¿Qué es La Digitalizadora?
El propio proyecto se define como una red de profesionales del sector audiovisual, del archivo y la documentación, colectivos sociales y ciudadanía que trabaja junto a las instituciones para recuperar y difundir la memoria audiovisual de los movimientos sociales. Suena bien, ¿verdad? Pero hagamos un poco de historia para conocer con más detalle en qué consiste esta propuesta de archivo colaborativo, abierto y replicable.
Orígenes
Todo colectivo, como toda casa, guarda en sus cajones y armarios cientos de fotografías, cintas de vídeo o incluso películas de super-8, que recogen parte de su memoria. A partir de la década de los setenta, con la aparición de los aparatos de grabación domésticos, los documentos audiovisuales dejan de ser exclusivos de las élites sociales. Desde entonces, en todos los colectivos, como en todas las familias, se empieza a grabar, además de fotografiar, todo lo que ocurre. Asociaciones vecinales, grupos ecologistas, agrupaciones de mujeres, el movimiento LGTBI, pacifistas y muchos otros grupos de activistas sociales comienzan a producir sus primeras obras audiovisuales. Casi no hay acción o celebración que no sea grabada. Siempre hay alguien con su cámara en los eventos. Las cintas magnéticas y las películas se acumulan en cajas, álbumes y archivadores con más o menos orden, y se convierten en depositarios de la historia, de nuestra historia.
El problema viene con el paso del tiempo (como casi siempre y con casi todo). Todo ese material grabado hace varias décadas en cintas de vídeo o super-8 corre el riesgo de deteriorarse y desaparecer. Además, en la era digital, es prácticamente imposible reproducir estos documentos, con el consiguiente riesgo de que se conviertan en desechos. Ya sabemos que el vídeo no mató a la radio, ni el CD al vinilo, pero los formatos de grabación audiovisual pelearon entre ellos hasta que llegó el digital y los mató a todos.
A partir de esta inquietud nace La Digitalizadora de la memoria colectiva. Las y los impulsores del proyecto, profesionales del mundo audiovisual, reciben cada vez más peticiones (a título personal) de digitalización de documentos de esa época por parte de personas y asociaciones. En algunos casos se encuentran con horas y horas de grabaciones que recogen episodios fundamentales de la historia de Sevilla. Son conscientes de que una parte importante de la memoria social de finales del siglo XX puede desaparecer si no se salva este material. Su relevancia para la memoria histórica es incuestionable pero, aunque las instituciones empiezan a interesarse por estas grabaciones, no se hacen cargo de ellas. Con esa toma de conciencia deciden dar un paso más y, tras reunirse las y los actores implicados hasta el momento, en septiembre de 2019, empieza a tomar forma el proyecto.
Desde el inicio, La Digitalizadora nace como una red cuyo funcionamiento se basa en la colaboración entre agentes de diversos perfiles, privados y públicos, profesionales y voluntarios, para inventar una solución alternativa a la digitalización de conjuntos de documentos audiovisuales por los archivos públicos, una tarea inasequible con los actuales recursos de que disponen.
El objetivo del proyecto es ejercer de mediador cultural promoviendo la simbiosis entre las partes implicadas: ciudadanía, profesionales del audiovisual y del archivo e instituciones, para lograr el objetivo de recuperar, conservar y difundir esos documentos, que de manera separada sería inviable. La ciudadanía es capaz de localizar colecciones que serían difícilmente accesibles sin su agenda de contactos personales. Los y las profesionales audiovisuales y de archivo garantizan que los procesos de digitalización y descripción archivística cumplan los estándares de calidad. Y las instituciones apoyan con recursos e infraestructuras un proceso participativo que rescata y pone en valor la memoria ciudadana.
Primeras colecciones
Una de las primeras colecciones de La Digitalizadora se crea a partir del proyecto «San Diego, memorias de la periferia urbana». Una iniciativa que nace como resultado de un proceso participativo para la recuperación de la memoria audiovisual de San Diego y Los Carteros. Se lleva a cabo junto a la Asociación de Vecinos Andalucía de San Diego y con el apoyo del banco de proyectos del Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, ICAS.
Durante el desarrollo del proyecto se recogieron 400 metros de película super-8, 95 cintas de vídeo de diferentes formatos, 1 500 fotografías en papel y negativos, 98 ejemplares del periódico local Habla San Diego y material gráfico diverso descrito por sus protagonistas.
Al visionar la colección, llena de auténticas joyas, se pone de manifiesto la importancia de la participación vecinal en la transformación de los barrios. San Diego comenzó siendo un conjunto de bloques desconectado de la ciudad y hoy es uno de los distritos con espacios públicos de mayor calidad de Sevilla.
La memoria del trabajo vecinal en la creación del parque de Miraflores, los recuerdos de la velá del barrio, autorganizada durante más de venticinco años, o los registros audiovisuales de la iniciativa voluntaria para alfabetizar a las mujeres del barrio son algunas de las historias que aparecieron durante el proceso de trabajo con el vecindario.
Ejemplos de organización y autogestión que trascendieron no solo las fronteras del barrio sino, en algunos casos, de la ciudad: el proceso de alfabetización impulsado por las propias vecinas inspiró lo que después sería la educación formal de adultos en Andalucía; la pedagogía llevada a cabo en el colegio público Hermanos Machado del barrio educó en el libre pensamiento a toda una generación de escolares y la asociación juvenil Aire Libre inició a muchos jóvenes en la participación social. Episodios que forman parte de nuestra memoria colectiva y es necesario preservar.
El proyecto crece
San Diego, el archivo del MOC (Movimiento de Objeción de Conciencia de Sevilla), los documentos del director y guionista Nonio Parejo, la historia de una propuesta de reforma educativa en Riotinto o el archivo de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) son algunas de las primeras colecciones que se han ido digitalizando y documentando. Todas ellas van conformando un archivo que va creciendo a pasos agigantados. Cada vez son más las personas y asociaciones que se unen de alguna manera al proyecto posibilitando que aparezcan documentos como los de la barriada sevillana de La Bachillera, una de las últimas colecciones digitalizadas.
Allí, al igual que en San Diego, han aparecido episodios y testimonios que describen la vida en este barrio del norte de Sevilla al que la ciudad ha dado históricamente la espalda. El vecindario, una vez más, se ha entregado por completo al proyecto de recuperación de su memoria colectiva reciente recogiendo material, ubicándolo y participando en la presentación de los vídeos digitalizados.
De hecho, el proyecto de recuperación de la memoria de La Bachillera (que cuenta con el apoyo de Factoría Cultural, del Ayuntamiento de Sevilla) ha ofrecido algunas experiencias inolvidables en y con el barrio. Para animar al vecindario a ejercer de espigadoras, se organizó un recorrido por el barrio con el carrocine. Un artilugio en parte carrito, en parte proyector de cine, que discurre por las calles proyectando en las paredes algunos de los vídeos ya digitalizados. Merece la pena conservar las escenas vividas para La Digitalizadora del futuro. De momento, quedan recogidas en las fotografías de Antonio Pérez, que ha retratado a los y las protagonistas de las imágenes antiguas en las mismas ubicaciones en la actualidad.
Las colecciones de San Diego y La Bachillera han sido algunas de las más conocidas hasta el momento, pero como decíamos, son muchas más y con el objetivo de que la experiencia se vaya replicando en otras ciudades y otros lugares.
¿Cómo funciona?
Hablemos ahora de cómo funciona el proyecto y como se puede participar si alguna lectora está interesada. La Digitalizadora es un proyecto comunitario y necesita del trabajo colectivo y conjunto de todas las partes implicadas para lograr sus objetivos. Como hemos dicho anteriormente, los conocimientos técnicos sin la memoria de la ciudadanía o sin el apoyo institucional en algunos casos, no irían a ningún lado. Para llegar a las colecciones, que pueden consultarse en la web del proyecto o en www.archive.org, hay que pasar por un proceso de trabajo organizado hasta el último detalle. Las acciones comienzan con la localización de las colecciones, siguen con el inventario y el plan de acción, continúan con la digitalización propiamente dicha, la descripción y catalogación de los documentos y, por último, la difusión y la participación. Cada una de estas fases corresponden a los y las diferentes agentes del proyecto: espigadoras de los documentos, coleccionistas, digitalizadora, colaboradoras y ciudadanía en general.
Una vez pasan todas estas fases, el documento está disponible para su consulta enriquecido, además, con otros materiales que los complementan: entrevistas y comentarios de sus protagonistas en la actualidad, otros vídeos, artículos de periódicos de la época narrando el episodio, etc.
No (solo) nos mires, únete
Ya hemos comentado que el proyecto es posible gracias al trabajo conjunto de una red compuesta por profesionales, ciudadanía e Institución. En la página web www.ladigitalizadora.org, puedes encontrar toda la información necesaria para participar ya formes parte de una institución, seas una profesional del audiovisual o el archivo, tengas información sobre alguno de los episodios descritos en las colecciones ya digitalizadas o te hayas acordado de aquel archivador de la asociación de vecinos o de tu grupo ecologista lleno de viejas fotos y vídeos. Y si lo que quieres es replicar el proyecto en otro lugar, recibirás toda la asesoría posible. En cualquiera de los casos, puedes aportar tu granito de arena en este proceso comunitario de recuperación de nuestra memoria colectiva.