La educación concertada y privada va ganando números en Andalucía y en el resto del Estado. Una educación exclusiva, poco inclusiva y con todos los valores neoliberales.
15 a 4. No es el resultado de un partido de balonmano, son los colegios concertados que existen en el centro de Sevilla: quince concertados frente a cuatro públicos. Esta es la realidad del centro de la capital andaluza, donde muchos vecinos y vecinas lucharon décadas por la construcción de nuevos centros públicos y no tuvieron ningún caso de los políticos del PSOE, y ahora mucho menos los del PP.
La educación privada-concertada es una panacea de negocio. La Iglesia católica, en su mayoría propietaria de estos colegios, tienen aquí su tinglado montado con partidas de dinero público para sus instalaciones y mantenimiento, con profesorado pagado por la Junta, pero contratado por ellos: con la ideología que ellos quieren, para que esas mentes del alumnado se vayan educando a su manera. Ese sacro derecho entregado a la santa Iglesia, mantenido por Franco y regalado por el PSOE durante cuarenta años en esta tierra, y por el PP ahora.
La consigna es clara: en un concertado o privado el alumnado está más controlado. Eso dicen.
Hasta este momento, la primaria y la secundaria han estado así, gratuitamente para madres y padres. Luego, si el colegio era grande, impartía el Bachillerato previo pago del alumnado. Hoy por hoy, ese Bachillerato empieza a estar subvencionado.
Subiendo escalafones llegamos a la Formación Profesional. Este ha sido sin duda otro gran filón del actual gobierno de la Junta. El ya fallecido Imbroda se dio cuenta de que si a la FP pública se le quitaban los fondos y seguía moribunda, sin oferta y con una gran demanda, el alumnado se iría a la privada y, ¡eureka!, él era uno de los dueños de las empresas educativas andaluzas de la formación profesional. Hoy, otros siguen su estela.
Algunos datos: 879 millones de euros en conciertos en Andalucía, 50 más de media por año que con el PSOE en la Junta. Más de 1.100 clases suprimidas en la educación primaria pública. La Junta nos dice que es por el descenso de la natalidad, mientras la concertada ha ganado 84 líneas en los últimos años.¿Resultado? Clases atestadas de alumnos y alumnas, ratio por las nubes, alumnado con necesidades específicas abandonado y cada vez más oferta y más publicidad para la concertada.
La educación privada-privada (sin subvenciones) ya sabemos cómo funciona para las clases adineradas del país: los papás pagan y el niño aprueba. Si el chiquillo es malo, no hay nada que objetar ante un gran talonario. De esta exclusividad tenemos más de 100 asientos en el congreso, bancos, empresas, etc. Acuérdense del denostado expresidente del PP, Pablo Casado, un máster sin pisar un aula y sin encender un ordenador.
Ahora llegan los fantasmas del pasado, que nunca se fueron, pero que ahora gritan desde los escaños en la Junta y en el Congreso, ¿ustedes no se han parado a pensar de dónde sale tantísima ultraderecha juvenil?, ¿cómo volvemos atrás en ideales de hace 45 años como la homofobia, el machismo o el racismo?
La educación privada está detrás del retroceso ideológico de nuestro país.
Una de las claves es esta: la educación elitista. La élite nunca ha desaparecido. Los padres e hijos del franquismo tenían ya sus colegios y después iban a la Universidad. A partir de los 80 y 90 los obreros empezaron a ir a la Universidad. No iban a permitir que el elitismo y la exclusividad desaparecieran: más colegios mayores, el despliegue de la privada, Loyola, San Pablo, el Opus.
No se piensen aquellos que nos leen y están alejados de las aulas, que el alumnado joven no dice algún «arriba España» . Existe, la ultraderecha de este país que nunca desapareció ahora mira sin complejos. Tienen los medios y hoy en día todos vivimos pegados a las redes sociales y a la publicidad. Al alumnado le llega ese tufo. La diferencia es que en la pública hay diversidad, desde el alumnado, hasta el profesorado, porque afortunadamente no te miran la ideología para ser profesor y estamos alejados todavía de los pines parentales. Muchos luchamos para que tengan talleres y actividades por el 25N, y para que vengan asociaciones LGTBIQ y poder explicar y hablar libremente de los entresijos de la historia, sin perder el trabajo. Faltaría más.
Los gritos machistas del colegio Elías Ahuja de Madrid: «putas, salid de vuestras madrigueras como conejas», los saludos fascistas de los alumnos del colegio balear Llaut, o el otro valenciano de Orihuela con los mismos gestos y poniendo el himno de España con la letra del fascista de Pemán, son solo un ejemplo mínimo para lo que se cuece dentro de lo privado. Directivas que saben lo que quieren y docentes, convencidos algunos, y otros que no les queda más remedio que trabajar allí, aunque tengan que aprobar al alumnado que no sabe ni expresarse cual Froilán.
Una educación democrática, desde la primaria hasta la Universidad, cambia un país. En España no se quiso. Una más de vuestra queridísima Transición (nótese la ironía).
Desde Felipe a Sánchez no nos hemos preocupado de la gran realidad. Una educación democrática, desde la primaria hasta la Universidad, cambia un país, pero… No cambiamos las fuerzas de seguridad, ni las instituciones y tampoco la educación. Lo privado tiene el trampolín hacia los mandos de poder: justicia, medios de comunicación y empresas privadas. Lo concertado eclesiástico educa en los valores de antaño ( y los Gobiernos le pagan) y otros que llegan al poder se dan cuenta que al igual que la sanidad, la educación es un gran negocio. Al final era verdad eso de «lo dejo todo atado y bien atado».