nº22 | está pasando

El Rif sigue en pie

Marruecos es un país complejo y diverso de cuya realidad política y social sabemos demasiado poco. Youssef Ouled, periodista rifeño, nos habla aquí de una de las movilizaciones más potentes que está viviendo el país y que prácticamente se desconoce en esta orilla.

«Lo hemos llamado marcha por el derecho a la vida, porque ese derecho no existe en el Rif», explica Reda Benzaza, portavoz del Movimiento Popular rifeño. Bajo este lema decenas de miles de personas tomaron las calles de Alhucemas, al norte de Marruecos, el pasado nueve de abril, cuarenta mil según activistas y manifestantes.

Se trata de la última gran movilización hasta el momento, en respuesta a una convocatoria lanzada por el movimiento protesta, erigido en altavoz de la población. «Es salir a visitar los pueblos y ver cómo se muere nuestra gente debido al abandono institucional», denuncia este profesor de español.

Las consignas que se gritan en las marchas no han cambiado en los seis meses que duran ya las protestas. Entonces nació de la espontaneidad un movimiento que no deja de exigir justicia por la muerte de Mohssine Fikri, vendedor ambulante aplastado dentro en un camión de la basura al intentar salvar el pescado requisado por la policía. También gritan por el fin de la militarización del Rif y unas mejoras que pasan por fomentar el desarrollo económico, social y cultural de la región.

«Seis meses de la muerte de Mohssine Fikri y seguiremos exigiendo justicia», se repite en las marchas que agrupan miles de personas con un grito único.

Movilizaciones que han llevado al cese de numerosos cargos en la ciudad de Alhucemas entre los que se encuentra Mohammed Zhar, wali (gobernador provincial) y puesto de máxima autoridad en la región. Una orden que salió del Ministerio del Interior que se justificó en la necesidad de rebajar la tensión e intentar responder a las expectativas de los habitantes de la ciudad. «Se trata de ceses que no revisten mejoría ni tampoco trasparencia», explica el portavoz del Movimiento, quien defiende que «para una transformación real es necesario un cambio de mentalidad, no de nombres».

Una destitución que se produjo dos días después de que un grupo de estudiantes atacara una residencia policial en Imzouren (Alhucemas), según la agencia de noticias MAP. La jornada se saldó con la detención de 14 personas. Benzaza, que desmarca al movimiento de esta convocatoria estudiantil, sostiene que «los disturbios estallaron como consecuencia de la intervención desmesurada de las fuerzas de seguridad tras impedir a cientos de estudiantes de diferentes poblados llegar a pie a Alhucemas». Estrategias que según el portavoz tienen la intención de «acabar con un movimiento que ha vuelto a ilusionar a cientos de miles de personas dentro y fuera del Rif».

Una postura que comparte Mouruth Chhima El Khattabi activista del Movimiento Popular del Rif en Madrid, quien defiende que estas acciones responden «a una política que busca enturbiar unas manifestaciones pacíficas desde su inicio».

La nueva formación de Gobierno dictada desde el Palacio Real tras seis meses de estancamiento, es interpretada como «una complicación más» ante el nombramiento del nuevo ministro del Interior, Abdeluafi Lafti que «no cree en el diálogo y tiene unas aspiraciones profundamente represivas», explica el portavoz. Por su parte, El Khattabi, tilda estos cambios de maquillaje: «Buscan contener unas movilizaciones que se niegan a abandonar las calles a menos que sus reivindicaciones sean atendidas», afirma.

Miles de mujeres tomaron las calles de Alhucemas el ocho de marzo

«Vemos que el majzén (élite cercana al Palacio) hace de todo contra un movimiento y una ciudadanía que expresa unas exigencias legítimas», denuncia Reda Benzaza. Cuando comenzaron las protestas, pocas personas vaticinaban que duraran seis meses. No obstante, la unión de la población rural y unas demandas conjuntas mantienen fuerte a un movimiento que, lejos de disiparse, es más fuerte

El cinco de marzo, activistas detenidos por protestar unos días antes eran juzgados en el Tribunal de Instancia de Alhucemas, en su apoyo se concentraron a las puertas cientos de personas a las que se unieron otras muchas. La jornada acabó en una manifestación de miles que recorrió las calles de la ciudad. Tres días después, cuando el mundo prestaba atención a las movilizaciones de cientos de miles de mujeres reclamando igualdad de derechos, en Alhucemas cerca de cinco mil mujeres según convocantes, salieron a la calle para reivindicar su papel y exigir una sociedad más igualitaria.

Al grito de la ciudadanía del Rif se suma la población de la diáspora. El pasado mes de abril se creó en Bruselas un grupo de coordinación a nivel europeo con el fin de apoyar al Movimiento Popular. Así lo anunciaron en una declaración conjunta comités de diferentes lugares de Europa, entre los que se encuentran el País Vasco, Barcelona, Canarias y Madrid, surgidos en los últimos meses para apoyar las reivindicaciones de la ciudadanía.

«Llevamos 61 años viviendo bajo un régimen dictatorial»

Las exigencias de los diferentes comités son las mismas que se hacen desde el norte de Marruecos; demandas históricas como la desmilitarización de Alhucemas, que implica abolir el decreto 1-58-381 aprobado en 1958 que considera la ciudad como zona militarizada, la puesta en libertad de los presos políticos y el fin de las persecuciones a activistas.

Para El Khattabi, todas las personas activistas tanto dentro como fuera del Rif son parte de ese Movimiento, porque «la lucha del pueblo rifeño no es de hoy, comenzó a principios del siglo XX». Celebra la salida de la cárcel de Mohammed Jaloul «preso político detenido en 2012 en Ait Bouayach», y añade que «aún sigue preso Albachir Ben Chaib, quien cumple condena de doce años por su activismo».

Aprovecha para denunciar el silencio mediático al que se somete al Rif: «Si en Francia salen a la calle decenas de miles como lo hacen en Alhucemas todos lo medios cubrirían esas movilizaciones», y añade: «Llevamos 61 años viviendo bajo un régimen dictatorial, no encuentro otras palabras para definirlo, ya es suficiente».

El Rif, territorio con historia propia, combinación de culturas con predominio bereber. Un enclave estratégico hacia el Mediterráneo y Europa, contacto con Argelia y lugar de tránsito de la población migrante. «Zona de tensiones y deficiencias administrativas», repiten quienes seis meses después siguen pidiendo justicia social y libertad. «Es una vergüenza que haya personas que llevan meses en la calle pidiendo hospitales, universidades y puestos de trabajo sin que se les escuche», denuncia El Khattabi, quien opina que no se debe negociar con nadie porque la ciudadanía no quiere limosnas: «Exigimos derechos que son nuestros», sentencia.

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