nº9 | política local

«Prefiero la zanahoria al palo, pero sigo siendo burrx»

Elecciones municipales 2015. Opción libertaria y la nueva política

Participantes: Jesús M. Castillo, Ana Jiménez, Pablo de Ronda, Marta Solanas, Carlos Pérez, Txema Hurtado, Darío Mateo, Ángela Lara, Pastora Filigrana, Luis Berraquero.

La llamada «nueva política» es un tema que suscita interés y confusión a partes iguales ¿A qué nos referimos con ese término? ¿Podemos? ¿Ganemos? ¿Ciudadanos? Es un concepto que se usa con fines diversos pero cuyas propuestas no están claras. Este texto es el resultado de un debate al respecto organizado en el seno del Consejo de Redacción de El Topo junto a algunas personas colaboradoras, incluida una de Podemos y otra de Ganemos. El debate se organizó en torno a preguntas que consideramos clave (aquí resumimos las dos primeras). Las opiniones y posturas manifestadas son diversas, esperamos que estas reflexiones sirvan para seguir construyendo.

¿La lógica electoral y de participación en las instituciones configura un marco válido para el cambio social radical?

Coincidimos en que el mundo no se cambia desde el BOE ni el BOJA, no se cambia desde las instituciones. Tampoco el poder se toma solo en las instituciones. Los derechos y libertades que tenemos actualmente se consiguieron luchando en las calles y en los centros de trabajo, arrancándoselos a los Gobiernos, ya fuesen de derechas o de izquierdas.

Desde algunos posicionamientos se contempla la estrategia electoral a nivel municipal como último paso previo al cambio social radical. Pero para que la toma del poder político pueda ser transformadora falta una organización social desde la base suficientemente fuerte.

Hay quien opina que las luchas, tanto en la calle como en el terreno electoral, son complementarias y necesarias; y si, además, las instituciones son tomadas por fuerzas políticas que favorecen las iniciativas legislativas populares, la revocación popular de cargos, y la democracia directa digital 4.0, la lucha social podría verse reforzada. Pero también hay quien considera que la democracia digital es un oxímoron ya que por sus características, además de fomentar el individualismo, dejaría fuera a amplios sectores de la sociedad que no tienen acceso a los medios digitales.

Un cambio social radical debe construirse en colectivo y, para ello, es fundamental la presencia física. Que la gente movilizada actualmente sea una minoría es un problema, pero la solución no es simplificar la participación a través de una pantalla y apretando un botón. Aunque la toma de las plazas en el 15M sucedió utilizando las redes como instrumento, el foro de participación y de construcción fue físico y colectivo. Las herramientas digitales deben ser un medio a planificar con mucho cuidado, no un fin.

Esto nos permite enlazar con el análisis de la relación entre los movimientos sociales y los partidos. Algunas participantes opinan que Podemos ha sido una especie de analgésico que ha calmado el dolor del descontento social y ha desmovilizado la calle. La sociedad tiene ahora esperanza en el cambio, pero lo sigue delegando en un partido. Las mareas, el 15M, la PAH, etc., se han ido vaciando de gente, que ha recalado a su vez en las bases de estos partidos, disminuyendo considerablemente el nivel de movilización en las calles.

Para algunas parece evidente que el discurso de las nuevas iniciativas electoralistas es —cada vez más— socialdemócrata y continuista. Podemos tiene ideas más o menos progresistas, pero no son anticapitalistas. El Estado del bienestar vuelve a ser el estandarte, haciendo caso omiso a su incompatibilidad con los límites planetarios.

Se confunde la lucha contra la corrupción con la lucha contra el sistema, asumiendo que esta es fruto de una serie de errores a corregir en el capitalismo financiero, obviando una crítica al capitalismo en su conjunto. Mientras no haya intención de desmontar el capitalismo, estas iniciativas no aportarán soluciones de fondo para los problemas de la mayoría de la gente.

La democracia representativa y la lógica electoral imponen unas reglas del juego que no controlamos, generando una estructura de poder que tiene que ser cuestionada. Poco se construye desde la lógica electoral, siendo el ganar el fin último que parece justificar todos los medios.

¿Qué tiene que ver la descentralización y articulación de la sociedad desde abajo con la toma del poder en las instituciones desde la lógica del parlamentarismo?

Hay una opinión generalizada respecto a que la transformación social solo es posible desde la autogestión de las luchas desde abajo. La razón principal por la que podría tener sentido integrarse en la lógica parlamentaria sería la destrucción del Estado, teniendo en cuenta la imposibilidad de su reforma, al ser una construcción del sistema capitalista. La mayoría de opiniones giran en torno a esta premisa y las posibilidades reales de conseguirlo si se accede al poder. Las voces a favor de intentarlo plantean, por un lado, «la ventana de oportunidad» —término usado por Podemos— que representa la opción electoral para impulsar las luchas desde abajo. Otras aseguran que desde el ámbito local, «con un partido localista, asambleario y con democracia participativa» se puede trabajar en las instituciones a la vez que se potencia a los movimientos sociales.

Sin embargo, hay quien plantea la imposibilidad de llevar a cabo cualquier intento de transformación desde el poder porque «cualquier Gobierno, con la ideología que sea, aunque recoja la voz de las bases, se va a encontrar con un sistema, con unas leyes estructuradas, que no se pueden cambiar en cuatro años». El cambio vendría desde otros planteamientos más radicales, como el decrecimiento o los feminismos anticapitalistas.

También se plantea que, aunque hay muchas personas dentro de estos nuevos partidos con buenas intenciones, hay otras que «no van a permitir al sector más crítico reventar las instituciones». Prevalece el temor a que «se reproduzcan los mismos comportamientos de siempre». Se critica a las burocracias del Estado del bienestar, y al escaso interés por el cambio de quienes las gestionan, cuyo principal objetivo es perpetuar su estatus. Asimismo, alguien amplía este análisis a los nuevos partidos y a la propia PAH, cuya lucha por una vivienda digna para todo el mundo tampoco busca una transformación social, sino la vuelta a la situación anterior a la crisis.

Otras de las dudas provienen de las semejanzas con lo ocurrido en los 80. Se plantea que «el PSOE aglutinó a gente del movimiento autónomo obrero, les dejaron sentirse partícipes de un cambio, y las ventanas de oportunidad al final estaban cerradas». Ante eso, alguna gente piensa que el momento social y político es diferente al de entonces pues «ahora venimos de un momento de ascensión de los movimientos sociales».

Por último, también se coincide en señalar que sería motivo de alegría que cualquiera de estas iniciativas electoralistas llegaran o alcanzaran cierto poder en el ámbito municipal, sin olvidar que hay que seguir construyendo organización social crítica, desde las bases, que vaya a la raíz de los problemas.

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