nº38 | construyendo posibles

El vacío en Madrid

Centros sociales autogestionados, desalojos y afectos

Ganar y perder La Ingobernable

Un centro social autogestionado como La Ingobernable es un condensador de actividad y de creatividad urbana difícilmente comparable con cualquier otro espacio en la ciudad. Esta intensidad es algo propio de los deseos de afecto y organización colectiva alegre de las personas que habitan un territorio. No es fácil organizarse con alegría ante los retos de la vida urbana contemporánea: la precariedad, la xenofobia, la dificultad de acceso a la vivienda, a los consumos básicos, el individualismo de las formas de vida, etcétera.

Un desalojo es un proceso intenso. Hay intensidad física sobre los cuerpos y el espacio, pero también una intensidad afectiva, política. El anhelo de espacios seguros para el desarrollo de estos proyectos es un motor de superación para las comunidades que los sostienen. Condensan una cantidad de actividad muy superior a la de centros públicos gestionados por la Administración o por entidades privadas, y esa actividad, autogestionada y abierta, es un motor de afecto al tiempo que genera instituciones monstruosas para la ciudad convencional. «Un desalojo, otra okupación» es un grito que resume un deseo, una forma de estar, pero que no los agota. El vacío que genera dejar de gestionar un territorio así es una fábrica de movilización en sí mismo: la búsqueda de otro lugar para seguir cuidando la ciudad.

Treinta años de hilo. Continuidad y discontinuidad

No es nuevo, desde los años noventa se han sucedido centros sociales autogestionados en el centro de Madrid. Cada desalojo genera un vacío, pero también una latencia. Si vemos ahora cómo en hacerlaboratorio.net se recuperan archivos, elementos de memoria y formas en que la experiencia de los Labos (sucesión de centros sociales en Lavapiés entre 1997 y 2003) ha perfundido en diversas prácticas, podemos hacer evidente que la potencia de un centro social no acaba con su desalojo. Más bien, podemos ver cómo convive un carácter mutante y diverso con una continuidad de sentido. No se parece tanto a la continuidad entre windows 95 y windows 10, si no al carácter copyleft/copyfight del movimiento hacker y por una cultura libre. Es decir, se parece un poco más a la lógica de la biología: mutaciones que permiten la supervivencia de formas de vida en un ecosistema hostil. Estas mutaciones resultan ser una necesidad para la adaptación de estos procesos-territorio, de las personas que atraviesan y, desde luego, de la ciudad.

En estas décadas hemos visto a la ciudad de Madrid transmutarse en varias formas: la principal es la de la consolidación del modelo desarrollista de ciudad-Estado «a la parisina» que enunció y desplegó Alberto Ruiz Gallardón y que han consolidado los sucesivos gobiernos municipales en connivencia con el poder inmobiliario-financiero. El Madrid de la Operación Chamartín, pero también el de la colmatación del centro de la ciudad y su orientación hacia la reproducción de los capitales inmobiliarios y las formas de vida más acomodadas. A esta aceleración fuerte, hormigonada, violenta, triste, se le ha opuesto y superpuesto otra capa de la ciudad combativa, feminista, ecologista, cuidadosa, alegre. La cultura madrileña de los comunes urbanos, heredera y partícipe de la continuidad entre los Labos, los Patios, La Tabacalera, La Ingobernable (y tantos otros: el Eko de Carabanchel, la Morada de Chamberí, la Osera de Usera, el EVA, la Traba, la Quimera, la Villana, el Puesto en Construcción, Esta es una Plaza, el Campo de Cebada, los huertos urbanos, incluso el local que acaban de comprar Ecologistas en Acción y Traficantes de Sueños…), es una realidad fuerte que no solo ha afectado a la dinámica dentro de los centros sociales, sino que ha contagiado en diversas formas de hacer. El 15M y su cultura anómala, asamblearia, afectiva, múltiple, no salieron de la nada, son un elemento más de un despliegue que no ha dado referentes fuertes, pero sí una continuidad líquida, amable, muy compartida incluso por quienes no han pisado estos lugares. Desde luego esas culturas no han convergido en ningún partido político, permanecen como legado vivo en la ciudad. Un otro Madrid más frágil que la Operación Chamartín, pero cargado de verdad, de sentido y de comunidades afectivas que no pretenden confluir en una ideología hegemónica ni en una estética específica, sino compartir, cuidar y habitar infraestructuras del común con los mejores deseos y acciones posibles. Pretendemos cuidar de la ciudad y garantizar espacios de relación sanos, que luchen por dejar fuera la violencia patriarcal y fomenten otras formas de vida.

El vacío se acaba y se conquista

Podría suponerse que esta es una relación infinita entre la ciudad-hormigón de la Operación Chamartín y la elitización versus la ciudad-cuidado de los movimientos y centros sociales, pero no es así. El afán desarrollista y el dominio inmobiliario-financiero están cerca de uno de sus objetivos: colmatar la ciudad consolidada. Puede resultar una obviedad, pero la apertura de centros sociales (okupados, cedidos, alquilados o incluso comprados) depende de la existencia de edificios vacíos. En ese sentido, Madrid no es el que era. Si bien permanecen algunos (diversos) centros sociales en el centro a día de hoy, el desalojo de La Ingobernable hace patente un nuevo ciclo, marcado por la escasez de espacio y por el trabajo de deslegitimación de este tipo de proyectos que han hecho los diferentes partidos políticos.

En el Patio Maravillas de Pez 21 se abrieron una serie de vías de lo más interesante, entre las que constaban la apertura al diálogo con la propiedad del edificio y con el Ayuntamiento, de tal forma que se argumentó judicialmente la oportunidad de expropiación del inmueble y su destino para satisfacer las necesidades de espacio para el desarrollo de proyectos de intervención social positiva. Esto es, se argumentó que la ciudad es un derecho de las personas vinculado al territorio y que existen herramientas para garantizarlo. También se mantuvo una hipótesis de trabajo que atravesó diversos contextos: la de no pedir un edificio para el Patio, sino reivindicar un derecho vinculado al territorio, un centro social para cada barrio, para cada comunidad. Esta hipótesis se desarrolló desde la humildad del que fue el penúltimo Patio Maravillas, en la calle Divino Pastor (el último, en la calle San Mateo, solo duró unas horas). Un desarrollo muy productivo que supuso poner en conversación a un buen número de centros sociales de la ciudad en lo que se constituyó como la Red de Espacios Ciudadanos (conocida como la REC, espaciosciudadanos.org). La idea era proponer un marco de autodeterminación y reconocimiento de estos espacios, que finalmente el Ayuntamiento de Manuela Carmena y Nacho Murgui negó después de años de conversaciones y trabajo de toda esa red, abogando por la judicialización del conflicto y el desalojo policial de espacios como La Ingobernable frente a una solución política y al diálogo. ¿Os suena?

En el mismo espacio-tiempo, el desarrollo anómalo de un CSA como la Tabacalera de Lavapiés resulta una buena referencia por contraste: más de 10 000 metros cuadrados en un edificio incoado como bien de interés cultural que diversos ministerios de cultura (PSOE-PP-PSOE) han venido posibilitando, no solo renovando el convenio de cesión a la asamblea del CSA cada dos años desde 2011, sino cooperando en el cuidado del edificio. Lamentablemente, el ciclo de renovaciones se acaba y está en el aire la consolidación de una fórmula que resuelva la incertidumbre sobre la continuidad del proceso, acechada por futuras obras y el fantasma de la consolidación de instituciones culturales privadas internacionales en el edificio, en un barrio que, al mismo tiempo que acumula el mayor número de metros cuadrados de superficie de exhibición cultural de toda Europa, asiste a una de las más vertiginosas expulsiones de población humilde en los últimos años.

Puede que ante los ojos de la política institucional y de partidos esto sea irrelevante, pero la persistencia de clases populares y de espacios pobres en el centro de la ciudad es una gran riqueza, en peligro de extinción.

Tradición oral, memoria, archivo

El legado y la transferencia de formas de hacer dentro de un centro social, entre centros y a lo largo del tiempo se da de formas diversas. Hay centros que han comunicado mucho y otros poco. Hay trabajo de organización interna, de elaboración de marcos de relación, de comunicación hacia afuera. En el Patio Maravillas la comunicación a través de redes y en el espacio público en general ha sido determinante en su desarrollo como sujeto político (múltiple, conflictivo, autoamplificante), mientras que en La Ingobernable se han desplegado mecanismos sofisticados de amplificación de la defensa del espacio y su proceso.

En colaboración con el Instituto de Imaginación Radical y diversos agentes vinculados a centros sociales (como la propia Ingobernable, La Tabacalera de Lavapiés, EVA Arganzuela, Esta es una Plaza, La Invisible de Málaga, La Casa Grande del Pumarejo o El Asilo de Nápoles) desarrollamos lo que se llamó Máster de Comunes Urbanos, un espacio de pensamiento y acción colectivo que pretendía servir como autoformación crítica al tiempo que replantear la situación de oportunidad que podíamos leer en el contexto de una conversación abierta. La parte de autoformación colectiva y refuerzo de afectos entre espacios ha sido muy productiva a partir de entonces; la de abrir situaciones de oportunidad, no tanto. Lo que sí generó ha sido un proceso que denominamos ahora «Archivos Comunes» en base al afán de memoria que se ha venido dando en varios espacios como RTVI (Radio Televisión Ingobernable, incansable colectivo dentro y fuera de La Ingobernable que han sido claves en los últimos años: 8M, Juventud por el clima/Fridays for Future, y un largo etcétera) o CRAS (Centro Revolucionario de Arqueología Social), ocupado en documentar la realidad de La Tabacalera de Lavapiés desde la percepción de los colectivos que la habitan. Este proceso, abierto a la participación de cualquier persona interesada, ha resonado recientemente con el ya comentado hacerlaboratorio.net y ha desarrollado acciones de autoformación alrededor de la producción audiovisual, las prácticas de archivo y herramientas de empoderamiento tecnológico. Estas acciones se han desarrollado en La Ingobernable, La Tabacalera y EVA Arganzuela y tienen como objetivo principal la producción de afecto y cuidado entre personas, vinculadas o no a centros sociales específicos, interesadas en colaborar en la construcción de herramientas y reflexión en torno al asunto de la memoria de los centros sociales autogestionados y a los comunes urbanos en general.

La cuestión, desde luego, no es —solo— la producción de archivos, sino —también— la consolidación de espacios seguros para abrir, aún más, la posibilidad de continuidad de prácticas de producción de afecto, cuidado y memoria, en un contexto de amenaza política sobre la propia legitimidad de formas de vida que dejan la individualidad a un lado y socializan la alegría de la lucha cotidiana.

Espacio seguro

Okupar de nuevo, negociar cesiones, adquirir espacio en el mercado son estrategias que se han superpuesto sin consolidar formulas estables. La okupación de espacios se hace difícil en una ciudad cada vez más colmatada y segurizada, los acuerdos de cesión no han superado los marcos más frágiles y la compra/alquiler de espacios es limitada para comunidades con orgullo pobre. Este conjunto de dificultades puede parecer pesimista, pero solo define el contexto. El optimismo se hace evidente cuando comunidades renovadas, rejuvenecidas (especialmente por los movimientos feministas y ecologistas) se hacen cargo de la alegría que supone afrontar en comunidad retos de este calibre.

Puede que el futuro del territorio Madrid esté fuertemente condicionado por el extractivismo inmobiliario-financiero y por la centralidad del Estado, pero existen comunidades que renuevan la oportunidad de la lucha por el derecho a la ciudad y, seguro, la mejor creatividad está en el futuro.

Relaciones entre centros, relaciones entre ciudades… ¿Es esto interesante en Sevilla?

Los CSA son diversos. No solo entre ellos, sino dentro de cada uno. La relación entre personas vinculadas a diferentes centros aporta la riqueza del contacto y, en el símil biológico de la evolución y las mutaciones, genera evolución y afectos cruzados, fortalece lazos sociales. Como hemos comentado, en los últimos años en Madrid ha habido relaciones enriquecedoras con gentes de otras ciudades. Incluso hemos oído que en los lejanos años noventa un viaje de un nutrido grupo de personas de Madrid por los centros sociales italianos desencadenó una reconceptualización de la forma de poner en valor espacios en Madrid, la propia cosa de los centros sociales tal y como los reconocemos.

Madrid es un agujero, no solo de recursos, también de sentido. El Madrid capitalino no le es ajeno a nadie. ¿Como sería fortalecer vínculos y afectos con procesos sevillanos? ¿Es verdad que te puedes sentir andaluz en Lavapiés? ¿Por qué carajo es tan caro el AVE? Las ciudades, como los centros sociales, son diversas y múltiples, estrechar lazos afectivo-políticos entre territorios parece que sigue mereciendo la pena.

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