A David Graeber, sobre el que se publicó un texto en el pasado número, se le atribuye el lema «We are the 99%» dentro del movimiento Occupy Wall Street. Si pudo tener un cierto interés como reclamo, pronto se hicieron visibles sus límites. Las primeras en advertirlo, como suele ocurrir, fueron las feministas cuyas reivindicaciones se encontraron con una fuerte oposición dentro de las concentraciones. De alguna manera parece que tenemos que mantener una posición firme en todo, lo que lleva a desechar aquello a lo que le intuimos alguna inconsistencia, y esto nos dirige a la confrontación directa. Los mayores interesados en el bloqueo al que conducen estos conflictos acaban siendo quienes no participan de nuestras posiciones. Se proyecta una imagen dicotómica sobre esas opiniones divergentes con la idea de que parezcan irresolubles, a menos que una de las partes acabe con la otra.
Como les pasa a los protagonistas de la película As Bestas, la idea de esas falsas dicotomías de lo cotidiano es encerrarnos en jaulas pequeñas que no nos permitan ver el conjunto de la acción. No quiero quitarle importancia a muchos de esos conflictos, ya que señalan dónde las minorías son reprimidas, sino que quiero centrarme en que las dicotomías no son tales. No son excluyentes unas opciones respecto a las otras. Seguir trabajando desde esas dicotomías no solo nos desagrega, sino que hace que nos desgastemos mientras nuestro propósito común se aleja progresivamente. En los últimos años, los chalecos amarillos o el conflicto entre decrecentistas y quienes apuestan por las renovables, abren continuas brechas entre quienes somos conscientes de la importancia de la crisis climática. Yo tengo claro mi posicionamiento pero no sé hasta qué punto ayuda que mi discurso vaya enfocado a desbaratar otras opciones a las que también preocupa la cuestión climática.
Esta inquietud me lleva a mirar con esperanza el proceso que se está siguiendo con «Canarias se agota», del que tenéis una versión extendida en la sección «Está pasando». Parecen, viéndoles desde la lejanía, haber sobrepasado la lógica dicotómica para concentrar las fuerzas en unos mínimos innegociables. También sigue siendo noticia en esa lógica agregadora la acción desde Barrios Hartos, con las trabajadoras del servicio a domicilio o la subida del precio del agua. Cuando hablamos de Andalucía me acuerdo de que hace veintiún años se fundó Indymedia Estrecho, tomando la decisión de obviar los límites políticos autonómicos mediante la incorporación, en un proceso iniciado en Andalucía, de activistas del norte de África y las Islas Canarias. Sería estupendo que, entre el ruido informativo, volvamos a consolidar canales que multipliquen las iniciativas a uno y otro lado de la Frontera Sur. No se trata de ser el 99%, sino de congeniar, al menos, unas agendas de luchas ante quienes atentan contra nuestros derechos sociales y el cuidado de los ecosistemas.