nº13 | editorial

¿Tránsitos legítimos?

Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad... (Franco Battiato)

Pensar en relatos posibles que intenten de alguna manera esclarecer cómo comenzó y se aposentó la vida humana en el mundo, me parece un ejercicio de lo más entretenío.

Intento imaginar cómo fue que grupos de semi-monas forrajeras llegaran a organizarse para coexistir y súper-vivir en un entorno sin esmartfones, ni interneles, ni semáforos, ni visas. Intento conjeturar sobre la manera en que comprenderían que todas las semi-monas dependían de la fuerza de la manada para garantizar su existencia en un entorno que no podían controlar: ¿inspiración divina, revelación genética, aprendizaje social?

Sigo pensando y me siguen surgiendo preguntas. ¿De qué hablarían las semi-monas? ¿Hablarían? ¿Qué caminos seguirían? ¿Por qué unos caminos y no otros? ¿Se perderían? ¿Se encontrarían?

Sé, de leer a personas sabias y expertas, que en algún momento dejaron de ser semi-monas para ser humanas. Y también leí que anduvieron vagando, transitando por el mundo durante miles de años. Así se garantizaban el alimento necesario para procurarse la energía que les permitía mantener sus cuerpos. «La movilidad surgía de la necesidad de cambiar de lugar una vez que los recursos devenían escasos, pero no cuando se habían agotado, sino cuando habían disminuido lo suficiente para compensar moverse»i. Los desplazamientos eran cíclicos, por un territorio concreto, por esto no se les considera nómadas. Pero en ese transitar, se expandieron por el mundo…

Tardaron mucho en dejar de vagar, de transitar hasta establecerse en un territorio fijo. Y no todas, porque muchas siguieron nomadeando y lo siguen haciendo hoy en día con muchísimas más dificultades. De hecho, las humanas hemos pasado más tiempo vagando, en tránsito, que establecidas en un territorio definido. ¿Y sería que al establecernos surgieron los problemas?

Primero, las murallas; unas delimitadoras, otras… ¿defensivas? Después, considerablemente después, las fronteras; muchas de ellas a golpe de escuadra y cartabón.

Y atendiendo a esto, me siguen surgiendo preguntas: ¿está en nuestro ADN la necesidad de movernos buscando contextos y entornos que nos permitan existir y coexistir?

¿Y qué sucede ahora, cuando los recursos no solo se vuelven escasos, sino que desparecen? ¿Qué sucede si hasta el recurso «posibilidad de existencia» se desvanece? ¿Qué hacemos con las murallas, con las fronteras? ¿Qué hacemos con la movilidad que surge ante la necesidad de cambiar para aumentar la posibilidad de supervivencia?

Fronteras de múltiples filos, y ninguno bueno. Vallas alambradas desgarravidas.

Yayo Herrero, activista ecofeminista, nos propuso hace poco una pregunta que al menos a mí me dio mucho que pensar: ¿qué sucedería si prolongáramos la valla de Melilla por todo el perímetro del reino de España, sin dejar entrar los materiales ni la energía que nos abastecen, ni dejar salir los residuos que generamos, sin dejar entrar a las mujeres que están absorbiendo nuestras tareas de cuidados…? ¿Cómo se sustentaría la vida en España o en cualquiera de los Estados que cierran sus fronteras a las personas que «migran» buscando una vida mejor o huyen de sus territorios de procedencia por hambre o miedo a la muerte?

Otra cuestión que me ronda, me inquieta y me incomoda, es la diferencia que hacemos con «el que viene de fuera». Si trae cámara al hombro y/o aspecto de gamba, y/o sonrisa puesta y/o sandalias con calcetines y /o billetera abultada y/o visa vigente, ¡os recibimos con alegría!

Por lo que se ve, nos cabe bastante que la movilidad surja cuando «la necesidad de cambiar de lugar responda a una escasez de los recursos “buen tiempo”, “torres bonitas” o “contextos de ocio alejados de las obligaciones cotidianas”». Hasta el punto en que el diseño y la planificación de nuestras ciudades-mercancía queda totalmente sometido al bien-estar de l*s turistas.

Y es que las personas se mueven de un lugar a otro, siempre lo han hecho, perdiendo el alma por los caminos, o dejándosela en daguerrotipos digitalizados e inmediatos junto a la estatua de cualquier prócer de la tierra…

Y yo… me siento en continuo tránsito, transito de mujer construida a mujer liberada.

Soy nómada de mí misma, moviéndome o transitando, ya veré a qué otro lugar, a otro yo por necesidad de ir buscando un contexto en el que me sienta más conforme respecto a la vida que merece ser vivida…

i He cogido prestadas ideas y trozos de frases del libro En la Espiral de la Energía. Historia de la humanidad desde el papel de la energía (pero no solo) de Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes; Libros en Acción / Baladre; 2014.

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