nº37 | política andaluza

En defensa de Doñana

50 años después de la declaración de Doñana como parque nacional son más las sombras que las luces a destacar entre las efemérides.

La recuperación por parte de la Junta de Andalucía del viejo proyecto de autovía por el trazado norte de Doñana, la intención de Naturgy de convertir Doñana en un almacén de gas o la insistencia del Puerto de Sevilla en promover dragados de profundización en el estuario del Guadalquivir, son buenos ejemplos de los peligros a los que aún se tiene que enfrentar el Espacio Natural de Doñana. Contar con todos los reconocimientos nacionales e internacionales por su importancia ecológica no le está sirviendo de mucho.

La historia de estos 50 años es una sucesión de acontecimientos que han ido mermando de forma sostenida la capacidad del espacio protegido para mantener la biodiversidad que atesoraba. Ya la propia declaración como parque nacional se debió a la defensa del espacio ante amenazas que se cernían sobre el mismo, especialmente el empeño de la Administración de la época de Franco por desecar las marismas mediante la transformación de los espacios adyacentes en eucaliptales que ya habían demostrado su capacidad desecante en otras zonas palustres.

Por sus características diferenciadoras de otros espacios protegidos, la Doñana actual está muy cerca del colapso. Su recuperación, además, está lejos de producirse, ya que los factores que la condicionan son estructurales y dependientes de un modelo económico basado en el crecimiento ciego, que se dan en paralelo a problemas de escala global, como el calentamiento planetario, que nos han llevado a la situación de emergencia actual.

Entre las actuaciones del siglo pasado poco coherentes con la conservación de Doñana, tenemos la apuesta en los años 60 por un turismo masivo de sol y playa mediante la creación de Matalascañas como centro de interés turístico nacional; la transformación de parte de la marisma para su puesta en cultivo en los años 70-80, con la consecuente alteración y anulación de los aportes hídricos al resto de la marisma no transformada; y la promoción y conformidad con los cambios de usos forestales a agrícolas en la zona de la corona norte y oeste para el boom de los frutos rojos desde los años 80. Este último hecho permitió la perforación de miles de pozos ilegales que siguen abiertos y que, junto con las extracciones de la marisma sevillana en la zona conocida como Los Hatos, está llevando al acuífero a una situación de clara insuficiencia para mantener los procesos biológicos que dependen de él debido a la eliminación de aportes de aguas superficiales.

En 1998, se produjo la catástrofe anunciada del vertido tóxico de Boliden desde la mina de Aznalcóllar. La presa de esta mina, al romperse, derramó 6 hectómetros cúbicos de lodos tóxicos en la cuenca del Guadiamar que han dejado un rastro de contaminación residual aún perceptible en el río. Mina que, por cierto, se pretende reabrir bajo el paraguas de esa supuesta minería sostenible que no acabamos de reconocer en los múltiples proyectos mineros por los que la Junta de Andalucía está apostando.

Ya a principios de este siglo comenzaron también los problemas de gestión de fauna materializados, por ejemplo, en la ausencia de conejos, que está poniendo en serio peligro precisamente a las especies más emblemáticas del Espacio Natural. Se han invertido cantidades ingentes de dinero en reforzar la población, realizando sueltas de más de 10 000 conejos en los últimos 10 años sin éxito por falta de alimento, pues tenemos un matorral envejecido que no les abastece de los nutrientes necesarios para alimentarlos. El movimiento continuo de ejemplares ante la proliferación de enfermedades tampoco parece haber funcionado, al no apostar por la recuperación de las poblaciones nativas que han desarrollado inmunidad y que lo que precisan para crecer sanas es alimento y protección inicial frente a la predación. Esto hubiera sido mucho más barato y sensato, pero parece que no hemos aprendido nada. Además sigue autorizándose la caza en los meses de verano.

La gestión de las aves constituye otro problema. La muerte de calamones de forma alegal en los arrozales o la matanza de especies protegidas como la cerceta pardilla y la ganga aprovechando batidas de otras aves cazables en la laguna de Sanlúcar, son consentidas por la Administración.

Llevamos varios años con las premisas de permeabilizar el territorio para la fauna, recuperar la cadena trófica y favorecer la reproducción y cría de las especies como fundamentos para su conservación. Pero, a pesar de tener un amplio conocimiento sobre las causas del declive, poco avanzamos.

Es sabido que las infraestructuras viarias existentes en Doñana suponen una fragmentación del Espacio Natural, por lo que se hace necesaria una moratoria de la creación de nuevas infraestructuras, la adaptación de la señalización vial y el seguimiento y la vigilancia en las carreteras y los caminos existentes en los corredores ecológicos y las áreas adyacentes. Es necesario eliminar los puntos negros de atropello de lince ya que están perfectamente definidos y son conocidos. Ni que decir tiene que el supuesto proyecto de trazado norte que ha lanzado el Gobierno andaluz dentro del próximo plan de infraestructuras supondría un eficaz y definitivo estrangulamiento para la conservación del Espacio Natural Doñana y sus valores, razón que debe ser causa automática de inviabilidad total de la propuesta y su renuncia definitiva.

Del mismo modo, bajo el criterio fundamental de dar continuidad al territorio para las especies de fauna y flora creando corredores ecológicos y fusionando el espacio protegido y su área de influencia, es también inexcusable frenar la descatalogación de montes, que paulatinamente van desmembrando Doñana. Hay que acabar con las propuestas de desafección forestal de terrenos plenamente sumergidos en el territorio, como la recientemente alegada por Ecologistas en Acción, de forma extensa y fundamentada, de convertir en una isla no forestal 75 hectáreas en la zona donde se ubica el Centro de Investigación El Arenosillo del INTA.

En materia de gestión del territorio para las especies, cada vez se hace más urgente la integración de la franja litoral en el espacio protegido del área marina que le pertenece a Doñana. De este modo se completaría ese todo terrestre-dunar-marismeño-marino, el mix de ecosistemas único que conforma el Espacio Natural Doñana.

Hay que tener también presente que un voraz incendio ocurrido hace solo dos años arrasó 10 000 hectáreas de Doñana, llevándose por delante algunas de las zonas de mayor riqueza ecológica. No obstante, en este caso el desastre puede conllevar una oportunidad, pues un buen plan de restauración podría permitir la recuperación de especies y hábitats eliminados con las reforestaciones realizadas desde mediados del siglo XX, que hicieron un inadecuado uso de especies y un abuso del pino.

Otro de los proyectos que hay que cancelar definitivamente y cuanto antes es el de Marismas de Naturgy. No solo pone en riesgo la biodiversidad y los hábitats de Doñana, sino también a las personas que habitan las localidades existentes, por posible inundación, contaminación del acuífero y sismicidad inducida.

En resumen, la multinacional Naturgy anda pretendiendo convertir el subsuelo del acuífero y Doñana en un almacenamiento de hidrocarburos. Este proyecto ha encontrado una oposición firme y documentada científicamente en diversas organizaciones ciudadanas, y en particular en Ecologistas en Acción, así como en algunos estamentos políticos, que han llevado el asunto al Comité de Peticiones del Parlamento Europeo, que ha recomendado al Estado cancelar el proyecto. Sin embargo, ni el Gobierno central ni el autonómico parecen haber puesto en marcha los mecanismos necesarios para ejecutar esta recomendación.

El proyecto Doñana 2005, diseñado por el Gobierno central para recuperar algunos de los aportes de aguas superficiales perdidos durante la transformación agrícola, se quedó muy corto. De las actuaciones realizadas, hemos aprendido el gran potencial de autorrestauración que tienen los sistemas marismeños a poco que se les facilite el recurso básico, el agua. Buenos ejemplos de esto son la espectacular recuperación de la zona de Caracoles con la apertura del Caño Travieso, la permeabilización del muro de la FAO o la retención de sedimentos en el arroyo de El Partido. Sin embargo, otras actuaciones también contempladas no se han ejecutado y el tiempo ha demostrado que son vitales, por eso hablamos de elaborar un Plan Doñana 2025 que las retome, rediseñe de manera ambiciosa con compromiso y sean ejecutadas en el menor plazo de tiempo posible.

En este marco, es obligado evitar que en las marismas transformadas de Trebujena, en la llanura de inundación del río Guadalquivir, se desarrollen proyectos urbanísticos de ningún tipo, como el propuesto megaproyecto Costa Guadalquivir. Este, además de producir un impacto negativo en el espacio protegido, a la larga se convertiría en un blanco fácil para inundaciones y catástrofes, arriesgando la vida de las personas.

El deslinde del dominio público hidráulico y la restauración de los bosques riparios, la recuperación de los aportes del Guadiamar por su Caño y la recuperación del Brazo de la Torre, cercenado al Guadalquivir, son la clave para recuperar aportes y territorios ocupados actualmente por una agricultura en muchos casos fallida o por arrozales, que tienen muy difícil su supervivencia en el escenario de cambio climático que se nos avecina.

La recuperación de estos aportes es incompatible con las pretensiones del Puerto de Sevilla de seguir creciendo, por lo que es evidente que no caben más dragados, y como puerto interior tendrá que ajustarse a sus limitaciones físicas y no imponer sus intereses al resto de sectores afectados. La clave estará en buscar modelos de colaboración y no de competencia con los macropuertos de Huelva, Cádiz o Algeciras, con mercantes de mediano calado y refuerzo de la conexión ferroviaria que permita el tráfico de mercancías sin mermar la capacidad del estuario de seguir ofreciendo servicios ecosistémicos a toda la comunidad.

Igual es el momento de revisar los modelos de crecimiento y apostar por los mercados interiores de cercanía y por la calidad ambiental de las producciones más que por el modelo extractivo en el que Andalucía lleva décadas instalada.

Doñana necesita una apuesta clara por que su conservación se convierta en el principal baluarte generador del bienestar social, invirtiendo en un Doñana 2025 para recuperar el régimen natural de aguas que le da la vida y los niveles del acuífero que le permiten mantenerla. También necesita acabar con las amenazas derivadas del turismo desaforado o de nuevos proyectos mineros o energéticos que ya han demostrado su capacidad letal. Doñana tiene que abrirse hacia el exterior por medio de corredores ecológicos que la interconecten con otros espacios naturales, completando las conexiones iniciadas con el corredor verde del Guadiamar, incorporando todos los arroyos y vías pecuarias con conexión a Doñana.

Por todo ello, como deseos para que Doñana pueda celebrar otros 50 años con el orgullo de seguir siendo el reservorio de biodiversidad único y patrimonio de la humanidad que aún es, desde Ecologistas en Acción, declaramos que en Doñana urge:

1. Virar la política socioeconómica desarrollista a otra de base agroecológica y de conservación en la que toda la comarca sea un referente de sustentabilidad ecosocial, en sus abastecimientos y en el tratamiento de residuos, en la movilidad, en una apuesta firme y decidida por la energías limpias y renovables, y en todos los aspectos de la vida social.

2. Recuperar todos los aportes hídricos en cantidad y calidad suficientes para eliminar el tapón artificial de la montaña del río, rejuveneciendo la dinámica de la marisma, diversificándola de nuevo y dando paso a la mayor biodiversidad que lleva asociada.

3. No más infraestructuras de asfalto, gas o dragados, considerando el espacio protegido, no como una isla, sino como una celdilla de una red interconectada, donde son necesarios los corredores y la defragmentación del territorio. Urge eliminar todo proyecto de infraestructuras o actuación que aísle zonas biológicamente conectadas porque interfieren en los procesos naturales que hay que preservar como criterio básico de conservación del Espacio Natural.

4. Hacer una evaluación de los impactos de actividades de otros sectores, como caza o peregrinajes rocieros, y planificar en consecuencia, ejecutando las medidas necesarias para eliminar los similares efectos de esos sectores sobre la fauna y los ecosistemas de Doñana, como la afección a la biodiversidad, el uso masivo de vehículos a motor o la proliferación de basura.

5. Apostar por la gobernanza en la toma de decisiones, que permita definir estrategias colectivas holísticas que anulen las tentaciones populistas que proveen pan para hoy y hambre para el futuro, con el rastro de destrucción irreversible que las acompaña.

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