nº55 | la cuenta de la vieja

LA DOTE DE LA AMISTAD

LOS DINEROS DE LAS BODAS

Las stories de Instagram nos van informando de lo que piensa la gente, el humor mediante los memes, la música que le gusta… pero, sobre todo, lo que hace en su día a día o de manera extraordinaria. A partir de mi perfil, llevo un 2022 en el que cualquiera de las personas a las que sigo, independientemente de su edad, sexo, estatus, si le conozco o no, amigue o famose, tienen algo en común: han asistido a una boda.

Pero, antes de nada, ¿qué pasa con las bodas? Este fenómeno, que vivió una pequeña decadencia dentro del Estado español, bajo su número entre 2006 a 2014 de manera paulatina. Sin embargo, es bien sabido que las bodas no pasan de moda. Este ritual tan antiguo volvió a subir hasta que en 2020 sufrió un bajonazo, de 166.530 el año anterior, a 90.670. Como a todo el mundo le sonará esa fecha, no hace falta recordar que ese año se paró el mundo, pero también la manera de relacionarnos, de reunirnos y un millón de maneras de vivir nuestra cotidianidad; y, sin embargo, aunque en menor medida, las bodas siguieron. El 2021 cerró con 147.823 casamientos, volviendo a las cifras similares a las de otros años, como si no hubiera pasado nada. Las cifras de este año, aunque queda por acabar, señalan que el primer trimestre de 2022 en Andalucía se celebraron 4.930 nupcias.

Pero yo no vengo aquí a juzgar a quien se casa, el por qué, si el matrimonio es una institución obsoleta, etcétera. Vengo a hablaros del motor del mundo, los dineros, pues es ineludible que el capitalismo ha reconocido la cosa y la ha asimilado hasta niveles insospechados.

Si es cierto que cada boda es un mundo y la manera de pagar en ella es diferente —como por ejemplo en el Saucejo, donde la tradición, por lo visto hasta hace unos años, era que les invitades ponían el dinero sobre una bandeja y se tiraban los billetes a la salida de la boda. Otro ejemplo particular que ha llegado a mis oídos es el de que en Herrera se invita a todo el pueblo a la boda, se ponen mesas largas y, según tu grado de cercanía a la pareja, te arreglas más, te sientas más cerca y das más dinero. Pero para este artículo no me puedo parar en cada situación antropológica, porque esto va de economía y, como tal, hablaremos en líneas generales. Se calcula que una boda cuesta de media unos 20.808 € en el Estado español, la media por lo alto son 23.369 € y por lo bajo son 14.907 €. Como buen país con una diversidad cultural y, por supuesto, económica, este gasto depende también de la comunidad autónoma. Por ejemplo, es en Castilla-la Mancha donde más dinero se gastan en bodas, con una media de 33.355 €, mientras que Andalucía está en la cola gastando una media de 17.797 €, solo superada por Canarias. Piensen que el sueldo mínimo interprofesional en nuestro país es de 1.000 €, aunque las precarias sabemos que a veces a una casa no entra ni eso. Aunque hagan falta dos para casarse según nuestra legislación, no todas las parejas corren con la suerte de tener un sueldo por cabeza, así que situémonos: mínimo una persona tardaría más de quince meses si invirtiera todo su sueldo en una boda baratita. Pero entonces, ¿cómo consigue el dinero esta generación que va empalmando crisis con crisis? Pues bien, para qué queremos el ahorro personal si tenemos a los bancos. Me fascina que haya préstamos de grandes bancos que son solo y exclusivamente para ese día tan especial, y esos grandes altruistas que son las entidades bancarias en sus webs te recomiendan cómo hacer las cuentas, porque claro, mínimo si quieres a alguien y que todo el mundo lo sepa hay que demostrarlo gastándose en un día más de 20.000 euros. Además, cuando vas mirando hacia donde van dirigidos los gastos (peluquería, vestido, flores, etc), si le pones el apellido novio, novia, boda, el precio aumenta, pues está claro que es el mercado amigo, que la gente va a querer que ese día sea inolvidable.

Pues bien, no me ha parecido solo fascinante la cantidad de dinero que se gasta una pareja, y su querido banco, en una boda, sino que, aquí viene lo mejor, la otra gente que tiene que demostrar que les quieren; les invitades. A estas alturas del año, tengo más de une amigue que ha asistido a tres bodas y la próxima invitación le da pavor. No es que no quiera que la gente viva fuera del pecado, en la monogamia (o no) o simplemente pegarse una buena fiesta, es que parece que en el siglo XXI quienes pagan la dote son les invitades. Existe la tradición en nuestro país, muy mal vista por otros lugares, de pagarse, mínimo, el cubierto. Este compromiso social que se disfraza de regalo ha llegado a mis oídos que puede ser incluso reclamado en forma de bizum meses después de la boda. En España, solo este regalo suele ser de unos 108 €, dato que sube a entre 156 € y 180 € en la ciudad donde se redacta este periódico. Pero pensemos bien, no solo es el regalo, también está el vestido o traje, los zapatos, la peluquería, el maquillaje (pa quien lo quiera), etc. Ponle 150 euros más, siendo optimista. En todo esto se te puede ir lo que has tardado en ganar una semana en tu trabajo de mierda, porque claro, hay que demostrar que tú también quieres a les novies: la dote de la amistad o de les familiares lejanes se paga así.

No me malinterpretéis y, querides amigues que leáis esto, sigan invitándome a sus bodas, de las que disfruto mucho emborrachándome y perreando con la novia. Sin embargo, os ofrezco también alternativas a ese impuesto estético de la boda, bajando la dote de la amistad. No olvidemos que el capitalismo se puede desquebrajar con estrategias como el decrecimiento. No compres, reutiliza o que te presten todo lo material que lleves ese día en el cuerpo. También puede regalarse algo más alternativo, como ser la DJ de la boda, la fotógrafa o poner tu fuerza de trabajo artística en un regalo para esas personas que quieres tanto y que van a celebrar que se quieren. No hay manera de ponerle precio al amor y menos al de les amigues, así que id siempre a por el acto más subversivo que podáis, que ahí es donde está el afecto.

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