nº42 | política local

Declaración de emergencia climática en Sevilla: verba volant, scripta también

l verano pasado, el Ayuntamiento de Sevilla aprobaba la declaración de emergencia climática en la ciudad de Sevilla. Ha pasado un año y, lejos de avanzar en las medidas que recogía el documento, la situación de crisis climática sigue empeorando y viene a sumarse al contexto de crisis actual. En el papel, contamos con la reelección de Juan Espadas como presidente de la Red de Ciudades por el Clima y su presidencia en el nuevo grupo de trabajo sobre el Pacto Verde del Comité Europeo de las Regiones; en la práctica, a la hora de la verdad, responsabilidades, compromisos y acuerdos asumidos, quedan en nada. Así que sí, la palabra dicha vuela y, en el caso que nos ocupa, la escrita también.

Aprovechamos la carta que lxs compañerxs del Movimiento de Entidades por el Clima de Sevilla (MECS) enviaban al alcalde de Sevilla con motivo del primer aniversario de la aprobación de la declaración de emergencia climática para conocer mejor qué se proponía en el documento finalmente aprobado y qué se está incumpliendo por parte de los gestores.

Como señalan desde MECS, el Ayuntamiento de Sevilla fue pionero en aprobar dicha declaración y va sacando pecho de ello en cualquier foro nacional o internacional relacionado con el cambio climático en el que participa. Sin embargo, la realidad es que nos hemos quedado a la cola en su aplicación. Desde su aprobación, la falta de compromiso y la inacción por parte del Ayuntamiento, ponen de manifiesto que, lejos de estar realizándose los cambios necesarios, se están desarrollando políticas que entran en conflicto con los propósitos de dicha declaración.

El Ayuntamiento de Sevilla adquiría dos compromisos fundamentales en esta declaración: de un lado, emprender una campaña que informara con claridad sobre las consecuencias e impactos que la actual emergencia climática tiene sobre quienes habitamos en Sevilla, así como de los cambios necesarios para reducir el consumo de energía y las emisiones. De otro lado, la puesta en marcha de un amplio proceso de participación para la elaboración de un nuevo y más ambicioso Plan de Acción por el Clima y la Energía Sostenible (PACES) que impulsara el autoconsumo de energía renovable, un plan de residuos cero, un plan para impulsar la agroecología en el área metropolitana y un plan de renaturalización de la ciudad. ¿Y bien?

Pues desde otoño del año pasado se vienen produciendo encuentros periódicos entre el MECS y el Ayuntamiento en los que este último no ha enviado a ninguna persona con capacidad ejecutiva. De esta forma, el Ayuntamiento ha creado un falso espacio de participación y muestra su falta de compromiso real.

Cabe recordar, además, que la declaración aprobada ya omitía muchas de las propuestas consideradas fundamentales por las entidades que conforman MECS, para atajar la situación de emergencia climática. Así, demandaban mejoras en materias de movilidad, verde urbano, reducción de contaminación y emisiones, eficiencia energética, sensibilización, educación y concienciación.

Por mencionar ejemplos de algunas de estas demandas, en materia de arbolado, Juan Espadas, apodado Juan Serrucho por los colectivos en defensa del arbolado y de la vegetación de la ciudad, pasará a engrosar la lista de alcaldes arboricidas de Sevilla, en un contexto en el que las soluciones basadas en la naturaleza para enfriar la ciudad y para crear sombra son una cuestión de salud pública. El plan de arbolado, aprobado recientemente, olvida los demás elementos del verde urbano también esenciales para disminuir el efecto isla de calor, nace siendo poco ambicioso y además, poco riguroso en el diagnóstico del número de alcorques vacíos y susceptibles de ser replantados.

Por otra parte, el alcalde parece obsesionado con la ampliación del tranvía. Un proyecto caro, que cuesta 31,3 millones de euros para 1,3 km; arboricida, puesto que opta por la tala de toda una hilera de árboles para no restarle espacio al coche y que parece innecesario en cuanto a demanda de viajeros. Frente a estas intervenciones, ha guardado en un cajón la implantación de la línea bus de tránsito rápido (BTR) entre Sevilla Este y la avenida Eduardo Dato, con un coste de 12,1 millones de euros para 7 km, que conectaría una zona de la ciudad con una alta demanda real de infraestructuras de movilidad.

En una zona también afectada por la segunda fase de ampliación del tranvía, encontramos el recién presentado Plan de Reforma Integral de Santa Justa. En esta intervención vuelve a ponerse de manifiesto la falta de sensibilidad de la corporación local con las cuestiones medioambientales. La pérdida de dimensión del espacio público en beneficio de parcelas lucrativas; privatización y desregulación de suelo; consideración de  espacios marginales como zonas verdes; inexistencia de una reflexión sobre la nueva movilidad urbana, y conceptos como conectividad y sostenibilidad son solo algunas de las cuestiones que se han puesto encima de la mesa para ser revisadas. Una vez más, el Ayuntamiento da muestras de tener una actitud bipolar en lo que a sostenibilidad urbana se refiere.

Mientras esto ocurre en Sevilla, Juan Espadas, el alcalde verde europeo, hace declaraciones como esta, el Pacto Verde Europeo es la oportunidad de invertir en transporte público no contaminante, eficiencia energética, vivienda asequible, agricultura sostenible y protección de la biodiversidad y de generar empleo verde. Se lo debemos a nuestros ciudadanos y a las generaciones futuras. Requiere una revolución en la que las ciudades y las regiones estén a la vanguardia, ya que son quienes mejor conocen las necesidades específicas de cada comunidad y dónde canalizar la inversión para una transición justa. Para ello necesitamos el espíritu de solidaridad entre los niveles local, regional, nacional y europeo, ya que solo podemos lograrlo juntos.

Creemos que es hora de pasar de las palabras a la acción, del greenwashing (ecopostureo) al verdadero compromiso. Compromiso de verdad, no de boquilla. Se nos acaba el tiempo, Juan. Verba volant, scripta manent.

Nos apoya

La Confederación General del Trabajo (CGT) es un sindicato de orientación anarcosindicalista, es decir “de clase, autónoma, autogestionaria, federalista, internacionalista y libertaria”