Hay libros que, aparte de entretenernos o enseñarnos algún dato histórico curioso, son capaces de hacer tambalear nuestras mismas convicciones y creencias. Son esas pequeñas joyas literarias las que merecen ser leídas, se comparta, a priori, una misma visión o no. El mismo título de este pequeño libro, parece dejar claro desde qué prisma se va a tratar tan sugerente tema como es la Prostitución (en mayúsculas) dentro del marco de la II República y del proceso revolucionario que acarreó la «guerra civil». Además, un prólogo escrito por Amalia Luna y un epílogo firmado por Georgina Orellano parece dejar claro desde primera hora que este no es un ensayo apto para abolicionistas y putofobxs que, ni siquiera, aceptan entablar debate.
Lo que no resulta tan evidente es que tampoco es apto para aquellas personas que viven acostumbradas a ciertos dogmas, por muy izquierdistas o libertarias que se declaren. Y es que aquí es donde creo que este pequeño ensayo ha dado con la clave desmontando dos creencias fundamentales que en realidad no se basan en ningún dato histórico: a) la revolución anarquista eliminó el problema de la prostitución; b) el problema de la prostitución dentro del feminismo y de las corrientes libertarias ha surgido en esta nueva ola.
Este libro, a mi entender, se ha convertido en un imprescindible de cualquier biblioteca personal o colectivizada. Pues ahonda en los debates y en las acciones que siguen marcando la agenda política hoy en día. Y es que la prostitución es uno de los temas clave (quizá el más fundamental) que necesita ser resuelto para que cualquier proceso revolucionario sea posible. Y con todas sus contradicciones y las dificultades que conlleve, sea cual sea la fórmula útil o emancipadora que dé cierre a este capítulo de la historia (si es que es posible), este libro deja un mensaje claro: esto solo será posible bajo una condición, que lxs putxs formen parte activa del proceso.