nº38 | farándulas

Ofú, qué coraje

Ante el panorama impuesto de violencias, desigualdades, odio, explotación y miserias, los sentimientos de vergüenza, pereza y apatía acaban anidando y generan una rabia y coraje para dar un golpe en la mesa y hacer una lanza de la jartura colectiva.

Todo comienza en 2018, cuando un compañero del colectivo decide aglutinar a personas con las que ha ido hablando sobre andaluzofobia, gentrificación, cómo el capitalismo afecta al ocio popular, cómo las ciudades van transformando urbanísticamente lo que antes eran espacios de convivencia en lugares de consumo. A finales de verano de ese año se realizar una reunión en la que coinciden en un mismo salón personas de diferentes procedencias, ideologías, experiencias y maneras de hacer las cosas. Algunas de esas personas ya se conocían, otras solo de vista, hubo caras desconocidas, pero rápidamente surgió la complicidad y una química en forma de primer lamento colectivo que eclipsaría las diferencias cuando cada una expuso su sentir respecto a lo que acontece hoy en Sevilla y Andalucía. Tras ese primer contacto se decide hacer algo al respecto. Y ahí nace el colectivo Jartura.

Según el manifiesto, Jartura surge como una reacción al capitalismo neoliberal feroz y a sus múltiples brazos: gentrificación, turistificación, robo, odio y explotación de identidades culturales, racismo, xenofobia, machismo, LGTBIQ+fobia y clasismo. El colectivo es, por tanto, un grupo multidisciplinar asambleario que tiene la intención de remover conciencias y tripas y para ello usa los recursos disponibles mezclando experiencia con improvisación. Todo esto se aborda desde una mirada crítica para hacerlo siempre de las mismas maneras: con cuidados, con guasa y con un lenguaje que tanto quienes participan en Jartura como el público entiendan como propio. La asamblea está abierta a la participación, propuestas e ideas de otras personas o grupos, para construir y caminar con más fuerza y complicidad. Asimismo, se plantea el objetivo de establecerse como nexo entre colectivos afines a las luchas comunes, con la idea de crear redes de afectos y compartir batalla hasta donde se pueda y exista legitimidad.

Desde que Jartura comienza su actividad pública a través de la creación de sus redes sociales y aquel primer evento en diciembre de 2018 en uno de los espacios de referencia, Lanónima, se han ido estableciendo una serie de objetivos o rutas de trabajo que definen su labor diaria. La clave principal y de la que deriva todo, es ayudar a crear un impacto social que impulse un cambio, encender la mecha. Esto se puede conseguir de diferentes formas, como puede ser la creación o distribución de contenido por redes sociales —existe una conciencia clara de que llegar a un número alto de personas no es garantía de movimiento—, y la clave está en el trabajo diario y regular.

Dentro de las labores de difusión en redes de Jartura hay un espacio para la divulgación histórica como las biografías de mujeres. Hemos contado la vida de Domicia Paulina, la mística sufí Shams de Marchena, la médica Ibn Zuhr, las poetas al-Rumaikiyya o la sefardí Qasmuna al Yahudi, así como la noble doña María Coronel. Del Siglo de Oro recogemos la trayectoria de la impresora Brígida Maldonado, la imaginera Luisa Ignacia Roldán, La Roldana, y la pintora Josefa de Ayala. No quisimos olvidar a las ejecutadas por la Inquisición, como la luterana Isabel de Baena, la abortista Magdalena Hernández o María Dolores López, quemada tras ser violada por una manada de sacerdotes. También hablamos de artistas como La Serneta o Tórtola Valencia, y de las Cigarreras que inician el movimiento obrero en Andalucía, así como de las fusiladas Amalia Gonzales de CNT o La Culantra, maquis de la sierra. Finalmente, hemos difundido las vidas bajo la dictadura de la bordadora cofrade Elena Caro o la escritora feminista María Laffitte, que se adelantó a Simone de Beauvoir pero que fue olvidada en la historia.

Otra de las acciones que han supuesto un gran número de interacciones ha sido la publicación semanal de la historia de diversos barrios de la ciudad de Sevilla. Se ha ido haciendo con el objetivo de que conozcamos mejor la historia de los lugares donde hemos crecido; quién ha vivido en ellos; cómo se han ido conformando; cuáles han sido sus luchas sociales, y los problemas que enfrenta su comunidad. Se ha hecho hincapié en cómo la historia de la ciudad debe ser contada por sus habitantes, cuyo protagonismo en su configuración ha sido crucial pero históricamente invisibilizado. Estas publicaciones han tenido una gran acogida en redes sociales, donde se ha podido ver cómo vecinas de toda la vida se han reencontrado en la sección de comentarios de las publicaciones, dándose cariño y preguntando por sus seres queridos.

Estos son ejemplos de parte del contenido difundido de redes, pero también ha sido muy importante el apoyo a otros colectivos y reivindicaciones, ya sea desde la mera difusión de información, entrevistas, tertulias o charlas, al ofrecimiento de mano de obra o cualquier trabajo que se requiera. Es imprescindible asumir la diversificación de las luchas, que no haya jerarquía ni dogmas entre ellas y saber cómo tejer la unión para poder conseguir algo. Si no se entiende el contexto es imposible dar con una fórmula que funcione, pues aunque las ideas puedan ser atemporales, los medios por los cuales se ejecutan dichas luchas no lo son. De manera natural ha surgido una vía en la que la reivindicación es respetuosamente seria en cuanto al contenido, pero ociosa en la ejecución. ¿Qué hay de malo en disfrutar de lo que se hace? Existen muchas críticas a las generaciones jóvenes acerca del exceso de tiempo y energía dedicados al ocio y muy condicionado por el consumo, por eso resulta paradójico que cuando se reivindica de una manera diferente, rápidamente los grupúsculos veteranos apuntan con el dedo, a veces con miedo, otras con molestia o incluso recriminando el haber creado un espacio nuevo en vez de unirse a los ya existentes.

Sin deslegitimar a los núcleos activistas con larga trayectoria y, además, apoyándoles con determinación, han de entender que puede haber personas que no encajen en esos modelos y decidan aplicar otros más acordes a su momento. Sabemos que hay que llegar a todos los espacios y en todas las direcciones, pero no hace falta hacerlo siempre desde la misma perspectiva, pues nos sentimos libres de hacer las cosas cómo y cuándo queramos sin dar más explicaciones. Al final lo importante es hacer algo efectivo de la forma en que cada persona pueda sentir como propia, sabiendo que todo es política, por lo que todo puede apuntar al activismo. Habrá que hacerlo, cada cual a su manera.

Nos apoya

Tramallol es una remezcla de personas, saberes y proyectos. Un modelo de emprendizaje colectivo basado en la cooperación horizontal, el intercambio y la búsqueda de otras formas de gestión económica de la vida.