nº23 | política global

LA FATIGA DEMOCRÁTICA

Desde Francia con Amour

"Nos dijeron que los manifestantes no tenían ningún propósito. No les faltaba razón: solo querían vomitar el mundo" Romain Gary

Nos cansan

¡Oh que si nos cansan, pero no nos van a doblegar!.
Como sabemos, la farsa se gestó desde el principio. Fue el abad Sieyès – autor de ¿Qué es el Tercer Estado? y defensor de la nación como poder constituyente – quien nos enseñó la diferencia entre representación y democracia. El topo de la revolución – como le llamaba Robespierre – decía en 1789: «Los ciudadanos que designan a sus representantes renuncian y deben renunciar a hacer ellos mismos la ley; no tienen ninguna voluntad particular que imponer. Si dictaran sus voluntades, Francia no sería este estado representativo; sería un estado democrático. El pueblo, repito, en un país que no es una democracia (y Francia no debe serlo), no puede hablar, sólo puede actuar a través de sus representantes.» Breve lección para los devotos de la actual parálisis que ven – todavía – en las elecciones un fundamento democrático. La llamada Democracia no existe, o en cualquier caso, nunca donde se la nombra.

El imperio de la ley está en avanzado estado de putrefacción. La ley, despojo titubeante, que una vez mantuvo al Todo en orden, ni siquiera sabe de dónde le vienen los golpes: ¡bim! reforma laboral, ¡bam! reforma del derecho penal, ¡bum! juezas y jueces vilipendiados cuando tocan a políticos corruptos o a sus perros guardianes. Lo que hemos aprendido desde finales de 2015 es la tranquilidad con la que el ordenamiento jurídico ha mutado hacia un estado de excepción. Excepción que se ha convertido en regla.

Hemos re-aprendido a nuestra costa lo que Walter Benjamin señaló en su Tesis sobre la filosofía de la historia: «La tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla. Debemos llegar a una concepción de la historia que corresponda a este estado. Tendremos entonces ante nuestros ojos nuestra misión, que consiste en procurar el advenimiento del verdadero estado de excepción: así nuestra posición frente al fascismo se verá en consecuencia reforzada».

¿Cómo lidiar con este desastre, con el ascenso del fascismo, de los racismos, con el estado de excepción permanente, con el gobierno autoritario, con la destrucción de nuestras comunidades, con el exterminio de la biodiversidad? Preguntas tan enormes que casi nos abocan a esperar la llegada del Mesías. La tarea es inmensa, pero nada va a pasar mientras permanezcamos inmóviles. Una certeza: en la actualidad no hacer nada es suicida. Y vomitar no es suficiente.

Salimos a buscar noticias a ninguna parte atrapados entre la esperanza y la fatiga, entre la memoria comunalista y la decepción electoral. Aquí os presentamos algunas observaciones.

Algunas chispas en tiempos suicidas

Fueron cientos quienes optaron por galopar alegremente por las calles de París antes de la primera ronda de las elecciones «Pestilenciales». Esta ovejas negras oscilaban entre dos estados opuestos. Por un lado quienes cedieron a la omnipresente propaganda republicana y sus mandatos a votar. Por otro a quienes el zumbido de sus neuronas les decía que la máquina había gripado y estaba a punto de descarrilar. Esta última sensación se manifestó en pequeños detalles, ligeras fisuras, irrupciones de poesía callejera en los muros de Babilonia.

Sí, el gran circo electoral tiene al menos una virtud: los muros son menos grises de lo habitual en París. Pintadas más o menos inspiradas, más o menos políticas, más o menos irreverentes. Los carteles «oficiales» eran cuantitativamente más numerosos – La Francia Insumisa de Melenchon y el «Frexit» de Asselineau monopolizaron las discusiones, sus devotos rezumaban un stajanovismo optimisma rozando la patología – pero las llamadas al boicot no se quedaron atrás, incluyendo los de la autoproclamada «Generación ingobernable».

¿Anecdótico? No tanto. Estas inscripciones en los muros traducen la omnipresencia de un sentimiento cada vez más compartido: durante este final de campaña con hechuras de patio de manicomio, al rey republicano nunca antes se le había visto tan desnudo y ridículo. En el libro  La miseria de la política[1], un Comité Erótico Revolucionario resume la situación: «Lo podemos afirmar sin lugar a dudas: rara vez una campaña presidencial se ha llevado a cabo con tanto cinismo y demagogia, desprecio y mentira, con todos los candidatos presentándose como «anti-sistema» mientras son sus patentados defensores«.

Y puesto que el gran Barnum[2] es cada vez más lamentable, no sorprende observar movilizaciones, no ya contra los bufones responsables de la representación, sino contra el principio mismo de su existencia.

Debates entre primera y segunda vuelta

«Todo no ha sido exterminado, todavía queda un rayo de esperanza. Si no nos lo creemos entonces todo estará acabado. Yo me lo creo. Estas palabras son de Oreste Scalzone durante una movilización después de la primera vuelta. De origen italiano, Oreste jugó un papel central en el movimiento autónomo siendo co-fundador del movimiento Potere Operaio en 1969, activismo que le llevó al exilio francés. Esa noche evoca ante medio centenar de personas su libro colectivo La miseria de la política, alegato implacable contra el sistema político contemporáneo, recordando que «la crítica radical al capitalismo sólo puede proceder de un rechazo también radical a sus instituciones políticas y jurídicas.»

Este libro reúne diversas voces de la izquierda radical que han optado por el rechazo a las urnas como un preámbulo necesario. Clement Homs, coautor, dice la «política» y la «economía» son sólo esferas de la misma totalidad social, subsistemas complementarios que se refuerzan. El Estado es, pues, la otra cara de la mercancía, como la mercancía es la otra cara del Estado».

La acción política propuesta está al margen del sistema existente. Tratar de poner los cimientos de una insurgencia basada tanto en el rechazo como en la creación de nuevos posibles. La chispa es necesaria ya que permite abrir grietas. Otro orador habitual en contextos autónomos parisinos conocedor del México insurgente recordaba que «el espacio de autonomía zapatista fue creado al principio desde un enfoque de insurgencia violenta. Fue entonces cuando las bases más estables fueron capaces de desarrollarse».

La resaca

Es difícil describir la alegría generada tras una manifestación espontánea. Un paseo libre y ofensivo, salvaje. El galope de doscientas personas por las calles de París arañando la superficie de la apatía durante dos horas es de una eficacia política dudosa. Pero deja una pequeña victoria; la impresión de conquistar durante un corto período de tiempo un espacio donde lo político, aún siendo anecdótico y difuso, retoma algo de sentido. Una observación  bien formulada por Lola Lafon[3]: «Lo que hacemos esta noche es inútil. No cambiará nada. Escribiremos palabras en la ciudad. Algunas miradas pasarán[…], se pararán, las interrogarán. Un respiro de cuestiones en un espacio cuidadosamente ordenado de respuestas infalibles que se suceden unas a otras». Esto es exactamente lo que sucede este 24 de abril deprimente después del anuncio de la victoria de los psicópatas.

«Una cosa me sorprende enormemente,

[…] en estos tiempos científicos desde los que escribo,

que después de los escándalos cotidianos,

todavía pueda existir en nuestra querida Francia […]

un votante, un solo votante, este animal irracional,

inorgánico, sorprendente, que consienta

perturbar sus asuntos, sus sueños

o sus placeres, para votar a favor de

alguien o de algo. »

Artículo original de Émilien Bernard para el CQFD de mayo 2017. Traducido y adaptado por Óscar Acedo, Equipo de El Topo.


[1]Obra colectiva en la que participan Jérome Baschet, Oreste Scalzone y Clément Homs (2017, Divergences)

[2]Cirquero maestro de la manipulación psicológica

[3]Libro “Nous sommes les oiseaux de la tempête qui s’annonce” (2011)

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