nº63 | entrevista

«WEN INRUH?» ¿A dónde vamos?

Suha Alnajjar es gazatí. Llegó a Andalucía hace cinco años huyendo de los bombardeos israelís que destruyeron su hogar y su vida. Su casa y sus recuerdos se convirtieron en cenizas cuando cayó sobre su tejado una bomba de fósforo blanco. Tras este episodio, salió huyendo con sus tres hijxs dejando allí a sus padres, sus hermanxs, sus amistades, su trabajo y todo lo que había construido durante los casi cuarenta años que vivió en Gaza. Hoy la vemos en cada manifestación, cada acción, cada charla o encuentro de la ciudad de Sevilla denunciando el genocidio y las masacres en Gaza. Esta es su historia.

¿En qué parte de la Franja de Gaza te criaste?

Crecí en la ciudad de Gaza, en el barrio de Tal el Hawa, que ahora está totalmente destruido. Es la zona en donde está el hospital Al-Quds, si te acuerdas, cuando entraron los israelíes había muchas familias desplazadas allí. Bombardearon toda la zona y obligaron a esas familias y al equipo sanitario a salir. Fue una masacre horrible. Ahora no queda nada, mataron a todas las familias. Viví en esa casa con mis padres hasta que me fui a estudiar a la Universidad en Ramala, en Cisjordania.

En el año 2000 empezó la Segunda Intifada, cuando Ariel Sharon entró en la mezquita Al-Aqsa. Ahí empezó toda la destrucción en Gaza y la matanza. En ese momento aún había asentamientos de colonos en Gaza. Cuando en 2005 salieron, pensamos «Gaza es libre», pero no. En 2007 comenzó el bloqueo. Ese día fue horrible. Me acuerdo que estábamos mi madre, mi hermana y yo en una boda, cantando y bailando y empezó un bombardeo. La gente gritaba y escapaba corriendo… Siempre decimos mi madre y mi hermana «¿te acuerdas del primer bombardeo?», no sabíamos que la vida iba a seguir así, bajo las bombas.

Cuando los colonos abandonaron Gaza, ¿tu sensación fue que la situación fue a peor?

Sí, porque cuando salieron empezaron a bombardear. Nosotros pensábamos que iba a ser el fin del miedo, pero no. ¿Sabes que es peor que el sonido de un bombardeo? El movimiento de la casa es lo que más te asusta.

Tus hijos también han vivido muchos de estos bombardeos. ¿Cómo los has acompañado?

Mi hijo pequeño, Hamud, de nueve años, no se acuerda de nada, menos mal. Mi hija y mi hijo mayor sí se acuerdan de todo. La niña tenía 13 años cuando llegamos aquí. Me cuenta del 2014 —que fue la mayor agresión que sufrimos antes de la actual, porque la actual no tiene precedentes— que recuerda más mi preocupación que su sensación de miedo. Se acuerda también de cómo cambiábamos de una casa a otra escapando de las bombas. Te escapas y sabes que es absurdo, porque no hay ninguna zona segura, pero lo haces porque sigues con la esperanza de sobrevivir.

Y eso es lo que hace la gente ahora, aunque hay gente que no. Tengo un amigo que se llama Rami que sigue viviendo en la ciudad de Gaza. Desde el primer minuto, decidieron, él y su mujer, que no iban a salir pasara lo que pasara. Viven desde hace seis meses en la ciudad de Gaza, ¿sabes lo que significa eso? Su casa la bombardearon hace tiempo y se han cambiado de casa un montón de veces. Han sido amenazados, expulsados de su casa, han huido con sus hijos entre los tanques, bajo los disparos, con una bandera blanca en una mano y su carné de identidad en la otra. Y ha vivido esta experiencia muchas veces. Pasó hambre, encontró comida, y pasó otra vez hambre, y así… pero dice que al menos está vivo. Están viviendo tiempos muy difíciles, la muerte es más fácil que lo que están pasando.

¿Y tu familia hacia dónde ha tenido que desplazarse?

Mi familia fue de las primeras que pudo salir de la ciudad de Gaza porque tienen casa de familiares para ir. Unos fueron a Deir al-Balah y otros a Rafah. Hablé con mi madre el otro día, ella siempre evita hablar de su casa, que ha sido destruida. Y me decía, «me acuerdo de cómo ordenaba y preparaba los certificados del colegio de mis hijos de todos los cursos». Ella es muy ordenada, lo tenía todo organizado en carpetas, con fechas, los álbumes de fotos. Lo ha guardado durante todos estos años y al final todo ha desaparecido, todo está quemado, todo es polvo.

¿Toda tu familia está ahora en Gaza?

Sí, mi padre, mi madre, mis dos hermanos, mi hermana y mis sobrinxs. Estoy intentando sacarlos y espero que funcione. Es muy urgente que salgan, sobre todo mi padre y mi madre, porque mi padre no está tomando su medicación y está empeorando muchísimo. Y tienen que salir con alguno de mis hermanos porque son personas dependientes. Solo pueden salir pagando a los egipcios, que cobran 5 000 dólares por persona y 2 000 de comisión por familia. Es muchísimo dinero. Estoy intentando hacer la reagrupación familiar en España, pero aún no lo he conseguido. Y he hecho una campaña para recaudar dinero, como ha hecho el 90% de la población de Gaza.

Y la gente que no tiene familiares y ha tenido que salir huyendo, ¿qué ha hecho?

Viven en la calle. La mayoría de las familias ha perdido el trabajo y la casa y no tienen dinero. Así que viven en los colegios de la UNRWA —los que quedan, porque muchos han sido bombardeados— o en la calle, en campos de refugiados en tiendas de campaña. En Rafah, Jan Yunis y Deir al-Balah hay campos de refugiados enormes, mucho más grandes que las ciudades.

Prácticamente toda la población de Gaza está desplazada.

Sí, solo quedan en el norte y en la ciudad de Gaza 300 000 personas. En Jan Yunis no queda nadie, han destruido el 90% de los edificios. Y el resto de la población vive entre Deir al-Balah y Rafah. Hay mucha gente que está intentando salir. 260 000 personas han salido ya de la Franja.

¿Y cómo está afectando específicamente a las mujeres el genocidio?

A las mujeres les está afectando mucho más. Las embarazadas no tienen atención médica porque los hospitales ahora solamente funcionan para los heridos. Solo pueden alimentarse de la ayuda humanitaria, que son latas, no hay frutas, ni verduras, ni proteínas, están desnutridas.

Una de las dificultades de las mujeres es cuidar a los niños, preparar la comida, darles el cariño… mientras están bombardeando. Eso me pasaba mucho. Imagínate, tenía que enseñarles que era fuerte y no lo era. Tenía mucho miedo, porque siempre me imaginaba los peores escenarios. Cuando veía a una familia que había perdido a sus hijos, me imaginaba que me iba a pasar a mí, si caía una bomba en mi casa, ¿qué iba a pasar?, ¿quién iba a morir y quién no?, ¿a quién iba a ver cortado, quemado? Te quedas con esas imágenes y pesadillas todo el tiempo… Y los niños en estos momentos vienen a la madre, al abrazo, y tú piensas, «¿cómo voy a tranquilizarlos?». En 2014 intentaba tranquilizar a mi hija contándole historias. Imagínate contarle un cuento antes de dormir mientras estás escuchando las bombas y la casa se está tambaleando. Leí un post de una amiga escritora que decía «no quiero actuar como una adulta, quiero llorar y gritar como una niña, quiero que alguien me abrace y me tranquilice, no quiero abrazar, quiero que alguien me calme». Incluso si tienes adultos a tu alrededor es difícil encontrar a alguien que te abrace. Con el miedo pierdes la habilidad de abrazar y tranquilizar al resto, no puedes, tienes que tener esa fuerza y esa energía, y la pierdes porque eres humana.

¿Cómo resistías a la ocupación en el día a día, a los bombardeos? Cuando estuve en Cisjordania y Jerusalén aprendí que una forma de resistir es contar, contar al mundo todo lo que pasa, pero en situaciones como esta, en las que estás sufriendo bombardeos continuos, ¿de dónde sacas la fuerza?

Es insistir en vivir, insistir en que es nuestro derecho, nuestra tierra. Como los israelís tenían planificado el bombardeo masivo pensaron que toda la población iba a ir a hacia Rafah y escapar por el Sinaí, pero la gente no lo ha hecho, y los israelíes van a seguir y van a insistir hasta conseguirlo. Ahora están amenazando con una operación terrestre en Rafah durante las próximas semanas. Y la gente, ¿sabes que dicen? «wen in ruh?», ¿a dónde vamos? No quieren ir al desierto del Sinaí porque saben que sería vivir como en el 48, en campos de refugiados en tiendas de campaña durante años.

La gente al principio subía muchos vídeos y fotos, tenían la esperanza de que todas estas evidencias iban a lograr que el mundo les apoyara. Pero ahora tienen menos esperanza, dicen «¿para qué grabamos?, ¿a quién enseñamos todas esas evidencias de crímenes de guerra? El mundo está muerto, nadie es valiente para enfrentar y parar a Israel, ¿con quién estamos hablando?» Incluso Israel intentó hacerse la víctima al principio para mostrar que estaba defendiéndose. Ahora todo el mundo sabe que no se están defendiendo, que están atacando a la población, que no es una guerra porque no hay dos ejércitos. En ningún medio salen militantes de Gaza enfrentándose con el ejército israelí, siempre es el ejército contra gente inocente, personas que no tienen armas, que no tienen nada, que están muriendo bajo sus casas, bajo los escombros, que están muriendo por las calles. Están muriendo muchos niños, y todo está ocurriendo en la Franja de Gaza, en Israel no pasa nada, desde el 8 de octubre todos los asesinados son gazatís. Todo pasa solamente en Gaza. Y no pasa nada.

¿Y cómo está siendo para ti estar aquí, mientras toda tu familia está en Gaza?

Duermo muy mal, he perdido mucho peso, pero por lo menos mis hijos están bien, aunque mis padres y mis hermanos no. Te sientes culpable porque puedes comer y vivir bien y ellos no. Mi hijo el pequeño, me dice, cuando tiene una foto de algo muy bonito que hemos hecho: «esta foto, no podemos mandarla a la prima, ¿no?»

No pueden ver vuestra felicidad…

No…

¿Qué haces desde aquí para resistir a la ocupación?

Todas las acciones que hacemos por Palestina por desgracia no son una herramienta fuerte que pueda parar el genocidio, pero a pesar de eso tenemos que seguir hablando sobre Palestina, sobre Gaza, sobre la raíz de este genocidio, sobre la limpieza étnica, sobre las matanzas y las masacres y crímenes de guerra que está cometiendo Israel. Tenemos que seguir con la esperanza de que podemos hacer cada vez más presión a los gobiernos. Voy a charlas y cuento en primera persona lo que he vivido en Gaza. Soy miembro de la Plataforma de Solidaridad con Palestina y del movimiento de mujeres palestinas Alkarama, y a través de estos colectivos intentamos dar voz a los palestinos y palestinas para exigir el derecho de permanecer en nuestra tierra.

Llevamos más de seis meses de genocidio y casi 40 000 palestinxs asesinadxs, ¿qué crees que va a pasar en los próximos meses?

Por desgracia soy muy pesimista con esto, casi no tengo esperanza de que el genocidio va a terminar pronto. Para el Gobierno israelí, para este Estado sionista
y criminal, es una oportunidad para eliminar y exterminar al pueblo de Gaza y conseguir la tierra y los recursos, y no la van a desaprovechar. El mundo está callado, así que para qué van a parar, siempre quieren más masacres y más matanzas. Tiene el apoyo de Estados Unidos, tiene poder, dinero, no van a parar antes de conseguir su objetivo. Pero esto no se lo digo a mi familia, siempre intento trasladarles esperanza, aunque yo no la tenga.

¿Qué crees que podemos hacer desde aquí para apoyar a Palestina?

Cortar relaciones con Israel, presionar a los gobiernos para que lo hagan. Salir a las calles a mostrar el rechazo con lo que está pasando y decirlo en voz alta. Hablar sobre lo que está pasando, analizar las noticias, identificar la manipulación que están haciendo los medios de comunicación. Y cada uno actuar desde su lugar. Por ejemplo, si eres alumnx o profesor, rechazar los intercambios con universidades israelís; boicot a todos los productos israelíes; boicot a Carrefour, que está regalando comida al ejército israelí que está matando a niños y niñas inocentes en Gaza. Si todo el pueblo español hace huelga, deja de trabajar y sale a las calles, puede ser algo muy fuerte que puede presionar al gobierno, y si esto pasa puede ser un ejemplo que se repita en todos los países.

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