nº45 | construyendo posibles

Un viaje por la libertad y la justicia

GIRA ZAPATISTA POR EUROPA

Las compañeras zapatistas han decidido venir a visitarnos a Europa después de habernos recibido a miles de nosotras en su territorio en las etapas más importante de su camino para compartir luchas, espacios y para que la palabra corriera más allá de las fronteras. Ahora, han decidido conocer con sus ojos los movimientos de abajo al otro lado del charco. Y así, vendrán hacia acá.

Aunque aún no sabemos cuándo llegarán, uno de los momentos que se barajan para su viaje es una fecha simbólica de la conquista y el expolio cometido en sus territorios y en el mundo desde hace más de 500 años: la derrota de los aztecas. Desde siempre, la simbología y el uso de la palabra han sido muy importantes en el movimiento zapatista y ahora, de nuevo, toma una importancia que transciende lo superficial. La decisión de venir en uno de los años más difíciles, debido a la pandemia mundial, no es banal. Remarca la distancia que hay entre mundos: algunas estamos en espera de vacunas mientras que otras no las recibirán nunca. Algunas estamos preocupadas porque se nos acabe el dinero, otras ni tienen acceso a él. Algunas somos hijas rebeldes del capitalismo pero seguimos comiendo de su plato, otras luchan, resisten y mueren sin recurso alguno, excepto dignidad y coherencia.

Generar una red desde abajo anticapitalista, antimperialista y antipatriarcal es un reto que las compañeras zapatistas y el EZLN y el CNI persiguen desde siempre, pero quizás nunca como ahora fue tan necesario en el territorio europeo después del fracaso de las nuevas izquierdas y las izquierdas institucionales.

La fecha más conocida del nacimiento del movimiento zapatista es el levantamiento en armas declarado el 1 de enero de 1994, un grito de desesperación y denuncia donde se colocan como protagonistas, por primera vez, indígenas tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, mames y zoques, juntos declarando la guerra al Gobierno de Carlos Salinas y al Ejército Federal Mexicano, ocupando 7 municipios, entre los cuales San Cristóbal se erige como uno de los enclaves más importantes. Hicieron pública la ya famosa Declaración de la Selva Lacandona, que recoge las 11 demandas básicas: trabajo, tierra, casa, alimentación, salud, educación, autonomía, libertad, democracia, justicia y paz.

Parte de la sociedad civil internacional descubre ahora la existencia de los indígenas mexicanos y bajan a las plazas a manifestarles su apoyo y pedir el cese de la guerra. Tras un corto periodo de guerra de 12 días, la lucha zapatista se transforma en una lucha que tiene como pilar fundamental la comunicación, un movimiento hecho de indígenas para indígenas.

Ser indígena en México, en general, desde la conquista de las Américas, supone no ser visto, no ser considerado una parte con derechos de la sociedad, por el simple hecho de reivindicar su identidad. Y de esta identidad indígena, el EZLN se alimenta en su cosmovisión retomando prácticas comunitarias de solidaridad, su forma colectiva y democrática de tomar decisiones, su concepción cíclica del tiempo y el armónico vínculo con la naturaleza y el mundo.

Los indígenas de México son rebeldes. Un revolucionario está dispuesto a hacer concesiones para tomar el poder, un rebelde es un freno al poder. Los indígenas zapatistas son los rostros de los hombres y mujeres que luchan siempre contra algo, pero que luchan a la luz del día, que no tienen miedo. Hombres y mujeres generosamente enojados. La lucha zapatista está hecha de símbolos, palabras, comunicación, cultura, diversidad, dignidad y coherencia y ha llegado más allá de Chiapas porque es una lucha que alcanza a todas aquellas que se sientan diversas, no aceptadas, oprimidas. Las que deciden decir un simple no. Leer el movimiento zapatista en clave grupo armado en resistencia es una visión muy limitada de su potencia. La lucha zapatista es una lucha de la comunicación. La lucha de los últimos hecha de símbolos.

Precisamente, por este carácter simbólico, el hecho de convocar el viaje en una época tan incierta, puede ser interpretado como una llamada a la esperanza, un estímulo para volver a trabajar por un cambio real y no ficticio. Un empujón para organizarnos desde abajo y retomar el impulso, más allá de que el viaje se haga realidad este mismo año o el año que viene. Una oportunidad para volver a mirarnos y a organizarnos, a rehacer las redes de solidaridad en estos tiempos en los que tanto nos hacen falta.

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