nº67 | todo era campo

Unas notas sobre la Casa de las Niñas

Era el año 1998 cuando el número 5 de la calle Joaquín Costa empezaría a acoger un proyecto de habitar colectivo que luego fue conocido como la Casa de las Niñas. Algunas de su primeras habitantes venían de experiencias okupas, pero cada vez tenían más claras las limitaciones que suponían las okupaciones a sus vidas y proyectos personales, sobre todo como viviendas. La Alameda era el área por donde se movían aquellos años y alquilaron colectivamente el inmueble a los clásicos rentistas sevillanos a partir del impulso de dos de ellas. La casa arrendada era un edificio de finales del siglo XIX, con varias plantas y un patio interior. Era barata, pese a su tamaño, porque llevaba años descuidada. Aún así había que llenarla de mucha gente para poder pagarla.  Pero no les pesaba porque contaban con la energía de la juventud y, desde el principio, no pararon de acudir amigas y amigos y a participar en la vida de la casa de diferentes maneras, como con el «comedor» organizado junto a gente externa al alquiler.

La calle Joaquín Costa era aún uno de los epicentros de la gente con mayor vulnerabilidad del barrio, con problemas principalmente vinculados a la drogadicción. Pero sus enemigos eran otros. Nada más llegar se empezaron a organizar para hacer una recepción crítica al Plan Urban (aprobado en 1994): cada vez que se anunciaba un desahucio intentaban pararlo o, al menos, apoyar a las personas afectadas; inauguraban parques simbólicos en los solares; defendían el mercadillo de la Alameda e incluso pararon las máquinas de obras; aunque con el tiempo se vio que el proceso era imparable. Por la casa constantemente transitaban personas y colectivos activistas. Cuando se organizaba alguna manifestación importante, la casa hacía de espacio para la organización, el diseño de pancartas y almacén de materiales. Incluso para refugiarse. Era un centro social realmente. O una segunda sede de algo. De muchas cosas. Frecuentemente también se hacían fiestas y eso servía a la gente para unirse.

En las inmediaciones, otros espacios estaban en la misma línea, como el Lokal, Las Sirenas o la Casita. Eso hacía que fuera fácil encontrarse en la calle y esa presencia continua en el espacio público del barrio también fue importante. En el verano de 2001, el ayuntamiento inició la construcción de un aparcamiento subterráneo en la Alameda y surgió un movimiento vecinal del que formaba parte Villa Ardilla, un refugio en el que se hacían turnos para dormir en los árboles para evitar su tala. Con ello, la presencia en la Alameda fue casi permanente: se celebraban asambleas de más de cien personas todos los días. Era de las primeras veces que conseguían coordinarse ecologistas, la gente de la plataforma contra el aparcamiento, de los movimientos okupas… Y la Casa de las Niñas hacía de espacio de retaguardia de todo lo que pasaba en la calle.

A partir de 2006 se consolidó el remplazo poblacional del barrio y el decaimiento de la escena activista en torno a él —con la «reforma» del pavimento de la Alameda, la expulsión definitiva del mercadillo o la construcción de la comisaría en el antiguo solar donde se celebraba el cine de verano—, pero la casa seguiría siendo importante en su vinculación a los movimientos sociales. Especialmente con el movimiento feminista, con la presencia de Mujeres de Negro, la asamblea feminista Lilith, el colectivo queer Pantera Rosa o las Setas Feministas, haciendo de enlace entre las diferentes generaciones de habitantes de la casa. No es que fuera la sede de todos esos colectivos feministas, pero la interacción se daba en muchos sentidos, ya fuera como apoyo puntual o por la actividad de las habitantes de la casa en esos colectivos. El arraigo del movimiento feminista es lo que ha tenido más continuidad entre las distintas épocas y habitantes de la casa.

La organización interna más claramente feminista se ha dado en la última época: solo mujeres y disidencias, la casa más cuidada, más bonita… Hubo un cambio generacional tras el 15M, en 2011. La gente nueva le dio un empujón de cariños y de cuidados. Hubo un punto de inflexión hacia una casa más comunitaria, potenciando la dimensión asamblearista que ya tenía y con un fuerte componente feminista en cuanto a la organización: poner la vida en el centro, la importancia de lo común y los cuidados… Las distintas habitantes asumieron esas tareas como centrales y las trabajaron mucho. En parte porque el trasiego de las personas que habitaban la casa fue constante, con algunas habitando un periodo corto y otras varios años, casi todas vinculadas al activismo y al arte escénico. Lo común suponía el elemento crítico en torno al que se estructuraban las decisiones colectivas, que generaba un experimento de domesticidad alternativo.

La Casa de las Niñas quedó en los últimos años como el último reducto de esa vida comunitarista del casco histórico tras el proceso de gentrificación. Esta particularidad se hizo evidente en el confinamiento, cuando grandes partes del centro quedaron en silencio al detenerse el turismo. Sin embargo, en ese espacio de convivencia ampliado de la Casa de las Niñas, el confinamiento fue un momento pleno de vida en común y socialización interna, en el que llegaron a grabar un cortometraje. La autogestión también les facilitó poder sostener desde el grupo las precariedades que pudiera sufrir cada habitante en momentos puntuales, incluso realizando actividades para recaudar fondos tanto para las habitantes como para sus colectivos. La Casa de las Niñas es una iniciativa que quienes conocieron la realidad de esa Alameda en lucha del cambio de siglo, o la evolución de los movimientos feministas sevillanos del siglo XXI, tiene presente, pero que finalmente tiende a quedar en los márgenes de la Historia respecto a momentos más épicos. Hay un proyecto muy bonito en ensamblar todas esas notas al margen que señalan la importancia de la Casa de las Niñas. Nos recordaría la importancia de tener y cuidar los espacios de referencia que nos acogen para pintar una pancarta o que nos permiten almacenar material cuando una iniciativa toca su fin.

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