nº56 | política estatal

Juventud, precariedad… y antirracismo

Hace cerca de un mes se publicó el Estudio sobre percepciones y actitudes racistas y xenófobas entre la población joven de España, que realizamos desde Andaira S. Coop. para CRS-FAD. Los resultados del mismo ponían de manifiesto cuestiones que, si bien no se evidencian por primera vez, son de gran importancia: en nuestra sociedad existen pensamientos racistas; operan actitudes y comportamientos vinculados con la discriminación y la xenofobia; y que hay personas que las sufren de manera especialmente exacerbada, como la población gitana.

Lo que trasladaron los medios de comunicación fue, en muchos casos, una simplificación de los resultados enunciados de manera equívoca que más que propiciar una reflexión como sociedad blancamente supremacista, invitaban a una estigmatización de la juventud casi como si fuese la única portadora de nuestra parte racista, y que parecía apoyarse en el rancio «la juventud ya no tiene valores».

Este estudio, sin embargo, también ofrecía matices e incluso espacios de fuga que podrían permitir el refuerzo de valores e identidades superadoras de las diferencias basadas en el lugar de origen o la pertenencia étnica. Me sale, con esto, poner el acento en algunas cuestiones que no han saltado a los medios y que contrarrestan lo anterior.

Como punto de partida previo, lo que esta investigación evidencia de nuevo es que la precariedad y la dificultad de acceso a dimensiones básicas para el desarrollo de la vida social son cuestiones definitorias de las condiciones de existencia de la juventud.

Si bien la edad en sí misma no configura un grupo social homogéneo en términos socioeconómicos, ni iguala los valores y actitudes, sí supone una dimensión esencial por el hecho de compartir un tiempo y un lugar en el desarrollo de la vida. La juventud en nuestro país (sin obviar diferencias internas basadas en la clase, el género o la etnicidad, entre otras) se enfrenta a importantes dificultades que, por el «efecto generación», experimentan de manera diferencial a otros grupos de edad. El acceso a dimensiones 
hasta ahora esenciales en el desarrollo de la vida social, como el acceso al empleo (digno) o a la vivienda (digna), se han convertido en retos importantes, por no decir imposibles, para la juventud.

En el estudio mencionado, un tercio de las personas jóvenes (15-29 años) que vive con sus padres señala hacerlo por no contar con el marco laboral y económico que le permita emanciparse y asciende a más de la mitad de las personas de entre 25 y 29 años. Además, «el mercado de trabajo: falta de empleos, precariedad, bajos salarios, etc.» se señala como la principal preocupación de la juventud (la salud mental es la segunda).

Como enunciaba Cea D’Ancona, M., en Los efectos de la crisis económica en la molduración y evolución de la opinión pública española ante la inmigración (2015), el rechazo a la inmigración «será mayor en personas de menor estatus socioeconómico y laboral, independientemente del contexto económico: la población con más probabilidad de competir y convivir con inmigrantes en ámbitos laborales, educativos y de vecindad». Podría esperarse que, siguiendo esta tesis, la juventud se relacionase fuertemente con opiniones y actitudes racistas y xenófobas. Sin embargo, los resultados del estudio lo que muestran es que, en el Estado español, esta es mayoritariamente antirracista.

Es cierto que existen actitudes y opiniones marcadamente discriminatorias y xenófobas entre un sector de la juventud, especialmente vinculada a quienes se posicionan ideológicamente en la extrema derecha y más asociada a la masculinidad que a quienes se declaran mujeres. Aquí no se pretende reducir la gravedad e importancia de estas actitudes ni de algunas cuestiones especialmente sensibles que también se han evidenciado, como el rechazo a que determinadas minorías sociales ocupen posiciones de poder, o la discriminación que sigue sufriendo de manera aguda la población gitana. Sin embargo, y sin quitar importancia a lo anterior, los resultados del estudio muestran una predominancia de actitudes y pensamientos antirracistas entre la juventud, entre los que destacaría los siguientes:

• Entre los elementos que influyen más en la difusión de discursos racistas, las personas jóvenes destacan con claridad dos elementos principales: la imagen que se da de la inmigración en algunos medios de comunicación (60,4%) y las propuestas xenófobas de partidos de extrema derecha (49,7%).

• Más de la mitad de las personas jóvenes señala que entre sus amistades o familiares cercanos hay personas con un origen étnico distinto del suyo, lo que evidencia entornos emocionales relativamente diversos. Además, más del 60% indica que entre sus referentes se encuentran personas con un discurso comprometido con causas antirracistas.

• La juventud muestra mayor grado de acuerdo con enunciados de posicionamiento antirracista, vinculados con la protección social de colectivos vulnerables, la cobertura universal del sistema sanitario, la atención a menores no acompañados y la apreciación positiva de la diversidad étnica y cultural.

• No ha habido un fortalecimiento de valores materialistas e individualistas, como podría esperarse, sino que los que han venido aumentando se relacionan con valores de tipo comunitario y transnacional. Además, valores vinculados con la diversidad, el feminismo y la identidad juvenil parecen situarse por encima de las diferencias basadas en el lugar de origen o la etnicidad, lo que puede hacerlos funcionar como elementos cohesionadores y para la reducción de la otredad basada en la dimensión étnico-racial. Teniendo todo esto en cuenta, es posible que la juventud pueda ser más bien un buen referente para quienes piensan que «se han perdido los valores», y que «la juventud ya no es lo que era». Sin entrar en qué era antes la juventud y siendo necesario seguir confrontando la discriminación y xenofobia, afortunadamente, hoy la juventud es mayoritariamente antirracista.

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