A principios de mayo de este año en las diferentes universidades del Estado español empezaron a surgir acampadas estudiantiles en solidaridad con el pueblo palestino y en contra del genocidio cometido por Israel, principalmente motivadas por las que ya se estaban llevando a cabo en los EUA.
Las estudiantes de la Universidad de Sevilla convocamos el 13 de mayo una asamblea que daría pie al comienzo de la acampada, exigiendo al equipo rectoral que rompan todo vínculo con Israel, desde los convenios con empresas que financian el genocidio y universidades israelíes, así como que lo denominen como lo que realmente es, un genocidio, y que se opusieran a la represión de los movimientos en solidaridad con Palestina.
En los siguientes días, más de cincuenta tiendas llegaron a ocupar el césped de la puerta principal del Rectorado y las vallas se llenaron de banderas palestinas y carteles reivindicando una Palestina libre.
Dentro de la acampada se formó una comunidad autogestionada y apoyada por la solidaridad tanto de movimientos afines como de personas interesadas en participar de cualquier forma. Para el trabajo necesario en el mantenimiento del espacio y las acciones en la universidad y en las calles creamos cuatro comités: logística, seguridad, cultura y comunicación. Además, el Punto de Igualdad se encargaba de asegurar que la acampada fuera un espacio seguro para todas, libre de violencias y discriminaciones machistas, racistas, homófobas, tránsfobas, capacitistas, etc., que tuvo un papel fundamental de actuación ante los primeros casos de represión que se llevaron a cabo por parte de la propia institución. A su vez, todas las decisiones se tomaban en una asamblea que se celebraba una vez al día de forma abierta a cualquier persona que quisiera participar.
Las personas que nos unimos en la acampada, aunque casi todas éramos estudiantes de la US, veníamos de una gran variedad de disciplinas universitarias. Estábamos en momentos académicos y vitales diversos, y mientras algunas teníamos experiencia política previa por haber estado implicadas en el movimiento estudiantil u otros espacios activistas, muchas otras nos iniciamos en la misma acampada. Así, nuestra comunidad se convirtió en un espacio de formación colectiva en la que en menos de un mes aprendimos a auto-organizar nuestra convivencia, comunicarnos en asamblea, realizar todo tipo de acciones de protesta y mucho más.
El pasado 10 de junio, tras un mes desde que se tomó la decisión de acampar, ante la nula respuesta por parte del equipo rectoral y en especial del Rector Miguel Ángel Castro, procedimos a llevar a cabo nuestra acción más significativa, la ocupación del Decanato de Filología. Unas treinta personas nos encerramos en los despachos en la planta baja de la US con el motivo de aumentar la presión a la universidad para que rompiera su complicidad con el genocidio. Anunciamos un encierro indefinido, determinadas a no marcharnos hasta conseguir nuestros objetivos. Para ello contábamos con el apoyo de las compañeras que permanecían en el campamento y de las activistas que todos los lunes recorrían el centro de Sevilla en manifestación siguiendo el llamamiento de la Plataforma de Solidaridad con Palestina.
Sin embargo, después de unas ocho horas y media de ocupación, mientras dentro se estaba cenando y las compañeras que no dormían en la acampada poco a poco se habían ido a sus casas, los cuerpos de represión irrumpieron en el edificio del rectorado. Más de quince antidisturbios se abrieron paso con violencia, rompiendo cristales del edificio, bien de interés cultural, y dejando heridas a varias estudiantes. Como aprendimos más tarde, el rector en vez de escuchar a su propio alumnado y dejarles ejercer los derechos recogidos en los estatutos, había llamado a la Subdelegación del Gobierno para solicitar el desalojo de lo que consideraba un «espacio privado dentro de lo público».
No le bastaba con acabar con el encierro: también las compañeras que se encontraban en el campamento en el césped fueron identificadas y expulsadas del recinto, a pesar de que a lo largo del día se nos dijo en varias ocasiones que no se nos echaría del césped «si nos portábamos bien». Inmediatamente después una empresa de mudanza contratada por la administración universitaria arrasó nuestras tiendas y demás materiales, desalojando por completo la Acampada. Por si fuera poco, a la hora de escribir este artículo, un mes después, la US aún sigue sin devolvernos nuestras pertenencias.
Tras el conocimiento de la noticia, la solidaridad no cesó y muchas de las acampadas que aún seguían en pie (y que fueron en gran medida desalojadas de la misma forma que la nuestra) se volcaron en mostrarnos su apoyo. De la misma manera, los movimientos sociales de Sevilla y las profesoras de la US organizadas en la plataforma PalestinUS se posicionaron de manera rotunda en contra de lo que había sucedido, pidiendo la dimisión de Miguel Ángel Castro por su papel no solo de cómplice con el genocidio, sino también de orquestador de un acto represivo sin precedentes.
El desalojo de la acampada no significó el fin del movimiento. Nuestro colectivo sigue unido y continuamos con nuestras asambleas y acciones, con el firme compromiso de volver a subir el nivel de movilización una vez que comience el nuevo curso universitario a sabiendas de que, aunque se prometió la «paralización de las relaciones», eso no es suficiente, ya que lo que se pide es una ruptura total y definitiva de las mismas.
🇵🇸 ¡Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá!