nº67 | política local

Sevilla para nacer

El Colectivo Comadres acaba de lanzar la iniciativa Nacer en Sevilla que recoge relatos de partos no respetados en los hospitales Virgen del Rocío, Macarena y Valme con el objetivo de presionar a las autoridades hospitalarias para que se actualicen y humanicen los protocolos obstétricos y para que se creen comisiones de seguimiento para las reclamaciones y denuncias de maternidad. Las tenéis en el IG nacer.en.sevilla

La has oído tantas veces que te la sabes de memoria. La anécdota que llevan cuarenta años contándote, con la misma emoción y la misma ternura de la primera vez, el preciso instante en el que tu madre te conoció. El comienzo de tu vida, asimilado con la pátina de cariño que regala el tiempo, pero que, sin embargo, esconde la pieza de un puzle que nadie nunca terminó por aclarar: «Yo me desperté, hecha polvo, como si me hubieran dado una paliza y, cuando me aclaré un poco, miré a mi alrededor y me vi sola en la habitación, sin ti, sin nadie, me quise levantar, pero no podía con mi cuerpo y, entonces, vi pasar una monja, porque entonces había muchas monjas en García Morato, y le dije «hermana, ¿usted sabe que he tenido yo?». Y la monja miró una carpeta y me dijo muy contenta, «¡una niña muy linda, ahora digo que se la traigan!». Y así supe que estabas bien y que por fin había tenido una niña, y te trajeron toda calentita del sol y yo me puse muy contenta porque todo había salido bien y ya te tenía conmigo». Y nadie pregunta por qué despertaste sola como si te hubieran pasado cuatro camiones por encima, porque hace cuarenta años, te nacían así, y como nos pasaba a todas, parece que no le importaba a nadie.

Décadas después, la escena se repite en oficinas, pasillos y salas de espera. Compañeras embarazadas planifican su baja maternal según las semanas de monitores. Una joven, que apenas entiende los códigos, pregunta ingenua por eso de monitores. Alguien explica: «Nada, que te toquetean un rato para animar al niño». Ese «toqueteo» es la maniobra de Hamilton. Una técnica de inducción mecánica que consiste en introducir los dedos hasta el cuello del útero para despegar las membranas. Se suele realizar sin consentimiento ni aviso, a traición. Es dolorosa y puede tener consecuencias graves: estrés fetal, meconio en el parto, ingreso en la UCI, secuelas neurológicas.

En marzo de 2023, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas (CEDAW) emitió su tercera reprobación contra España por violencia obstétrica. Esta vez, sobre el hospital Virgen del Rocío (antiguo García Morato). El caso: una cesárea sin consentimiento, precedida de humillaciones, malos tratos y vejaciones. Sevilla es un espacio sanitario de referencia nacional, y también el origen de una historia poco conocida. Fuimos la cuna del método EVA. o parto a la sevillana, desarrollado por José María Sánchez Bedoya, uno de los fundadores de la Sociedad Española de Ginecología. EVA, son las siglas de Estimulación con oxitocina sintética continua, Ventosa para extraer al bebé y Anestesia con pentotal, un barbitúrico incluido en el cóctel de la inyección letal en EE UU, que se aplicó sistemáticamente a las víctimas de la Legión Cóndor en los vuelos de la muerte. El resultado: madres dormidas, inmovilizadas, episiotomías sistemáticas, traumas físicos y emocionales, partos sin consciencia. Y bebés reanimados sin registro, sin contacto piel con piel, sin mamá. No se puede afirmar con certeza, pero existen indicios claros de que el parto a la sevillana pudo ser factor coadyuvante en el robo de bebés en España. Se usó masivamente en España hasta bien entrada la década de los ochenta.

Décadas más tarde, enfrento mi segundo embarazo y lo dejo claro: quiero que mis hijas nazcan con dignidad. Pero nadie me escucha, así que me rindo y cedo. Mi inducción, sugerida por riesgo estadístico —no por evidencia médica sólida—, empieza a las treinta y ocho semanas. Soy una gestante de cuarenta y un años con un embarazo gemelar de alto riesgo y bebés CIR. Solicito una cesárea programada que evite riesgos y separación de los bebés, pero el protocolo manda y yo no puedo elegir. Ingreso con los puños cerrados y los dientes apretados. Las intervenciones se suceden sin cesar. A las siete horas, mi útero amenaza con romperse por sobrestimulación química. El dolor me despedaza. Timbre a quirófano. Carreras. Gritos. No hay analgesia, la epidural lleva horas bloqueada. «No hay tiempo para nada —me dicen—. Aguanta, que ya sale la segunda placenta». «¿Pero por qué no me duermen?, ¿por qué tiene que doler todo tanto?», pregunto. Nadie responde. Las niñas nacen entre gritos, luces, y cuerpos extraños. Y yo no sé quién las sostuvo por primera vez ni cuándo les cortaron el cordón. Lo que sí sé es que pasé muchas horas en reanimación hasta arriba de morfina, y que tardé mucho tiempo —y dinero— en superar el estrés postraumático. Me robaron muchas cosas, como ser el primer refugio de mis hijas.

Numerosos estudios avalan la importancia de la piel con piel: regula la temperatura del recién nacido, estabiliza su respiración y ritmo cardíaco, mejora la lactancia, fortalece el vínculo emocional y reduce el riesgo de depresión postparto. Separar sin motivo es una forma de violencia contra la mujer, una más. Una comadre escucha a su mejor amiga contar su parto como quien vuelve de la guerra: incisiones, miedo, náuseas, paternalismo y desprecio. Esto ya no es cosa de otras. Ya no puedes mirar hacia otro lado. Tú tienes tus propias cicatrices y conoces esa trinchera.

Dice Lucía Lijtmaer que las mujeres somos muy peligrosas, porque tenemos memoria, y nos lo contamos todo. Cada parto que se cuenta, cada reclamación, es un paso más hacia un parto respetado. Hacia un nacimiento que no sea una guerra. La violencia obstétrica es real. Tiene nombres, fechas, heridas. Pero también tiene resistencia. Somos las últimas hijas del pentotal y ahora estamos preparadas para defender a quienes fueron y a quienes vendrán, a nuestras hijas y sus amigas, a nuestras hermanas, a nuestras madres, y a cualquiera que sueñe con que Sevilla sea, de una vez, un buen lugar para nacer.

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