nº44 | sostenibili-qué

Reconstruir los comunales

Espacios naturales

Cuando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) habla de la buena gobernanza de espacios naturales, refiere a comunidades locales. Esto evoca a comunidades indígenas defendiendo territorios como la Amazonía, pero resulta que, en el Estado español, se conserva aún el mayor número en Europa de territorios y recursos naturales asociados que se gobiernan bajo fórmulas comunales. Ahora bien, ¿cómo se encuentran en la actualidad estos tesoros que podrían suponer islas para la resiliencia ante el colapso?; ¿resistirán a las presiones extractivistas?; y, sobre todo, ¿dónde están y cómo los ven las mujeres, sus comuneras? ¿Se pueden reencantar sin ellas?

El neoliberalismo, haciendo uso de la globalización, ha arrasado el planeta y las vidas para maximizar los beneficios de unos pocos; las consecuencias de ello las empezamos ya a sentir de manera global (clima, pandemias, etc.). Un proceso de varios siglos que actualmente despierta una nueva ola de comunitarismo bajo diversas fórmulas como respuesta.

Parece obvio que nos tenemos que preparar para la resiliencia y que el decrecimiento es el camino. Es imprescindible empezar a relacionarnos de otra manera, entre nosotras y con el territorio que habitamos. Volvernos acogedoras, reproductoras todas de vidas, vivir lento y bien. Hay esperanzas: cocinas, huertas y espacios de cuidados comunitarios, mercados solidarios, viviendas colaborativas, comunidades energéticas…Comunidades que se organizan horizontalmente, para el Bien Vivir de todas.

Desde la fundación Entretantos trabajamos impulsando e investigando la participación social como estrategia para la conservación, y en los últimos años hemos podido aproximarnos y enamorarnos de unas peculiares fórmulas de gobernanza de los territorios y sus recursos naturales asociados: los comunales. Desde las cofradías de marisqueo, hasta las galerías de agua de las Islas Canarias, pasando por las dehesas, carbón, suertes de pastos y leñas, o comunidades de regantes, etc.

Enamorarnos por muchos motivos. Porque hemos encontrado algunos que resisten fieros a los intereses del mercado y nutren sus comunidades, cuidan su procomún y el de todas; pequeñas, amenazadas por un aparato burocrático que las atenaza y la tentación que se cuela de ceder al beneficio que se les ofrece sin mirar al bien común. Porque vemos cómo se organizan para crear redes de apoyo mutuo. Porque las valoramos como potencial acogedor de nuevas y nuevos pobladores, y células de conservación territorial, de freno a los acaparamientos, de relocalización de las economías.

Pero el enamoramiento dura lo que dura y luego viene el ajuste de expectativas. Y eso es bueno, porque para que fragüe necesita un poco de aterrizaje, análisis, diálogo, comprensión y compromiso. Empezamos a mirar con otros ojos y vemos algunas cositas que nos chirrían. Aunque en sus estatutos fruto de aquel primer acuerdo, ponga x, luego las dinámicas de funcionamiento y gestión son otras. Para empezar, el contexto en el que se ubican ha cambiado sustancialmente en los últimos años: pérdida de población, envejecimiento, masculinización… Las comunidades son otras, algunas con poquísimas familias, en muchos casos incluso existen comuneras de derecho que no saben que lo son, y en otras se han reducido a asambleas puntuales donde se reparten beneficios de recursos que alguna empresa gestiona. Al mirar veíamos pocas mujeres en los espacios de decisión o socialización con otras entidades y, claro, para nosotras, si en estos espacios tan importantes no están las mujeres, nos salta una alarma que invita a aproximarnos e indagar para tratar de conocer las causas de este desequilibrio y su relación con el estado actual.

Así, nos sumergimos en lecturas e indagaciones, y decidimos buscar a comuneras que quisieran contarnos su experiencia. Pudimos escuchar a doce comuneras de Teruel, Navarra, A Coruña, Pontevedra, Zamora, León y Tenerife, que están gestionando o haciendo uso en sus territorios de comunales tales como el marisco, pastos, leñas, monte, agua, cultivos, huertas… La mayoría son mujeres protagonistas en la gestión del comunal dentro de un contexto bastante masculinizado, con una presencia en la gobernanza vinculada a fuertes lazos con personas (hombres) de sus familias como gestores o mediadores dentro de la comunidad, o a cierta aceptación social bajo el argumento de ser ellas mujeres «pero diferentes», o pertenecientes a «otro modelo de mujer». Algunas, que están al frente de la gestión, expresan la necesidad de mucho más esfuerzo para lograr la misma autoridad que ellos y siempre sufriendo más obstáculos.

El trabajo, además de ser apasionante y permitirnos conocer a todas estas maravillosas mujeres, nos ha permitido profundizar desde sus miradas sobre algunas cuestiones como el estado actual de los comunales,
la relación que esto puede tener con la falta de presencia de las mujeres en los espacios de toma de decisiones, lo que aportaban, cómo estaban las mujeres en el comunal y las dificultades a las que hoy se enfrentan estos sistemas de gobernanza territorial, y las mujeres dentro de ellos, y escuchar algunas propuestas sobre qué caminos andar para tratar de fortalecerlos.

Ahora que todo aboca a una vuelta al rural, a un reequilibrio territorial, a otro modo de relacionarnos con la vida, es el momento de procurar recuperar, defender y fortalecer estos comunales. Esto no puede hacerse sin las mujeres, sin garantizar la participación de toda la comunidad en la gestión de los mismos, porque solo con la mirada de todas se encuentra el camino para el bien común. Escuchar su voz ahora para revisar cómo mejorarlos, se vuelve imprescindible. Os invitamos a asomaros al cuaderno «Género, gobernanza y comunales a través de la mirada de las mujeres», para escuchar, descubrir y compartir. Para que llegue a más comuneras, para que llegue a mujeres que puedan descubrir que lo eran de derecho y no lo ejercían, y que quieran empezar a hacerlo… para reencantar los comunes, reconstruirlos y hacer de la reapropiación el camino.

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