nº47 | tema que te quema

POR LA LEY TRANS

ESTE ARTÍCULO FUE ESCRITO ENTRE EL 18 DE MAYO, DÍA EN QUE LA ‘LEY TRANS’ NO SALIÓ ADELANTE EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS; Y EL 29 DE JUNIO, CUANDO SÍ SE DESBLOQUEÓ SU TRÁMITE EN EL CONSEJO DE MINISTROS. LAS REFLEXIONES QUE EN ÉL SE VIERTEN ACERCA DE SU NECESIDAD, Y SOBRE LOS BULOS Y LA OFENSIVA A LA QUE LA LEY ESTÁ SIENDO SOMETIDA, SIGUEN SIENDO VIGENTES.

La ley trans nunca llegó a serlo gracias a la abstención del PSOE y el bloqueo de la derecha el pasado 18 de mayo. Aunque no son solo los partidos políticos quienes se oponen al progreso y el avance de los derechos de las personas trans (de transgénero) en nuestro país. Por desgracia, dentro del colectivo LGTBI+ las personas trans son las más cuestionadas, señaladas y agredidas por el hecho de ser, ya sea por grupos de feministas extremistas amparados por diferentes plataformas, o por reaccionarios de derechas inculcados y adoctrinados en el sistema fascista de la dictadura. Justamente este tipo de personas son las que se han dedicado a crear diferentes falsedades y bulos sobre la ley trans haciendo presión en el PSOE y Unidas Podemos para cumplir el cometido de que esta ley no siguiera adelante. Bulos como, por ejemplo, que a partir de ahora los hombres (cis) podrían «vestirse de mujer» y entrar en los vestuarios y los baños para poder «espiar y acosar sexualmente» al resto de mujeres. Este tipo de infundio lo único que generan es odio, rechazo y retroceso en todo lo conseguido hasta el momento por el colectivo trans, en especial las mujeres trans, desviando la atención del verdadero problema del machismo actual, y es que, como sabemos, en realidad el hombre que quiere acosar sexualmente no necesita vestirse de mujer para hacerlo. Este miedo irracional hacia «hombres disfrazados» ha sido una tapadera por parte de los colectivos extremistas dentro del feminismo, más conocidas como TERFs (siglas en inglés de Trans-exclusionary radical feminist [o feminista extremista trans-excluyente, en castellano]), para impulsar su campaña de odio hacia las mujeres trans acusándolas de cómplices del machismo; tratando a los hombres trans como víctimas y «aliadas confundidas» de situaciones hipotéticas donde pueda darse violencia machista, sin ningún tipo de argumento. Otros países que reconocen a las personas trans y no binarias, las amparan bajo la ley y donde no piden documentación médica para el reconocimiento de las mismas, no cuentan con ningún tipo de caso de violencia machista de este estilo, dejando claro así que las mujeres trans no son las que atentan contra la integridad de las mujeres (cis), sino que son este grupo de extremistas dentro del feminismo quienes atentan con la integridad de ellas, no pudiéndose llamar así a este activismo de verdadero feminismo. 

Esta es una de las miles de razones por las que la ley trans debe seguir adelante sin importar el obstáculo en el camino, para asegurar nuestra persona, nuestra dignidad, nuestro derecho a ser y a vivir una vida feliz y adecuada sin que nadie pueda cuestionar y tener el poder de definirnos o elegir lo que somos partiendo de nuestra expresión de género. Porque las personas trans somos una realidad, no un debate. 

Por otro lado, la ley trans no solo protege a las personas trans, sino que esta también ampara a la población no binaria, aquellas personas que no se sienten identificadas con ninguno de los dos sexos establecidos en la sociedad actual y, además, cuya expresión de género puede llegar a ser muy diversa. Personas cuya existencia no está recogida en ningún tipo de ley vigente y que, legalmente hablando, no existen. Este es otro de los motivos principales por los que la ley trans debe salir adelante, ya que el hecho de ni siquiera reconocer una realidad presente no solo en la actualidad, sino a lo largo del tiempo, es ya de por sí una violación en toda regla de los derechos humanos. No solo se genera un clima de exclusión social, sino también laboral y jurídico que las borra del sistema por completo. Y, una vez más, se descarta de la norma lo diverso, a toda aquella persona que se quede fuera de los estándares que nos impone el Estado cispatriarcal en el que vivimos, como si lo normal no fuera la diversidad.

Todos estos dilemas e injusticias que la ley no castiga ni atiende únicamente generan que esta situación marginal se mantenga presente en el tiempo, sin permitir su evolución ni el progreso en un bienestar general atendiendo a lo diferente. Por ello, en la ley trans se recogen diferentes matices relacionados con la discriminación positiva, prestando atención y protegiendo de la discriminación sexual a las personas trans y no binarias; y, a su vez, incluyendo a estas en programas laborales e incorporándolas al mundo laboral, asegurando por esa parte el derecho a una vida digna independientemente de su sexo, raza u orientación sexual. 

Otro de los puntos destacados en esta ley es justamente la protección de las mujeres trans como mujeres, ya que el Estado no cuenta como violencia machista toda aquella agresión que sufren por el hecho de ser mujer y trans. Ellas no solo sufren transfobia por parte de los diferentes sectores de la sociedad ya señalados antes, sino que, además, sufren el machismo y la discriminación general por parte de la sociedad y, en consecuencia, su gran mayoría tienen difícil acceso al mercado laboral, reduciéndose sus opciones en muchos casos al trabajo sexual o a empleos que no cumplen unas condiciones laborales dignas. Por consiguiente, es necesario iniciar un proceso de cambio en cada uno de los ámbitos mencionados, siendo otro punto a favor de proceder con el borrador de la ley trans hacia una verdadera ley trans estatal. 

Tal como esta ley protege a las mujeres trans sabiendo la importancia que conlleva el amparo de las mismas, también cuenta con diferentes aspectos donde quedan por escrito el valor y la importancia de atender a las personas racializadas y migrantes que viven en nuestro país y que están siendo perseguidas por su identidad y expresión de género en su país de origen. De esta forma, la ley abarca la protección del colectivo racializado y migrante trans mediante la defensa y apoyo de su identidad sexual, independientemente de la situación jurídica y política en la que se encuentre. 

Tras haber visto los diferentes aspectos de esta ley, queda claro que cualquier tipo de rechazo hacia ella refleja la transfobia interiorizada y el miedo a lo diverso existente en la sociedad, miedo a que no se cumpla lo esperado del cromosoma XX y del cromosoma XY, y utiliza esa biología como justificación de todo ese odio irracional hacia las personas trans y no binarias, sin tener en cuenta que la biología ya ha demostrado que no solo existe lo binario, sino que al igual que en el resto de la naturaleza, el ser humano es diverso hasta en lo más pequeño de nuestras células. La diversidad es un hecho irrefutable que no se puede eliminar, cambiar o borrar de la vida, y todo aquello que atente contra su integridad no es más que miedo a la salida de la zona de confort, miedo a desconocerse a sí mismo, a ser alguien que no te han dicho que eres, miedo al rechazo y a la soledad. Ese sentimiento lo hemos tenido todes a lo largo de nuestra vida, porque al fin y al cabo es lo correcto, esa sensación de culpabilidad que te llena el pecho por ser diferente a los demás, porque no eres lo que te han enseñado que debes ser. 

En conclusión, la sociedad no solo necesita una ley que les proteja jurídicamente hablando, sino una educación sexual que atienda y hable de la variedad y de las diferentes realidades que pueden llegar a existir; para que estas situaciones de discriminación masiva que sufre el colectivo tan a diario no tengan que tolerarlas las generaciones futuras; para no volver a escuchar ni leer noticias sobre palizas, abusos, suicidios y asesinatos de personas trans. Y, una vez más, hay que decirlo sobre las personas trans y no binarias: nuestra integridad y nuestra dignidad no son debatibles, porque nosotrans somos una realidad, no un debate.

Por todo esto y por mucho más: ¡ley trans estatal ya!

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