisibilizado, que esto no sucede y que solo se dan los conflictos «no deseables».

Hoy, el desierto neoliberal está acabando con esa idea de vida en comunidad justo a las puertas de un edificio que es símbolo de este tipo de vivienda colectiva (la Casa-palacio del Pumarejo) y que continúa en resistencia defendiendo el derecho a la vivienda y a la ciudad.

De hecho, la estrategia del Ayuntamiento de Sevilla para solucionar esta situación está basada en la presencia de patrulleros y la sustitución de bancos (generalizando la presencia de los llamados bancos «antimendigos» que evitan que las personas se puedan tumbar) para evitar la presencia de indigentes. Y esta estrategia está consensuada con algunxs vecinxs pero sin contar con la opinión y propuestas de otrxs vecinxs y colectivos. También se ha producido una tala salvaje de los árboles procuradores de sombra, convirtiéndola en un no-lugar totalmente inhóspito durante los meses de verano. Es una lógica más del modelo de ciudad neoliberal segregada, maquillada, consumible, que criminaliza a lxs pobres y no a la pobreza. Y nos preocupa, y mucho, que esta manera de concebir la situación esté siendo asumida por parte de algunxs vecinxs que no han sabido o podido reivindicar otras maneras de dar respuesta a la situación.

Desde hace años vamos viendo cómo la administración promueve y diseña la ciudad hostil, monitorizada y deshumanizada por encima de la ciudad amable, inclusiva y justa. En este caso, que bien conocemos por tantas y tantas horas de sociabilidad y enreo, se nos ha dejado sin sombra, sin pobres y con un patrullero presente de la mañana a la noche. Se diseña así un escenario que esconde la realidad social; donde el control sobre los usos y comportamientos «no previstos» o «indeseados» en el espacio público paralizan nuestra libertad de apropiarnos y vivir la ciudad. Pero estas medidas, lejos de solucionar, desplazan el «problema» hacia zonas menos visibles atendiendo a la lógica de que lo que no se ve, no existe.

De manera que, frente a la situación de la plaza, las medidas propuestas son la militarización del espacio público con la presencia de patrulleros de manera continuada, la eliminación de sombra y la colocación de mobiliario urbano hostil e individualizador. Inevitablemente, todas estas medidas persuaden a evitar la experiencia de pasar un rato en «la plaza». Así nos quieren, o eso parece, individualizadxs, controladxs y con poco deseo por ocupar el espacio público, principal contexto donde socializar, donde construir colectivamente y dar respuestas en común a las problemáticas que surjan.

La ciudad es cambiante, diversa, polisémica, y se debe construir como pacto social. Queremos seguir siendo vecinas autónomas que la habitan, que toman sus propias decisiones y tienen su propia voz; que visibilizan lo invisible, que colaboran y resignifican el espacio urbano a pesar de la violencia y el desprecio de la administración y los poderes privados. Queremos seguir defendiendo la colaboración y el apoyo mutuo como práctica revolucionaria, solidaria y propia.

Pensamos que la vida asoma por encima de falsos debates en un barrio donde temas como la ecología (solo hay que observar la movilización vecinal contra la tala de árboles), el feminismo (manifestaciones y comunicados contra las agresiones machistas en sus calles) y la justicia social (gran cantidad de organismos y colectivos sociales) están en el centro y en la verdadera agenda política del día a día de muchas de sus vecinas.

La Delegación de Sevilla de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA Sevilla), la Oficina de Derechos Sociales (ODS), la Asociación Vecinal del Casco Norte La Revuelta y Mujeres Supervivientes han realizado una denuncia pública de estas políticas y están trabajando colectivamente por intentar proponer otro tipo de políticas que afronten el problema de raíz… Seguiremos informando.

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