nº51 | a pie de tajo

Tirachinas y otras armas de destrucción masivas

Cuervo para jefe: el hombre de mediana estatura, atlético, calvo y de unos 70 años, es el peligroso activista Vicente.

¡Oh, dios mío! — exclamó el teniente que recordó al coronel Trauman—, no quieren aceptar el hecho de que se están enfrentando a un hombre excepcional en las luchas de guerrillas. Experto en armas de fuego, con el cuchillo, con sus propias manos. No temo por Rambo, temo por la vida de sus hombres.

La brutal paliza que propinó Vicente a cuatro de sus mejores hombres les sirvió de aprendizaje. Normal que en las detenciones del Río San Pedro los sorprendieran con fuertes medidas policiales: ¡seis furgones! Una simple citación judicial hubiera sido un error para individuos tan peligrosos, más aun pudiendo haber personas, en la huelga del metal, que no pertenecen al territorio y que forman parte de grupos organizados (Pedro Fernández, delegado del Gobierno en Andalucía).

THE END

El valiente policía (ya nos hubiera gustado verlo en otro pueblo y época), porra en mano escondida en la espalda, que se ensaña con nuestro compañero, sabía cuando se metió a antidisturbios, como lo saben todos, que el 99% de su trabajo lo iba a dedicar a apalear a su pueblo. Pueblo que le paga y del que no sabrá que detrás de cada bidón de basura quemado hay historias de compañerxs que sufren la violencia de la patronal, violencia que no se lleva a los tribunales porque la policía no detiene a sus amos.

Los jueces ciegos, que ven el mundo al revés que el resto del pueblo y juzgan a los agredidos en vez de a los agresores, son culpables de haber convertido la justicia en un teatrillo. No sé qué da más vergüenza: que cuatro tíos como cuatro trinquetes denuncien por lesiones a un jubilado o que un juez acepte la denuncia. No les importa que seguir los caminos de la legalidad nos halla llevado a la precariedad. La policía nos apalea porque salimos a la calle a pedir lo que nos corresponde por ley, y la ley nos condena por pedir lo que nos corresponde y ella no es capaz de darnos.

Lxs trabajadorxs salimos a la calle en defensa propia. No necesitamos ni videos, ni drones; los tornos de las factorías o los datos de que dispone el Ministerio dejan claro que la Bahía está llena de piratas que nos roban el dinero de las nóminas y nos niegan los derechos mientras la justicia y el Gobierno miran para otro lado y no envían a la policía para detenerlos.

El gobierno incendiario que envía tanquetas a una barriada para reprimir a su gente es culpable de cada piedra que se tira por no haber actuado cuando se pisotean los derechos de lxs trabajadorxs; y también lo es de omisión de socorro a un pueblo que lleva años pidiendo justicia a gritos. El precio de cien farolas no daría ni para pagar un finde de los que se pegaban Bárcenas o Rato en los Alpes, ni para los implantes de doña Leticia. El precio de cien farolas no vale la vida de unx de mis compañerxs que han tenido que hacer las maletas o ver como en las factorías de Cádiz hacen su tercer grado carcelario invertido. Nos desarman, nos amordazan y, luego, nos manda a sus perros para que nos apaleen. Nuestra respuesta no es violencia, es defensa propia y orgullo de clase.

Cantaba Carlos Cano: «no sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes y por qué llamas “mi tierra” a eso que no defiendes».

Lxs gaditanxs, orgullosos de que las gaditanas respondieran a las pelotas de gomas “desde sus ventanas con claveles pero con macetas para que fueran con rapidez”, pero se les atragantan los cortes del puente; habría que recordarles que en Cádiz no se cerraron los tres astilleros porque hubo luchas, tirachinas, neumáticos ardiendo… y cuando dejamos de luchar, no solo han cerrado las fábricas, incluso nos echan de nuestra tierra con apartamentos turísticos. Acabar con la industria es expulsar a lxs gaditanxs de su tierra. No es que las viviendas estén caras en la Bahía, es que las nóminas están muy baratas.

Que no olviden las mentes aburguesadas de la Bahía: «Cádiz ha conseguido unir a la Clase Trabajadora, nunca lo olvidemos, como siempre, luchando en la calle, tirando la nevera por la ventana».

En el papel/tijera de la Lucha, la Clase Obrera conseguirá una vida digna cuando tengamos un trabajo digno y esto ocurrirá cuando el tirachinas tumbe a la tanqueta.

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