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Nuit Debout:

El mes más largo

Las noches de la Nuit Debout (Noche en Pie), el movimiento nacido en París un 32 de marzo1, no tienen fin. Una suma de singularidades y encuentros imposible de resumir o definir. En las próximas líneas relataremos algunas de estas lunas, que no ocupan lugar en el calendario, que no pretenden iluminar y que no se pueden poner al día. Un humilde recuerdo de alegres despertares, salpicado de olvidos inciertos.

«Contrariamente al orden cósmico, existen en la historia días en que no sale el sol. Para mostrarse, las novedades se disfrazan, lo que sofoca al hábito prestado, el de ayer. Este momento frágil es también el de la decisión humana que va a elegir entre los destinos posibles. A ese instante que permite entrever una mutación, corresponde la huella de algunas palabras que en el resquicio de un sistema, anuncian el color de otra cultura que toma la palabra de manera diferente»2.

Michel de Certeau, «El poder de la palabra», 1968.

Noches sin sueño

Al principio uno se queda pasmado; porque se están cociendo otras luchas, porque recordamos los precedentes y nunca se sabe si acabará ardiendo, antes de que arda. No te zambulles de inmediato; antes metes la punta del pie para probar el agua. Es extraña esa sensación de nadar en mar enemigo: plaza de la République. En este modelo de no lugar haussmaniano aún se respira el sudor de los jefes de Estado desfilando tras los atentados. Vemos a quienes vienen a honrar a las víctimas; por ejemplo, a una señora con un abrigo chic que se pasea entre las velas encendidas en su recuerdo. Desde arriba, entre cánticos etílicos y gritos de revuelta, la observa la estatua de Marianne, el símbolo de la República, testigo de la historia. Junto a inscripciones en homenaje a Charlie y a los fallecidos en Bataclan, se puede leer: «¡A por los ricos!», « ¡Abajo el Estado, los maderos y la Unef 3!», «Solidaridad con los refugiados». Estos mensajes dicen más que una tediosa soflama: la escena ha cambiado.

Al principio, uno no sabe de qué hilo tirar para saber de dónde viene esa Nuit Debout de la que todxs hablan: Occupy, la plaza Tahrir, el 15M, las asambleas del barrio de Exarchia. Aquello que parecía impensable hace aún unos meses, quizás sí que esté sucediendo. En pleno estado de excepción, en un momento en que la derecha reaccionaria se había adueñado de las últimas grandes manifestaciones mediante las protestas contra el matrimonio homosexual, en que los fríos años de invierno del neoliberalismo entumecían nuestras aspiraciones políticas, en que creíamos menos que nunca… resulta que en esta irrespirable capital existía gente dispuesta a ocupar una plaza y a volver a abrir las ventanas a la primavera.

Cae la noche y se empiezan a montar los puestos: una librería libertaria, un comedor popular, una mesa para los economistas de izquierda, otra para los ecologistas, para los sin papeles, y la tienda del DAL, la asociación por el derecho a la vivienda que pidió a la prefectura autorización para la ocupación de la plaza. Se escucha el crepitar de las salchichas alrededor de las latas de cerveza abiertas. Muy guay pero… al asombro le sigue la desconfianza: ¿no será la Nuit Debout otra versión de la fiesta anual del Partido Comunista? ¿Una mera válvula de escape? En una mitad de esta inmensa plaza, la gente baila, da tumbos, festeja. Perroflautas, raveros, mendigos del lugar, pies negros con birras, estudiantes de secundaria, los pesados de los timbales y sound systems. El DJ está subido en una carretilla. Abajo, han garabateado en rotulador: «Nada detiene al pueblo que baila». Vale, Emma, lo del baile está muy bien pero ¿y la revolución4?

Quizás en la otra mitad de la plaza. Nos abrimos paso entre la multitud. Oculta tras un semicírculo de gente de pie, encontramos una marea sentada. Ante un escenario y altavoces, manos levantadas se mueven dibujando un oleaje de códigos: reconocemos los signos asamblearios que se veían en España tras el 15M o en las cumbres altermundialistas post Seattle: agitar las manos en señal de aprobación, cruzar los brazos en alto para el disenso total, agitar la mano con el pulgar y el índice levantados para pedir una respuesta directa, etc. Mil maneras de expresarse sin abucheos, bravos ni interrupciones.

Noche de verano

Aunque por la noche haga fresquete, de repente entramos en calor sentados en medio de desconocidxs, escuchando las enérgicas intervenciones que se encadenan. Proclamas titubeantes. Algunas personas se sacan chuletas con manos temblorosas, otras se vuelven poéticas, estallan, ríen. No hay un discurso igual, pero todos reciben la misma atención. A veces absurdos, a menudo sorprendentes, siempre atrevidos, una sucesión de primeras veces se intercalan con discursos más profesionales. Colectivos de migrantes, personajes varios, el exministro griego Varoufakis, poetuchos urbanos, vejetes soltando peroratas trasnochadas, jóvenes de los suburbios o miembros de esas comisiones creadas a medida que trascurren las noches. Es el turno de la Comisión de Feminismo: «No paran de manosearnos. ¿Cómo conseguir que las chicas se sientan a gusto aquí, o que la atención no decaiga pasadas las diez de la noche, tanto a un lado como a otro de la plaza? Todos y todas debemos organizarnos para que la Nuit Debout siga siendo acogedora. Aquellas de vosotras que queráis hablar, venid conmigo detrás del escenario y buscamos otro sitio donde sentarnos».

Una decena de mujeres vadean la asamblea para unirse a ella. Un anuncio de los moderadores interrumpe la escena: «Al otro lado de la plaza la policía ha rodeado a los músicos». En un abrir y cerrar de ojos no queda un alma en la asamblea: han ido a presionar a la poli. Diez minutos más tarde todo el mundo está de vuelta. A ras de suelo, se escucha el oleaje de comentarios de quienes vuelven a poner los oídos en la asamblea: «Sienta bien hablar», «¿Pero por qué hemos esperado tanto?».

Al día siguiente, sobre la una de la tarde, las nubes dejan por fin pasar algunos rayos de sol. Diseminados entre las carpas y otras tiendas que aún se están montando, se van formando lentamente pequeños círculos. En medio de cada uno, un cartel anuncia el tema de discusión. Por un lado están las comisiones: Libertad de Expresión, LGBT, Enfermería, etc. Y por otro los debates «oficiosos»: sobre antiespecismo, cómo actuar en la clandestinidad, cómo no convertirse en un partido… Nos sentamos junto al grupo que está discutiendo sobre violencia policial y controles de identificación por perfil racial.

Tras una sesión de educación popular sobre el estado de derecho, viene el debate. Abdalá, un anciano de rala barba blanca, impaciente, apenas si puede esperar su turno de palabra. «Hago un llamamiento a todas las personas de mayor edad como yo para plantarse delante de la policía e impedir que nuestros hijxs o nietxs tengan que sufrir controles. ¡Ya basta de tener miedo!». Llega el turno de un treinteañero cabreado: «Que te controlen cuatro veces al día, con brazos y piernas abiertas contra la pared, no sirve precisamente para reforzar el sentimiento de pertenencia a la sociedad. Y encima si uno se niega enseñar los papeles, ¡a la comisaría! De todas todas uno acaba sintiéndose humillado. Póngase en mi lugar por unos momentos, ¿eh?», lanza a una jueza, miembro del sindicato de la magistratura.

En otro círculo, un sin papeles se dirige desafiante —mira por donde— a la Comisión de Sin Papeles, compuesta ese día de una decena de personas. «¡Vaya mierda!», escupe cabreado. A pocos pasos, dos punkis le reprenden: «¡Ei, tranqui, no hace falta hablar así!». El otro se enciende: «¡Vosotros no os enteráis de nada!». Y dicho esto se larga con aires señoriales. Esta vez no ha salido bien. A veces, la cosa no va; a veces, sí. Alejada del tumulto, una mujer lleva una pancarta que indica que está especializada en «el Zorro y California a principios del siglo XX», el tema de su tesis. Un friki blancucho se acerca a ella y entablan un diálogo de besugos. Él le habla de videojuegos, y ella le responde hablándole de Bernardo. Claramente esos dos necesitan palique. Tan sencillo como eso. Enseguida, él le cuenta que dejó el colegio, que ese movimiento es para él una bocanada de aire fresco. Casi se pone a llorar. Justo detrás, alguien anuncia por el micro: «Raphaël nos va a contar su experiencia en Rojava». Un rubio grandote y pálido, con una cola hasta la cintura, se acerca y se pone a hablar de los hospitales de Kobane, de la guerra contra el Estado Islámico, del infame caos de la geopolítica, de los combatientes kurdos y lo valientes que son. Unas diez personas lo escuchan embelesadas. Y así el resto del día, mezclándose las causas más nimias y las más importantes, entre mensajes personales y vivificadores.

Tras una decena de noches y días en la plaza, de una cosa no hay duda: lo siento por quien se pique, pero esto no es un encuentro de pijos progres. No hay nada idílico, pero aquí todo, o casi todo, se intenta llevar a la práctica y se experimenta, con la torpeza y a veces con la suerte del/a principiante, precarixs en su mayoría. En definitiva, es estimulante. Alrededor de la plaza se imparten talleres: de jardinería, donde se intercambian experiencias sobre semillas; de género y sexualidad, donde se pierde más tiempo intentando explicar el concepto de espacio no mixto a los tíos allí agolpados que en discutir de los temas previstos; o incluso sobre mobiliario móvil, donde se enseña a fabricar bancos y mesas con ruedas hechos de palés cortados, lijados y pintados. Los primeros pasos, de pie.

Noche en blanco

Una noche más, una asamblea más. En el orden del día, un tema controvertido: los actos «violentos» en las manifestaciones contra la reforma laboral. Los medios de comunicación y políticos han instado a la Nuit Debout a posicionarse al respecto, así pues la Comisión de Comunicación está encargada de redactar un texto. Tras debatirla y votarla, la asamblea vuelve a rechazar la segunda versión por ser demasiado ambigua. La mayoría de la asamblea de hoy se niega a que la Nuit Debout condene públicamente la rotura de escaparates de bancos o las estrategias de defensa de los manifestantes ante la violencia policial. El portavoz de la comisión se cabrea: «¡Llevamos 48 horas currando —explica—; estamos muertos!». Invita a aquellxs que disientan a que se reúnan para volver a tratar el asunto. Vuelta a empezar: más de cincuenta personas presentan argumentos a favor y en contra durante tres intensas horas. Conclusión: la Nuit Debout no tiene por qué condenar nada, y lo que es más importante, no tiene por qué adoptar ninguna posición oficial sobre esos temas.

Ni representantes, ni comunicados, ni sometimiento a la lógica de los medios de comunicación: el movimiento ensancha su espacio de libertad. La plaza sigue siendo un espacio de encuentro, de opiniones encontradas, de experiencias diferentes o de estrategias complementarias. El rechazo al antiguo mundo exige ese rechazo a seguir sus lógicas; así, tanto las acciones como los discursos se van elaborando a lo largo de discusiones contradictorias. No obstante, el movimiento no olvida en ningún momento de donde viene ni sus prerrequisitos políticos, ya sea en la asamblea, en las comisiones o, por ejemplo, en un encuentro inesperado con taxistas que han venido a apoyar la ocupación de la plaza al acabar el servicio. «La precariedad afecta a todo el mundo, lo estamos comprobando con la ‘uberización’ de nuestro trabajo. Todos debemos luchar contra la reforma laboral. Nosotros, los más veteranos, os ayudaremos: no se aprobará», suelta Milan, conductor autónomo, un antiguo legionario seducido ahora por otros combates. El puñado de personas aún presentes a esta hora tardía se sientes felices por esta base común, mas por delante queda una larga noche donde deberán ponerse de acuerdo sobre cuestiones espinosas. Así, algunos llaman a los parados «dependientes del asistencialismo» y empieza la bronca. Una etapa necesaria: aquí se enfrentan los que de costumbre se ignoran o desprecian.

Noche de luna llena

En ese momento, tras el pasmo inicial, los recelos, la curiosidad y el entusiasmo, en los confines de la noche, con los ojos entrecerrados por las nubes de gases lacrimógenos y la falta de sueño, es cuando se quiere ver más claro. ¿Dónde empezó la noche y cómo se mantiene en pie? ¿Quién decide realizar tal o cual acción? ¿Insertar tal o cual debate en el orden del día? Sabemos de sobra que figuras como el periodista independiente François Ruffin y el filósofo Frédéric Lordon lideraron la iniciativa de ocupar la plaza un 31 de marzo, aunque no los vemos por aquí. Y están pasando demasiadas cosas como para creer que andan manejando los hilos en la sombra. Es lícito preguntarse cómo se organizan las asambleas de cada tarde-noche, ejes de la Nuit Debout.

Los primeros días se votaban las acciones que se llevarían a cabo de manera colectiva, los actos de solidaridad tras el testimonio de alguien, la organización de la plaza, las preguntas que debatiremos entre todxs. Luego se votó no volver a votar. Tal y como explica Gérard, un anarca cincuentón con gorra negra de la Comisión de Acción: «Todo iba demasiado sobre la marcha, aquí te pillo, aquí te mato; la gente venía por la noche a asistir al espectáculo. Para votar hace falta un tiempo de reflexión, saber lo que está pasando; si no, hablamos de democracia para turistas, grandes oradores y militantes profesionales». Se le sigue pidiendo a la gente que levante la mano, aunque las consultas han sustituido a las decisiones; lo que no ha resuelto nada, ya que el voto masivo sigue sirviendo a aquellas y aquellos que así lo desean para justificar la aprobación popular. En paralelo, la energía se ha ido concentrando en las comisiones, en las que se sigue votando para decidir sobre textos, acciones o estructuras. Así que las comisiones fueron abandonando la asamblea, que se fue vaciando de contenido político para convertirse en sesiones de micro abierto, con un ritmo sin duda social, pero que cansa rápido.

Tras un mes de ocupación, de lluvias, de tensiones y de violencia policial, se ha convertido en el tema central de la Comisión Democracia y Asamblea: ¿cómo estimular y darle vida a una asamblea que pierde velocidad? Entre lxs participantes, muchxs siguen los acontecimientos desde el principio. Pasamos así al Reino del Protocolo, en el que cada punto se valora y se vuelve a valorar, se somete al voto y a la expresión de todxs. Tras charlar durante horas sobre la pertinencia de crear subcomisiones que supuestamente acelerarían los debates, o de rebautizar la comisión5, una asidua se indigna: «Empieza a darme miedo esta escalada de procedimientos que crea subcomisiones de subcomisiones mientras olvida y ahoga los problemas».

Al final circula una ficha para quien desee encargarse de dinamizar la tarde-noche. Los tiempos de la asamblea se dividen en tramos de tres turnos de palabra libre, y luego tres turnos de comisiones. Dos sesiones: de seis a nueve de la tarde y de nueve a once de la noche. Hay varias funciones que cumplir: moderar, facilitar, apuntar los turnos y cronometrar (comprobar que lxs intervinientes no superan los dos minutos de palabra). Quienes se apuntan hoy lo hacen por primera vez, una prueba de que los debates de la asamblea no están monopolizados por un puñado de aspirantes a politicuchos, tal y como mantienen algunos rumores que circulan por la plaza.

Noche negra

Avanzamos. Pronto habrá nuevas manifestaciones masivas. La lucha contra la reforma laboral y contra quienes la han aprobado debe continuar. Además de la Comisión de Logística —indispensable para preparar la plaza todos los días—, las demás comisiones particularmente activas son: Acción, Convergencia de Luchas y Huelga General6. Nuestras noches acabarán en esta última.

Durante las jornadas tituladas «Siguiente paso» que se celebraron en la Bourse du Travail —el edificio que alberga a las centrales sindicales—, el equipo de Fakir —el periódico de Ruffin— lanzó la propuesta de una acción común entre el movimiento Nuit Debout y las organizaciones sindicales para el 1 de mayo, en forma de una jornada de reuniones y festejos. La Comisión de Convergencia de Luchas adoptó enseguida un texto que seguía las líneas generales de la propuesta de François Ruffin, y que luego aprobó la asamblea.

Para muchxs, sin embargo, todo va demasiado rápido. Las prisas y la eficacia han servido de pretexto para que la propuesta de Ruffin se salte varias fases democráticas: no se han debatido las modalidades de intervención de los sindicatos en la plaza, hasta ahora bastante en contra de las etiquetas tradicionales. La Comisión Huelga General se encarga entonces de llegar a un acuerdo con trabajadorxs —miembros de sindicatos o no—, agricultorxs, militantes, libertarixs, gente de paso, miembros de comisiones, etc. Primera decisión colectiva: aplazar la fecha de convergencia al 28 de abril/59 de marzo, día anunciado por algunos sectores en lucha para una nueva huelga.

Llegan luego los debates contradictorios. Según un participante: «Tienen que someterse a nuestras normas, no vamos a abandonar nuestros principios por los líderes sindicales».

Habla un asiduo de la plaza: «¿Os imagináis a los sindicatos llegando aquí con globos y banderas? Hemos conseguido que la Nuit Debout esté libre de colores partidistas y ahora queréis reventarlo todo seduciendo a los jefes de la CGT7 o de Force Ouvrière. ¡Es el principio del fin!». Un veterano responde: «¡Sin sindicatos no hay ni manis multitudinarias ni huelga general! Necesitan que la gente, que nosotros acudamos en masa; pero nosotros también les necesitamos para imponer una relación de fuerza. Dejemos que vengan sin imponerles normas y, una vez aquí, les decimos lo que pensamos sobre sus globos». Un cartero sigue metiendo el dedo en la llaga: «¡Dejad ya ese antisindicalismo primario! El sindicalismo es, sobre todo, ayuda y apoyo mutuo entre trabajadores explotados. Y yo, por ejemplo, me siento tan sindicalista como miembro de este movimiento». Los turnos de palabra van pasando, la cosa se caldea. «Hace tres días que decimos que no queremos reunirnos —dice con vehemencia una profesora que está perdiendo la sonrisa—. Sí a invitar a los sindicalistas, incluso a sus líderes. No a reventar todo lo que se está reinventando aquí. ¡No nos vais a robar la plaza!».

Tras tres días experimentando con la democracia directa, se llega a un acuerdo. Teniendo en mente la solidaridad entre estudiantes universitarixs y de secundaria, precarixs y trabajadorxs en lucha, Nuit Debout invita a los sindicatos y a sus representantes a debatir con la asamblea popular, con las mismas normas para todo el mundo. El día 28, tras la mani, empieza el debate. En primer lugar, la coordinadora estudiantil manifiesta su alegría por que el movimiento contra el contrato de primera contratación (precaria) coja fuerza. A continuación, lxs estudiantes universitarixs: «¡La represión no va a esperar a que nos organicemos! ¡No nos falta indignación, sino acción común!». Les siguen los sindicatos de base, como la sección InfoCom de la CGT: «No nos contentaremos con la retirada de la ley. Iremos más allá». A continuación, los colectivos de precarixs que vienen desde Montreuil, en las afueras de París, ponen los puntos sobre las íes: «Dejemos de defender el pleno empleo precario. Y de asimilar el paro con el mal. No trabajar significa también tener tiempo para pensar y luchar».

Una imagen que impresiona: Philippe Martinez, secretario general de la CGT, toma la palabra tras una delegada de la CNT8, con el mismo tiempo de palabra. Lo nunca visto. Empieza con un deseo piadoso: que la huelga general deje de ser un simple eslogan. Y luego recula: solo podrá decidirse en las asambleas de cada empresa en lucha. Una masa de unas mil personas le grita a la cara al unísono: «¡Huelga general! ¡Huelga general!». Fátima, antigua militante de la CGT, le da clases de organización a un líder tímido: «No, señor Martinez, no lo conseguiremos simplemente diciendo que cada empresa tiene derecho a decidir. Si quiere que la cosa se mueva, hay que escuchar a las bases, estimular las asambleas en los centros de trabajo, organizar cajas de resistencias y momentos como este, donde estamos todas y todos al mismo nivel».

La Nuit Debout consigue esa noche, entre tanta gente, algo inesperado: romper los muros de las centrales sindicales y de las empresas, ampliar la plaza de la République. Una liberación de la palabra que llama a la acción. Y se lleva a cabo: por la mañana, estudiantes y sindicalistas de base bloquean el acceso al puerto de Gennevilliers; por la noche, gran parte de la asamblea se dirige a apoyar a lxs trabajadorxs fijxs discontinuxs despedidxs del teatro Odéon; mientras, en medio de la plaza se fabrican construcciones permanentes. Los maderos cargarán más tarde con una brutalidad ciega. Al día siguiente, se retoma la solidaridad con lxs trabajadorxs de McDonalds en huelga, con lxs carterxs, con las trabajadoras del hogar, con lxs migrantes.

Pase lo que pase con este movimiento, no se acabará. El mal está hecho. El mes de marzo de 2016 será el más largo de todos. Ese en el que se construyó una herramienta más, capaz de atacar con fuerza y de reconstruir con alegría. ¡Marzo o muerte!

Artículo original aparecido en el periódico mensual CQFD: http://cqfd-journal.org/Nuit-Debout-le-mois-le-plus-long

TRADUCCIÓN: Cristina Fernández Orellana y Sergio España, traductores y activistas.

1 A la guisa del calendario revolucionario de 1793, a partir del 31 de marzo y de la ocupación de la plaza se han cambiado las fechas, de forma que no existe mes de abril. Así, por ejemplo, el 28 de abril es el 59 de marzo, etc.

2 Traducción de Claudia Mascarua.

3 La Unión Nacional de Estudiantes de Francia, sindicato considerado traidor por haber negociado con el gobierno.

4 La anarquista rusa Emma Goldman (1869-1940) pronunció la célebre frase: «Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa».

5 En la votación ganará la denominación «Comisión de Democracia en la Plaza».

6 Las tres comisiones se fusionaron días después con el nombre de «Comisión Lucha en Pie».

7 Confédération Général du Travail, sindicato de clase mayoritario en Francia, vinculado históricamente al PC francés y sin relación directa con la CGT española.

8 Confédération Nationale du Travail, sindicato anarcosindicalista francés vinculado históricamente a la CNT española.

Foto de Ferdinand Cazalis

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