nº44 | construyendo posibles

Que veinte años no es nada

Dos décadas de ‘cuidadanía’ en la Casa del Pumarejo

Se cumplió el vigésimo aniversario de la lucha en defensa de la Casa Grande, como se la conoce entre el vecindario. Se trata de un ejemplo de larga resistencia ciudadana a la especulación y en defensa de la memoria popular que hoy sigue reclamando la rehabilitación del inmueble, y que ha generado gran cantidad de iniciativas sociales. Aquí nuestro homenaje.

«¡Quieren convertir la Casa del Pumarejo en un hotel y están presionando a las vecinas para echarlas!». Ese rumor fue el detonante para que la lucha social por esta emblemática casa se iniciara allá por el 2000, así que esta ha cumplido ya veinte primaveras. En estos años, dicha lucha vecinal ha perseverado y además se ha enriquecido; primero a través de la Plataforma por la Casa del Pumarejo y, después, con la Asociación Casa del Pumarejo (ACP). Esta última aglutina hoy la defensa de la Casa y a los colectivos que acoge a través del Centro Vecinal Pumarejo Felisa García. Un espacio que ha desarrollado un gran corpus de actividades contestatarias, reivindicativas, feministas, ecologistas, culturales, de apoyo mutuo, de crecimiento personal, de formación social, etc., y también festivas y disfrutonas. La historia reciente de este barrio, y también de la Sevilla enredante, no puede entenderse sin su Casa Grande.

Un poco de historia

La Casa del Pumarejo se sitúa en la plaza a la que da nombre, en la zona noreste del casco antiguo de Sevilla. Se construyó en el último tercio del siglo XVIII para ser residencia señorial, ejemplo de casa palacio sevillana, si bien ha alojado muy diversos usos a lo largo de su historia. Mandada levantar por el hidalgo Pedro de Pumarejo, al poco la familia la vende al municipio. Empezando el siglo XIX pasa a albergar un hospicio y escuela de Niños Toribios, obra benéfica particular. Durante la guerra de la Independencia, el palacio fue ocupado por las tropas francesas y convertido en cárcel de mujeres, quedando después abandonado por años, hasta que en 1861 una entidad privada solicita licencia para convertirlo en biblioteca popular y escuela de adultos; la primera de Sevilla. A partir de 1883 el inmueble comienza a funcionar como casa de partido o vecindad, es decir, como edificio de vivienda colectiva, combinando el uso residencial con el escolar en algunas dependencias.

La Casa pasó de mano en mano mientras fue acrecentando su función residencial, llegándose al hacinamiento de las familias humildes que la habitaban. Este hecho, y circunstancias como la amplitud de los espacios comunes, contribuyó a afianzar este modo de convivencia vecinal, donde las celebraciones colectivas vinculadas a dichos espacios juegan un importante papel. A su vez, las dependencias de la planta baja acogieron talleres, comercios, bodegas, etc., que ligaron fuertemente la Casa al barrio, convirtiéndola en centro de sociabilidad y servicios para su entorno. Desde los setenta, el edificio inicia una progresiva degradación por la dejación de los propietarios que se acelera en los años noventa debido al desuso y cierre de dependencias. Las viviendas, habitadas por personas mayores en su mayoría, se redujeron a la mitad.

La historia de la lucha social que hoy mantiene viva la Casa se inicia en la primavera del año 2000, al rumorearse que una cadena hotelera había comprado el 50% del edificio para crear un «hotel con encanto». Al poco se confirma, cuando la empresa empieza a tocar a las familias con vistas al vaciado del inmueble, pero estas apuestan con tenacidad por permanecer en sus viviendas. Ante tal amenaza, un puñado de vecinxs creó la Plataforma por la Casa del Pumarejo, que se impulsa con fuerza tras haberse sufrido ya el desalojo de mucha gente en el barrio por el proceso especulativo desatado al calor del plan europeo Urban (de los barrios Alameda-San Luis-San Julián), lo que llamamos gentrificación. A esta batalla contribuyeron la experiencia, los contactos y el trabajo en red que el vecindario más inquieto, con sus diversos colectivos, había ido acumulando en los últimos años de luchas por diversas problemáticas del barrio (aparcamiento en la Alameda, desalojos, etc.).

La Casa se pone en jarras

La diversidad y complementariedad de los perfiles agrupados en la plataforma generó una mezcla rica y productiva de saberes y prácticas. El debate sobre estrategias e iniciativas en defensa de la Casa apuntó la conveniencia de se declarara bien de interés cultural (BIC). En este caso, la protección patrimonial se usó como herramienta contra el expolio de uno de los últimos ejemplos de palacio devenido casa de partido que quedaban en Sevilla. Ese mismo septiembre se presentó ante la Consejería de Cultura una argumentada solicitud. Por otro lado, también se escribió a varios departamentos municipales competentes para adoptar medidas de diverso tipo y alcance en pro del edificio y su gente.

La plataforma sabía que su labor no podía limitarse a registrar instancias. Así que a estas se suman acciones de protesta, visibilización, difusión y concienciación, como manifestaciones, encuentros, pasquines, jornadas de puertas abiertas, visitas guiadas, recogidas de firmas, fiestas, artículos en prensa, etc. También se realizaron incursiones-acciones en territorio gubernativo: encierro y picnic en la sede central de la Consejería de Cultura; un rey mago llevó carbón al delegado de Urbanismo; o se acarrearon hasta Plaza Nueva cubos con agua de las innumerables goteras de la Casa. A las prácticas vecinales habituales se añadieron las surgidas desde planteamientos provocadores, creativos y de divertimento, todo con una consigna simple y reiterada: permanencia del vecindario y los usos sociales, y rehabilitación integral de la Casa.

Finalmente, el edificio se catalogó como BIC con categoría de Monumento. En la Orden se recogen los valores materiales e inmateriales del bien y se prohíben explícitamente las actividades que frenen la normal continuidad de los usos tradicionales y las que monopolicen el uso del edificio. Por tanto, la Casa ya no podrá ser ni hotel ni sede institucional, puesto que los usos residenciales artesanales, comerciales, asociativos y creativos están protegidos y vinculados a las distintas zonas del inmueble.

En 2006, al aprobarse el nuevo Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU) de Sevilla, se consigue también que la calificación del inmueble pase a ser de equipamiento público; y que se establezca que su titularidad, además, debe de ser pública. Por ello, de inmediato se empieza a presionar al Ayuntamiento para que inicie el proceso para hacerse con la propiedad, lo que se alcanza en 2009.

La Casa se revitaliza: el Centro Vecinal Pumarejo

Volvamos atrás a una iniciativa que ha sido clave en toda esta historia. En mayo de 2004 comienza un proyecto que trasformará la Casa, sus significados y su alcance: tras nueve meses de trabajos de adecuación y debates organizativos, abre al público el Centro Vecinal Pumarejo. Se ocupó un local ocioso situado en la esquina suroeste del edificio con la idea de revitalizar la vida asociativa y cultural que la Casa había tenido.

Ese local pronto se quedó pequeño, así que en 2006 se puso en uso otro, con acceso desde el patio: el bajo n.º 5. En 2009 sucede una nueva ampliación con el acondicionamiento de otra sala: el espacio Rosa Moreno Peral (en homenaje a esta anciana vecina de la Casa, luchadora por el derecho a la vivienda hasta su muerte), en la que se instala una biblioteca popular, la Bibliopuma. La última fue recientemente, en 2019: se reabre el bajo n.º 4. Todas estas dependencias habían estado cerradas, abandonadas y desaprovechadas durante muchos años. Entretanto, en 2011, se negocia y obtiene del Ayuntamiento la cesión a la ACP, por 15 años, del uso de las dependencias que esta ya ocupaba en aquel momento y conforman el centro vecinal, más una vivienda.

En sus 16 años de funcionamiento, el centro vecinal se ha ido llenando de vida por colectivos de variado corte y por personas a título individual, que tanto de manera estable como puntual han dado con sus actividades contenido social, político y cultural a la Casa, al barrio y a la ciudad. Por citar algunos, de los más de 75 que se han sumado en este tiempo: Oficina de Derechos Sociales de Sevilla, Mercadillo Cultural Pumarejo, Liga de Inquilinos, Asociación Vecinal La Revuelta, Coro Dominguero, La Calle Es de Todos, Arquitectura y Compromiso Social, Plataforma de Afectados por la Hipoteca, comedor social de Mujeres Supervivientes de Violencias de Género, Plataforma SalvaTusÁrbolesSevilla, Moneda Social Puma, Merca Puma, Ecologistas en Acción… así como talleres de costura, de idiomas, de yoga, de español para migrantes, de cocina, de filosofía, de teatro o de fotografía.

La Casa se gestiona por medio de una asamblea mensual, donde se citan los colectivos integrados en el centro vecinal y cualquier persona interesada. Desde esta se crean comisiones de trabajo para desarrollar tareas específicas y cotidianas. Los acuerdos se procuran adoptar desde el diálogo y por consenso, lo que no significa que no existan conflictos, los cuales se intentan resolver de manera creativa e inclusiva; así como relaciones de poder que tienen que ver con el género, la trayectoria militante, las capacidades o la formación.

A todo lo anterior se suma el mantenimiento y reconversión de fiestas tradicionales propias de las casas de vecindad. Así, la Cruz de Mayo se recupera con nuevos significados con los que gran parte del colectivo se identifica: la cruz se construye con vigas procedentes de un derribo o con una pala clavada en un montículo de arena. Lo mismo ocurre con la Zambomba navideña, en la que, alrededor de una gran hoguera situada en el patio principal, se festeja en común con todo tipo de coplillas y bailes.

Toda esa rica actividad a lo largo de tanto tiempo le han dado a la Casa un valor como referente social también fuera de Sevilla, construyendo relaciones con otras iniciativas y colectividades como el espacio Can Batlló de Barcelona, La Casa Invisible malagueña o el Centre International de Culture Populaire (CICP) de París. También ha sido objeto frecuente de estudio académico y educativo. Su legitimidad se ha visto fortalecida, así mismo, a través de contactos e iniciativas conjuntas con instituciones como el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) o las dos Universidades sevillanas, con las que tiene un convenio de colaboración para estudiantes en prácticas.

Patrimonio, rehabilitación, autogestión: ¿conflicto?

En todos estos años, mucho ha bregado la ACP con el Ayuntamiento buscando la rehabilitación integral de la Casa, también para que mientras tanto vaya realizando las debidas labores mantenimiento. En 2013, con el 60% del inmueble recién clausurado «por seguridad» y la comunicación con el consistorio rota, la asociación decide acometer por sus medios el arreglo del patio principal, cuyo mal estado impedía un uso seguro. Para ello, inicia una campaña de microfinanciación bajo el título Lo hacemos nosotras, y se consiguen los fondos suficientes. Las obras acaban con una gran fiesta y rueda de prensa en la que se muestra que la colectividad aglutinada en la Casa se responsabiliza de tareas de conservación que corresponden legalmente al Ayuntamiento.

En octubre de 2015, el nuevo alcalde de Sevilla, el Sr. Espadas, se reúne con la ACP para tratar sobre la tan reclamada rehabilitación del inmueble. Su compromiso es que antes de que termine el mandato, en mayo de 2019, la ejecución de la obra estuviera al menos adjudicada. No fue así, y cinco años después aún seguimos sin tener ni siquiera aprobado el proyecto. Según nos dicen, su redacción estaría ya prácticamente terminada (¡por fin!), así que la licitación, adjudicación e inicio de la obra, podrían tener lugar durante este 2021. Lo veremos.

Más allá de lo proyectual y constructivo, y dada la complejidad y delicados valores sociales y patrimoniales que atesora la Casa, la ACP ha defendido en varias ocasiones ante el Ayuntamiento la conveniencia de redactar un Plan Director que defina su (auto)gestión futura, el destino de las viviendas previstas, las prevenciones sociales durante las obras… y ello desde una profunda participación vecinal. Tras asumir la propuesta en su día, Urbanismo se ha desvinculado de su elaboración. Ante ello, la ACP optó por acometerla de manera autónoma, realizándose un buen trabajo con un esfuerzo importante en asegurar la participación. Se trata de un proceso que requiere de unos medios y disponibilidades que desde la ciudadanía son difíciles de garantizar en plazo razonable.

Esta nueva fase de contacto con la administración tampoco ha estado exenta de altibajos, disensos y tensiones, también en el seno de la asamblea, debido a diferentes posturas, expectativas y temores ante el proceso de negociación. Se ha lamentado, entre otras cosas, que las dinámicas autoorganizativas se subordinen a un proceso de participación instrumentalizado, acaparado en sus contenidos por los aspectos meramente técnicos, hurtándose el espacio para el debate fundamental de la gestión futura de la casa y en sus tiempos por la rigidez de los procesos reglados de las instituciones.

En estos tiempos inciertos, solo podemos afirmar que lo iremos viendo. Estamos seguras de que la Casa del Pumarejo volverá a dar lo mejor de sí, con sus herramientas y capacidades, como en todos estos 20 años de aprendizaje colectivo.

No queríamos cerrar este texto sin acordarnos de los compañeros de esta lucha que ya no están entre nosotrxs: Eladio Parodi, Ventura Galera y Lolo Pedrinazzi.

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