nº34 | editorial

Quien construye el relato, ¿controla el mundo?

«Espejito, espejito mágico»... (Fragmento célebre de un relato patriarcal)

La realidad es inasible e inabarcable.

Quien pretende narrar la realidad jamás podrá ofrecernos un reflejo fiel de la misma: una imagen especular. Todos los relatos están construidos a través de percepciones e intenciones; nuestras entendederas, nuestra psiquis, nuestras categorías mentales, están condicionadas por cientos de miles de relatos que nos van configurando el telencéfalo desde que nacemos. Esos relatos nos llegan en forma de película, de cuento, de leyenda, o de publicidad; nos llegan en forma de libro de texto, de imagen; nos llegan como noticia de un telediario o como artículo de un periódico; nos llegan en forma de conversación…

Nuestra manera de actuar está, en cierta forma, condicionada por una compleja recombinación de todos los relatos que nos atraviesan y que han sido a su vez filtrados por nuestra propia percepción; y estos realmente no son relatos de la realidad, son relatos construidos a través de una percepción subjetiva o a través de conveniencias o a través de miradas intencionadas o a través de falsas realidades que, al ser narradas, dejan de ser falsas o, más bien, dejan de considerarse falsas por las personas que las reciben a medida que se alejan del foco descrito.

El mundo real no es el mundo que se cuenta, pero el mundo que se cuenta afecta a las personas que terminamos interactuando e incidiendo en el mundo real.

El discurso no es la realidad (letanía que deberíamos repetirnos como un mantra), pero es fundamental  tener en cuenta quién construye el relato —en tanto en cuanto afecta a las personas—. Evidentemente, este no es un tema nuevo, incluso es un tema ya hablado en editoriales anteriores, pero observando el momento actual —desde mi percepción—me preocupa especialmente la construcción de relatos en los que hay una clara intención de manipulación: ya sea por desacreditar, ya sea por no querer asumir y dar la cara por errores cometidos, ya sea para engañar directamente al personal.

También es extremadamente importante considerar que ningún relato tiene la capacidad de mostrar la realidad de una manera completa.

Atendiendo a la realidad compleja, debemos buscar distintos relatos desde diferentes focos: relatos que amplíen y complementen al hegemónico, pero sin olvidar que hasta este es esencial para aproximarnos a los escenarios analizados. Y también tener en cuenta, que no todo el mundo tiene la posibilidad u oportunidad de construir relatos. Los relatos no los construye todo el mundo por igual y la capacidad de alcance no es la misma. La construcción de relatos es cuestión de género, de clase, de etnia, de origen, y esta es una de las razones por las que considero básico buscar esos relatos invisibilizados; facilitar que los relatos desfavorecidos sean construidos por las propias protagonistas, y no por nosotras: «personas bienintencionadas».

¿Quién ha construido los relatos acerca de los orígenes de la humanidad?, ¿quién nos mostró lo que debía ser nuestra sexualidad?, ¿quién relató y sigue relatando cómo funciona el mundo, la vida?, ¿qué hacer con el agua, con los cuerpos, con la tierra, con la energía?, ¿quién construye el relato de lo verdaderamente importante?

Ahora más que nunca, mantener la capacidad de construir relatos, y facilitar la construcción de relatos por los cuerpos más oprimidos, es resistencia. No podemos ni debemos renunciar a la construcción de relatos para poder seguir ofreciendo otra lectura del mundo y de las realidades inasibles, inabarcables. Y no podemos olvidar que en ese contar relatos no debemos, ni podemos, limitarnos a narrar lo que sucede, sino también cómo se vive, cómo se siente…

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