nº48 | todo era campo

Historia de un Estado fallido (I)

Afganistán

Afganistán vuelve a abrir telediarios. Los acontecimientos de los últimos días parecen haber sorprendido al mundo entero. Mientras tratamos de buscar un por qué de esta situación, parece que hemos ignorado la historia de este país, esa disciplina que nos ofrece las claves necesarias para comprender el pasado y explicar el presente.

En los últimos días, Afganistán ha vuelto a ser ese país hacia el cual el mundo entero ha girado sus ojos. Una impresionante, a la par que efectiva, blitzkrieg por parte de los talibán les ha aupado al poder y todo el sistema político-institucional, diseñado por EEUU y sus aliados, se ha desmoronado en cuestión de días. La prensa convencional no para de ofrecernos imágenes y datos históricos inconexos que por sí mismos explican poco. Sin embargo, el conocimiento de los procesos históricos de este país nos ayuda a la hora de ofrecer explicaciones válidas sobre lo que ha sido calificado por Armen Laschet (sucesor de Angela Merkel al frente de la CDU) como «la mayor debacle que ha sufrido la OTAN desde su creación».

Afganistán es un país montañoso enclavado en Asia Central y fronterizo con Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, China y Pakistán. La presencia humana en este área se remonta al séptimo milenio a.n.e. Su posición estratégica posibilitó que grandes civilizaciones como la helenística en tiempos de Alejandro Magno, la islámica o los mongoles pasaran por allí, enriqueciendo sobremanera su cultura. Afganistán también estaba inserta dentro de las grandes rutas comerciales que conectaban Oriente con Occidente. Sin embargo, lo que realmente nos interesa es su pasado más o menos reciente, es decir, a partir de la proclamación en 1747 de Afganistán como Estado.

Para comprender la deriva de Afganistán debemos mencionar la composición multiétnica y religiosa del país. La etnia mayoritaria sería la de los pastún, practicantes de la variante islámica sunita (y por lo tanto, opuestos a los chiíes). Otros grupos étnicos vendrían a ser los tayikos, también sunitas; hazaras (chiíes), el grupo étnico más pobre de todos y foco de gran parte de los odios del resto de etnias; y otros como los uzbekos, nuristanos, turcomanos, etc. La importancia de conocer esta amalgama de etnias, lenguas y religiones radica en que la proclamación del Estado afgano responde al proyecto de afirmación nacional pastún, es decir, la aparición de estructuras e instituciones estatales en Afganistán es producto del enfrentamiento entre pastunes y persas (recordemos el enfrentamiento religioso entre sunitas y chiitas).

Su primera capital será Kandahar, al sur del país, zona donde se asientan los pastunes, y desde allí comenzarán su expansión hasta los límites de las posteriores repúblicas soviéticas del norte. La lucha de los pastunes contra el resto de pueblos que habitan Afganistán ha comenzado. Los pastunes no son capaces de dominar completamente el territorio, lo cual dificulta la consolidación del Estado. A finales
de siglo, la capital será trasladada a Kabul, en una posición más central que Kandahar, aunque los problemas en regiones donde los pastún son minoritarios continúan.

Durante el siglo XIX, y en el contexto imperialista del momento, Afganistán se verá envuelta en no pocos conflictos. La expansión rusa por el continente asiático amenaza la joya de la corona británica, la India. El resultado final del Gran Juego sería convertir a Afganistán en un Estado tapón que separara ambos imperios. Veremos hasta tres guerras anglo-afganas en los años que van desde 1838 a 1919. También es reseñable que Afganistán se convirtió en protectorado inglés durante esta época, manteniendo cierta independencia. La geografía afgana y el carácter revoltoso de sus habitantes dificultaban la tarea de controlar el país. A todo ello se suma la política cambiante del monarca Abdur Rahman Khan. También es en esta época cuando comienzan las matanzas de hazaras. Al fin y al cabo,
la mejor manera de conseguir cohesión social es buscar un enemigo común y los hazaras eran el blanco perfecto. Por si no fuera poco, los cambios fronterizos impuestos por las potencias imperialistas se materializan a través de la Línea Durand (1893). Afganistán perderá una franja de mayoría pastún en favor de Pakistán (India británica en ese momento). La historia nos ha enseñado que estos cambios fronterizos no han sido una buena idea.

Aunque la participación de Afganistán en la I Guerra Mundial es discreta, el país alcanza la independencia total en 1919. Asimismo, la situación interna comienza a ser bastante inestable. En un país de mayoría musulmana (y sunita) aparecen los primeros movimientos secularizadores. En esta problemática, el componente étnico también tiene su peso.

Hasta la subida al trono de Mohamed Zahir Shah (1933-1973), el país se encuentra al borde de la guerra civil. El nuevo monarca continuará el proyecto estatal pastún (Zahir Shah pertenecía a esta etnia, como casi todos los gobernantes afganos), pero en esta ocasión con un carácter étnicamente integrador (hazaras incluidos), moderno e incluso protodemocrático. Aparecen los primeros partidos islamistas, así como prosoviéticos (Partido Democrático del Pueblo Afgano). Diversas crisis políticas y económicas estarán en las causas del golpe de Estado que derrocó a Zahir Shah. El relevo lo toma su primo Sadar Muhammad Daud, quien había dirigido el golpe de Estado. Sin embargo, las crisis continúan, las reformas no funcionan y correrá la misma suerte que su predecesor.

Tras un levantamiento siguiendo el asesinato y encarcelamiento de militantes y dirigentes del Partido Democrático, el poder recaerá en Nur Muhammad Taraki, de este mismo partido, inaugurándose el periodo conocido como la Revolución de Saur (1978) y acercándose progresivamente a la URSS, que incluso se reserva el derecho de intervenir militarmente en Afganistán gracias a la firma de un tratado de amistad y cooperación (1978). La situación en el país es caótica, una nueva guerra civil ha estallado entre islamistas y prosoviéticos y Nur Taraki es asesinado en 1979. Su sucesor Hafizullah Amín, aunque socialista, promulgará medidas favorables al islam en un intento de reconducir la situación con resultados insatisfactorios. Este mismo año triunfa la revolución islámica en Irán y sabemos perfectamente que las revoluciones son contagiosas. En plena Guerra Fría, la URSS no puede permitirse perder un aliado como Afganistán y decidirán intervenir en el país. El Vietnam soviético ha comenzado.

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